La ciudad de los muertos tiene mucho arte

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Además de un lugar para el recuerdo, el cementerio de Pereiró contiene un enorme tesoro patrimonial

03 nov 2024 . Actualizado a las 01:20 h.

Los baldíos de Pereiró, en la parroquia de Castrelos, empezaron a convertirse en una de las principales referencias emocionales de Vigo a finales del siglo XIX. Desde el momento en que Jenaro de la Fuente Domínguez ordenó urbanísticamente el nuevo camposanto municipal, el lugar fue adquiriendo un enorme valor patrimonial tanto inmaterial como artístico. Fue el 18 de marzo de 1898 cuando el recinto comenzó a funcionar como cementerio. Ese día fue enterrada la primera persona. Se trataba de Jesús Rodríguez Rodríguez, un niño de 11 años, de familia pobre a la que el Concello de Vigo donó en propiedad aquella primera sepultura.

Hoy en día, 126 años después, el cementerio es un lugar para el recuerdo individual y colectivo, pero también para la contemplación de distintas disciplinas artísticas. Es la ciudad de los muertos que recogió en un libro el historiador y periodista Gerardo González Martín. Desde hace unos años, el gobierno municipal tuvo la feliz idea de organizar, en torno al Día de difuntos, visitas guiadas para mostrar a la ciudadanía el enorme valor patrimonial que se concentra en el lugar.

El cementerio ha ido conformando una variada arquitectura, especialmente en los panteones y mausoleos de las clases más pudientes de la sociedad viguesa. Como ocurre en la ciudad de los vivos, quien tiene mayor poderío económico quiere reflejarlo en sus propiedades. Ahí se localizan construcciones de algunos de los grandes arquitectos que hicieron lo mismo en la ciudad de los vivos. Algunos de ellos son Manuel Gómez Román, cuyo mausoleo dedicado a Concepción Arenal recibe a los visitantes en la entrada del recinto; Agustín Ortiz de Villajos y Calleja, autor de edificios nobles en la capital de España, contratado por José de Elduayen para levantar la capilla central del cementerio; Jenaro de la Fuente Domínguez, que proyectó, entre otros muchos mausoleos, el suyo propio, una de las grandes piezas modernistas del lugar; o Agustín Pérez Bellas, que levantó el panteón de la familia Fidalgo.

La escultura es otra de las manifestaciones artísticas presentes en el cementerio vigués. Francisco Asorey, principal referencia de la escultura gallega hasta mediados del siglo XX, realizó varios encargados. El más dramático es el que acoge los restos de la familia del fotógrafo José Gil, con la muerte acechando la juventud de las hijas del pionero del cine. Casi en frente está la tumba del doctor Cesáreo Corbal, obra de 1953. Y en Xardín da memoria también firmó el conjunto funerario dedicado a Ricardo Mella, figura fundamental del anarquismo español. En ese mismo espacio se puede ver la creación de Xosé Carballo que preside la tumba de Heraclio Botana, fundador del PSOE en Vigo.

Más clásico es el trabajo firmado por Julio González Pola para dignificar el descanso eterno de los soldados españoles que fallecieron en Vigo tras ser repatriados de Cuba en 1898.

Son varios los relieves que se pueden localizar en un pausado recorrido por el cementerio. En el mausoleo del productor cinematográfico Cesáreo González firma dos estampas de una gran belleza y clasicismo Jesús Picón, el mismo autor que realizó la Victoria de Samotracia que corona el edificio Albo. No menos vistoso es el trabajo realizado por Alfonso Vilar para la tumba de José Estévez. Aunque de artista desconocido es curioso el tratamiento escultórico aplicado por el autor en el viacrucis del conjunto funerario de Fernández Montenegro, conformado por pequeñas escenas sucesivas en bajo relieve. Más clásico es el trabajo de José Arnal para el sepulcro de Elías Pérez Martínez.

La gran mayoría de los grandes panteones existentes en Pereiró tienen en común la existencia de vidrieras artísticas para iluminar sus interiores. Algunas no han resistido el paso del tiempo, o no han sido restauradas por sus actuales propietarios, pero conforman uno de los atractivos menos conocidos del cementerio, pero también más hermosos. Se pueden apreciar firmas importantes del arte del vitral, como la casa francesa Maumejean, la bilbaína Vidrieras d Arte o la viguesa La Belga. Salvo en el caso del mausoleo de Isaac Fraga, el resto de los vitrales son figurativos y representan figuras religiosas. La del empresario cinematográfico es una vidriera de cemento, de configuración abstracta.

Además de estas manifestaciones artísticas, Pereiró es un espacio de recuerdo histórico, en el que no es difícil encontrar las tumbas de personajes que dan nombres a calles o que están profundamente enraizados en la memoria colectiva. El caso más llamativo es el enorme mausoleo dedicado a José García Barbón. Decía Gerardo González Martín que en los registros del cementerio solamente este hombre tenía el don delante del nombre. Otro nombre unido al cementerio es el de José Elduayen. El político conservador pagó la capilla del recinto, aunque también le quedó como mausoleo familiar.

En el Xardín de la memoria se puede seguir el rastro de algunas personas que vivieron al margen de lo establecido y que eligieron la zona civil del cementerio, aunque todo Pereiró es un cementerio civil. Heraclio Botana, Ricardo Mella o Carlos Oroza son algunos de los nombres que descansan en el recoleto espacio. Pereiró es un lugar para recordar a los seres queridos, pero también para admirar su rico patrimonio.