En marzo de 1890, la ciudad se unió en las calles para reclamar el fin de los aranceles que gravaban a la industria conservera
11 nov 2024 . Actualizado a las 01:44 h.La Constitución de 1876 recogía el derecho de reunión pacífica siempre que se produje a plena luz del día. Desde ese momento hasta la actualidad, Vigo acogió numerosas manifestaciones motivadas por distintos motivos. Desde las reivindicaciones callejeras en torno a la defensa de los derechos laborales hasta las manifestaciones en repulsa por hechos terroristas, Vigo se distinguió en los últimos 150 años por ser la ciudad con mayor número de manifestaciones callejeras.
La primera gran protesta tuvo lugar el 9 de marzo de 1890 y fue singular porque reunió a empresarios y trabajadores tras la misma reivindicación, no en vano, estaba en juego la principal fuente de ingresos de la localidad: la industria conservera. Desde que se inventó el método de conservación al vacío, la hoja de lata y el estaño se convirtieron en productos estratégicos para el sector. El problema era que España producía muy poco, centrándose especialmente en Asturias y en Vizcaya la facturación de la hoja de la lata. Por ello, los fabricantes vigueses se veían obligados a comprar estos productos en Gran Bretaña. El Estado, para proteger la siderurgia española, gravaba la importación de productos extranjeros de forma que ponían a la industria viguesa en clara desventaja con respecto a sus competidores portugueses, país donde estos productos no pagaban derechos aduaneros porque volvían a salir hacia el extranjero ya como latas de conservas.
Lata y estaño
«Justicia para la admisión temporal de la hoja de lata y el estaño», llevaba escrita una de las pancartas principales, tras la que se situaban patronos, como Benigno Barreras o Antonio Alonso, junto a sus empleados. Tampoco faltaron los marineros. Al contrario de lo que ocurre hoy en día, entonces, la patronal movilizó al proletariado para presionar al ministro de Hacienda, después de que el Consejo de Estado informase desfavorablemente la admisión temporal de los productos reclamados.
A las ocho de la mañana del 9 de marzo, fabricantes, operarios, pescadores de Alcabre, Bouzas, Coia, Teis y Rande, los boteros del puerto, obreros de fundición y otras personas se congregaron en el paseo de Alfonso. Una hora más tarde se iniciaba la marcha hacia la plaza da Constitución, donde una comisión se entrevistó con el alcalde Norberto Velázquez Barrio. Desde su despacho, el regidor podía escuchar los gritos del gentío, reclamando unas condiciones justas.
La comisión reclamó al alcalde, hijo de Velázquez Moreno, su intermediación ante los ministerios de Hacienda y Fomento. Posteriormente, la manifestación se dirigió a la sede de la Cámara Oficial de Comercio con el objeto de incitar a sus responsables a que interpusiesen su influencia en favor de los intereses amenazados.
La casa del senador Manuel Bárcena y Franco, la Comandancia de Marina y el Gobierno militar fueron los otros puntos visitados por los manifestantes. Al día siguiente, la corporación se reunió para formalizar la posición oficial del municipio. Al finalizar la junta, se enviaron sendos telegramas a los ministerio de Hacienda y Fomento para respaldar las peticiones de los manifestantes.
En julio, Fernando Cos-Gayón, ministro de Hacienda, resolvió contra los intereses gallegos porque «la admisión temporal de la hoja de lata produciría a los exportadores de conservas una utilidad mezquina, que apenas llegaría a un céntimo por bote, en cambio perjudicará considerablemente a una industria naciente en España, que ya cuenta en Bilbao con un taller importante». La reclamación siguió presente en el sector durante años, incluso se detecta a finales de la década de los años veinte. La apertura de La Artística y La Metalúrgica mitigó algo el problema.