Adiós a Basilio, el sastre que le tomó la medida a varias generaciones de vigueses

La Voz VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M. MORALEJO

Tenía 83 años y ejerció su profesión en un taller de la calle Sanjurjo Badía durante medio siglo. Acumulaba anécdotas, como la del hombre que le pidió el mejor traje para estrenar en su entierro

12 mar 2025 . Actualizado a las 01:15 h.

Basilio López Moure falleció este domingo en su casa de Vilela, en el municipio lucense de Taboada, a los 83 años. Durante cerca de cincuenta años, el popular sastre ejerció la profesión en su taller de Vigo, ubicado en el número 69 de la calle de Sanjurjo Badía, donde le tomó la medida a varias generaciones de vigueses. Llevaba ya tiempo retirado.

«Empecé, como aprendiz, con mi hermano a los doce años», contaba en una entrevista con La Voz de Galicia poco antes de su jubilación. Antes de realizar el servicio militar, Basilio trabajó en una sastrería de Chantada y, tras licenciarse, pasó por un negocio de ropa en A Coruña.

Fue a finales de los años sesenta del pasado siglo cuando él y su esposa, que siempre le acompañó en el local, abrieron una tienda en el barrio de Teis. En ese taller fue donde él cortaba trajes y su esposa vendía ropa. Sus clientes no se acababan en Vigo, ya que tenía fieles que llegaban de otras muchas localidades del entorno e incluso de la provincia de Ourense.

«Con algunas familias, atendí al abuelo, al padre y al nieto; hice togas, uniformes para militares y hábitos para monjas, pero nunca sotanas», explicaba al tiempo que reconocía que sus clientes tenían plena confianza en su trabajo.

Basilio López Moure estaba casado con María del Carmen Abella Linares, con quien tuvo tres hijos y una hija. Esta última, Susana López Abella, fue secretaria xeral de Igualdade de la Xunta y diputada autonómica.

En su entrevista con este periódico, Basilio López, un hombre que siempre vestía de forma elegante y que lucía una sonrisa en su rostro, reconocía que su profesión era muy dura y que pocos jóvenes quería someterse a un período de aprendizaje. De hecho, afirmaba que los adolescentes que se acercaban a conocer el oficio escapaban cuando les decía que tenían que estar varios años.

Tardó más de la cuenta en jubilarse porque, según decía, había mucha gente que requería de sus servicios. No le faltaban anécdotas que contar, como aquella del cliente que le pidió el mejor traje «para estrenarlo en su entierro».

Las honras fúnebres se realizaron ayer en la iglesia de Vilela, donde sus familiares se dieron la última despedida.