Mujeres que rompen moldes en los montes

Pedro Rodríguez Villar
pedro rodríguez VIGO / LA VOZ

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Las comuneras de Vigo reivindican su presencia en un mundo patriarcal y copado por «homes maiores»

26 nov 2024 . Actualizado a las 14:33 h.

Vigo crece desde el mar hasta la ladera de varios montes. Saiáns, Beade, Coruxo, Valadares, Matamá y Zamáns son algunas de las parroquias en las que el entorno urbano de la ciudad más grande de Galicia transiciona con el rural. Un anillo de naturaleza que, en gran medida, pertenece a los propios vecinos organizados en comunidades de montes. Son terrenos en los que, para ser propietario, se debe tener una de las casas de la parroquia y vivir en ella.

Lugares en los que el monte «forma parte de nuestras vidas», explican Maite de Dios, Sun Costas y Beatriz Domínguez. Las tres son directivas de la Comunidad de Montes de Matamá. El resto de la junta está formada por hombres. Son una excepción. «Es raro que haya una directiva con más mujeres que hombres», insisten. Ellos son mayoría en los montes de la ciudad. De hecho, según el presidente de la Mancomunidad de Montes de Vigo, Uxío González, la proporción de comuneros es del 70 % frente al 30 % de comuneras.

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«O monte aínda é cousa de homes», concluye la comunera de Saiáns Carmela González. La hoy diputada autonómica por el BNG fue la primera presidenta de la comunidad de la parroquia entre el 2000 y el 2004. Era la «única» mujer al mando en las 14 comunidades que forman los montes de Vigo. «Hoxe creo que aínda hai menos mulleres que antes», lamenta. En Saiáns, como en tantas otras comunidades y asociaciones culturales, «custa que entre xente nova e fai máis complicado o relevo xeracional. A gran maioría das persoas que forman as comunidades son homes maiores», explica. Indica que «somos todas culpables desta situación. Temos que facer ver ás mozas que o monte é noso e importante».

Carmela González se hizo comunera siguiendo el legado de su padre, impulsor de los colectivos vecinales en Saiáns. Ella, con su nombramiento, rompió prejuicios y en su junta directiva la mayoría eran mujeres. «A verdade é que tivemos sorte e nós trataron como iguais, pero tamén eramos ben bravas», recuerda. «Algún dos poucos conflitos que tivemos foi con homes que non querían que a muller estivera fóra da casa tanto tempo», indica Carmela, que también fue presidenta de la asociación de vecinos. Además, recuerda que, aunque la representación en las comunidades de montes sea de mayoría masculina, las mujeres son «as que máis subían ao monte no pasado. Elas eran as que ían buscar o estrume para os animais ou as fincas», recuerda.

«A nosotras tampoco nos han tratado diferente por ser mujeres», indica Maite de Dios. Se hizo comunera cuando se formó el colectivo de los montes en Matamá. «Nos lo pidieron y aceptamos», recuerda. Ella y Beatriz Domínguez se criaron «jugando en la naturaleza de la parroquia», donde también estaba la cantera que surtió los edificios de Vigo durante el siglo pasado. «Aquí, los que más subían al monte eran los hombres, que eran los que iban a trabajar a la cantera», recuerdan. Ahora, con la actividad minera terminada, «queremos que nuestro monte sea un lugar para disfrutar y con árboles autóctonos». Maite, Beatriz y Sun suben cada sábado a trabajar. «Prefiero estar aquí que limpiando la casa», ríe Maite. Durante estas jornadas, «es verdad que alguna vez algún hombre se ha sorprendido de que trabajemos al mismo nivel que ellos, pero jamás he sentido paternalismo ni nada. Demostramos que estamos a su nivel», explica Maite.

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La vicepresidenta de la Comunidad de Montes de Beade, Tania Ulloa, coincide con sus compañeras de Matamá: «Hay un poco de paternalismo, pero somos sus iguales». Ella se hizo comunera al mudarse a la parroquia buscando estar más cerca de la naturaleza. Se crio en el barrio de O Calvario, pero es hija de «montañeros». El patio de juegos de los fines de semana de su infancia fue el monte Aloia. Allí aprendió a distinguir animales, plantas y a disfrutar de la naturaleza. Ya de mayor y, aun viviendo en el centro de Vigo, estudió diseño de jardines y siempre tuvo muchas plantas. «Ahora ya me he pasado a los árboles», ríe.

Tania cree que hay más comuneros que comuneras por las propias dinámicas de la sociedad. «Ocurre como pasa en otras tantas asociaciones y sectores», pero es optimista. «Yo creo que está cambiando, que cada vez somos más mujeres y que hay igualdad. Todas y todos queremos preservar el monte, darlo a conocer, fomentar la biodiversidad y hacerlo un lugar común», destaca. En definitiva, «tenemos los mismos objetivos». Para Tania, que también es artista pictórica y escultora en D3 Estudios, el principal reto de las comunidades de montes hoy es encontrar jóvenes. En Beade están desarrollando varios proyectos con los colegios de la parroquia para dar a conocer el monte a los más pequeños.

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Un encuentro europeo en Couso

La Comunidad de Montes de Couso, en Gondomar, acogió este fin de semana un encuentro europeo de comuneras. En él participó la vicepresidenta de los comuneros de la parroquia de O Val Miñor, Patricia López. «Somos un lugar moi matriarcal, onde as mulleres sempre tiveron voz e actividade porque moitos dos homes marchaban ao mar. Aquí, eran elas as que viñan traballar ao monte», recuerda. Este característica las convierte en una comunidad casi paritaria. «Hoxe, máis dun 40 % das comuneiras da comunidade son mulleres», explica. Muchas, como ocurrió con Patricia, se criaron en el monte junto a su familia. Se sabe «unha excepción» en un sector que «aínda é moi desigual e patriarcal». Ella y otras compañeras «estamos atopando que hai un sector de homes que lles rechía moito que sexamos tantas mulleres na directiva. Pensan que saben moito máis ca nós», explica. Para Patricia, es un orgullo que Couso acoja encuentros tan relevantes. «É unha mostra de que somos unha comunidade exemplar porque non só talamos. O noso monte é un lugar vivo ao que lle damos moitos usos económicos e sociais», indica.