La Fonte Santa de Matamá que salvó a la ciudad de Vigo de las fiebres tifoideas

Pedro Rodríguez Villar
PEDRO RODRÍGUEZ VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Marcos Alonso, miembro del Colectivo Malaherba, recuerda la leyenda popular que recogió en libros sobre la historia de la parroquia

22 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Señorito, señorito, a nosotros no nos viene el tifo, porque somos de aldea y tomamos eucalipto», decía Albino, un vecino de Matamá, cuando Marcos Alonso, miembro del Colectivo Malaherb, lo entrevistó mientras preparaba los dos libros que escribió con Xulio Fernández para contar la historia de la parroquia viguesa. Probablemente, este refrán naciera en el verano de 1914, año en el que Vigo fue azotada por un brote de fiebres tifoideas que dejó casi mil muertos y cicatrices que tardaron tiempo en desaparecer de la memoria de los vecinos. La epidemia tenía su origen en la proliferación de la bacteria salmonella en las aguas de consumo público. El patógeno infectaba a un individuo y este, a su vez, lo diseminaba con sus heces que acababan mezclándose con los principales manantiales de la ciudad.

La plaga de fiebres tifoideas provocó que los vecinos del centro de Vigo temieran beber de las fuentes y manantiales de la ciudad. Buscaban el agua fuera, en zonas altas y con menos riesgo de contaminación. Una de las más populares fue la Fonte Santa de Matamá. «Contaban que aquí viña a xente porque a auga estaba influenciada pola virxe e tiña propiedades curativas. A xente subía ata aquí para combater a enfermidade», recuerda Marcos.

Aquel brote se pudo contener gracias al trabajo del Laboratorio Municipal de Vigo, que, también, logró detectar que la infección de las aguas tenía su origen en las fincas que se abonaban con los excrementos recogidos en Vigo. Situación que no afectó en gran medida a Matamá porque, como decía Albino, se debía a su condición de aldea y a su Fonte Santa.

«A lenda deste lugar non soamente ten relación co tifo. A súa historia vén da Idade Media e bebe desa tradición oral que outorgaba a auga en Galicia de gran poder máxico. Estaban dotadas do poder de combater os conxuros das meigas e o mal de ollo, ademais de curar certos tipos de doenzas», explica Marcos. Concretamente, en la Fonte Santa «dicíase que nunha ocasión apareceron sobre a auga os cabelos da virxe. De aí o seu nome», explica. La leyenda atribuía a ese toque divino la magia y las propiedades curativas que poseía su agua.

Marcos también recuerda que la ubicación actual de la Fonte Santa no es la que tenía cuando los vecinos buscaban una solución a las fiebres tifoideas. «Cando construíron a VG-20 afectaron aos manantiais dos que bebía a fonte e tiveron que movela de sitio para que puidera volver a dar auga», indica. De hecho, el lugar que se puede ver hoy es totalmente diferente al que se veía en el siglo pasado. La fuente consta de la figura de una mujer que vierte agua desde sus manos y que descansa sobre una placa del 2019.

La leyenda de la Fonte Santa se centra en la virgen, pero su origen e historia recuerda al de otras tantas historias de mouras, un personaje mágico que en la tradición oral de Galicia se solía relacionar con mujeres jóvenes de gran belleza, largas melenas y pieles pálidas, que se cuentan en Matamá y otras parroquias de Vigo. De hecho, solían decir que se las encontraba peinándose, como la virgen en la Fonte Santa de Matamá. Por ejemplo, cerca de allí, en el lugar de Anduriñas, los vecinos contaban que vivía una y era peligrosa. «Unha muller, Felisa, dicía que a súa tía Bríxida, que nacera no século XIX, falaba que a moura de Anduriñas enfeitizaba a xente e que os rapaces que ían por alí desaparecían», recuerda Alonso.

La parroquia de Matamá esconde otras tantas historias y leyendas y muchas de ellas se pueden consultar en las dos ediciones de los libros Matamá, unha ollada ao pasado, que escribieron Marcos Alonso y Xulio Fernández tras diez años de trabajo. Las publicaciones también recogen la historia desde la Prehistoria hasta el siglo XX y están acompañadas de muchas fotografías. Marcos ha dedicado parte de su vida a bucear en el patrimonio de su parroquia para evitar que se pierda. «Hai historias que son marabillosas e temos que contar», concluye.