Los juegos florales vigueses de 1883 fueron presididos por Emilio Castelar

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Grabado de la época que refleja los juegos celebrados en Vigo.
Grabado de la época que refleja los juegos celebrados en Vigo. c.

El evento literario y artístico se desarrolló en el teatro Tamberlick, dedicado a un tenor italiano que participó como jurado

19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Premio a la mejor composición en prosa o verso que censure los perniciosos ejemplos que suelen dar a las clases inferiores algunas personas que, por su posición en la sociedad, tienen el deber de ofrecer buenas lecciones». Así de moralizante se presentaba uno de los catorce galardones que la sociedad viguesa ofrecía a los distintos ganadores del Certamen Literario y Musical convocado, en 1883, por la sociedad Recreo Artístico para «estimular a cuantos se dedican a cultivar la literatura y las bellas artes».

Todas las sociedades de la ciudad, el Ayuntamiento, la Diputación y algunos acaudalados particulares realizaron aportaciones económicas para garantizar el éxito de aquella convocatoria cultural, que había tenido un precedente en 1881 aunque de menor intensidad. Los trabajos presentados fueron publicados en la prensa, pero en las bases de la convocatoria se reservaba un acto público ya durante las fiestas de la Reconquista, que entonces se celebraban en agosto. Estaba previsto para el 6 de agosto, pero se retrasó un día para facilitar la presencia en la ciudad de Emilio Castelar. El que fuera presidente del ejecutivo durante la Primera República, considerado uno de los mejores oradores de España, llegó en tren por Portugal, la vía más rápida para ir a Vigo desde Madrid.

El escenario de aquellos juegos florales fue el recién inaugurado teatro-circo Tamberlick. El jurado de la parte musical del certamen estaba compuesto, entre otros, por Enrico Tamberlick. El famoso tenor, que dio nombre al recinto vigués, felicitó a los orfeones participantes que tuvieron que interpretar la alborada La viguesa, de Francisco Piñeiro.

Dos días más tarde, en el mismo escenario, tuvo lugar el certamen literario. Los organizadores establecieron catorce categorías literarias. A través de ellas, premiaban el mejor poema en castellano, la mejor leyenda del país escrita en gallego, la mejor composición que cantase las glorias de la marina español, el mejor romance en castellano que se refiriese a una tradición regional, al verso dedicado a Vigo, al poema al trabajo, composición que cante las glorias y el porvenir de Vigo, el deber social de la mujer, la poesía a la libertad, composición en décimas a la música, mejor memoria acerca del estado de la industria en la provincia y el medio de mejorarla, la memoria sobre la mujer antes y después del cristianismo, el mejor relato del combate de El Callao, la memoria del concepto y juicio crítico del realismo en el arte y el citado ejemplo a «clases inferiores».

El poeta ganador fue José María Ortega Morejón con una obra titulada Numancia. Este literato llegó a ocupar años después el puesto de presidente del Tribunal Supremo. Otros merecedores de galardonados fueron el compostelano Basilio Losada y los vigueses Manuel Martínez González y el ingenioso Luis Taboada Fernández. Tras el discurso final de Emilio Castelar, el alcalde de Vigo, Jacobo Domínguez, prometió otorgar el nombre de una calle a aquel. Su calle aún luce en el entorno de la Alameda. Recordaba Xosé María Álvarez Blázquez que en su memorable discurso en Vigo, Castelar cantó las virtudes de las mujeres gallegas, personalizadas en la reina de los juegos florales, Nieves Quiroga, que era la hija de los condes de Villar de Fuentes, dueños entonces de la finca de San Roque.

«El asalto se dio en una noche perpetuamente célebre; cayeron a las puertas de Gamboa los que aplicaron el hacha para abrirlas, a fin de que la patria recobrase la posesión de uno de sus más queridos hogares ; y el día 28 de Marzo, Vigo, coronada con los resplandores de una victoria inmarcesible, volvió al seno de España, segura por siempre de su libertad y de su independencia con ciudades, en las cuales se había repetido a nuestra vista y en nuestro siglo las glorias inmarcesibles de Numancia, y se había pactado, antes que con la esclavitud, con el suicidio y con la muerte», afirmó en su discurso Emilio Castelar, en medio de atronadores aplausos que le interrumpieron varias veces.