Otero Pedrayo refleja en 1926 a Vigo como una ciudad próspera y vital

j. miguel gonzález fernández VIGO

VIGO CIUDAD

La falta de puerto, las precarias comunicaciones terrestres, el baldío de O Castro y las inútiles fortificaciones lastraban su desarrollo

06 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El polígrafo Ramón Otero Pedrayo (1888-1975), uno de los patriarcas señalados de las letras gallegas, señor del pazo de Trasalba (Amoeiro), de familia culta y liberal, obtuvo la cátedra de Geografía e Historia y miembro de la galleguista generación Nós de preguerra, publicó el año 1926 una Guía de Galicia, donde se hacía un recorrido, de tinte sobre todo geográfica, de una punta a la otra del país. De ella entresacamos algunos datos de interés de cómo era aquel Vigo de hace ya un siglo.

Apunta don Ramón que Vigo tenía 300 vecinos [vecinos, «fuegos»] en 1666, unos 1.350 habitantes, pasando a 2.140 en 1804, unos 9.630 habitantes, sin contar los barrios de periféricos de O Berbés y O Areal. En su época figuraba en las estadísticas con 35.000 personas y con su Ayuntamiento [anexara el de Bouzas en 1900] unos 53.600, cifras que consideraba inferiores a la realidad; era pues, una «aglomeración creciente».

Otero Pedrayo prestó especial atención al tráfico de trasatlánticos con emigrantes y mercancías de exportación e importación que recalaban en Vigo. Reseñaba con detalle once lineas de navegación, dos de ellas de correos. De bandera inglesa con salida de Liverpool (Nelson, Lloyd, Mala Real), desde la alemana Hamburgo (Amerikan, Stinnes), en el puerto francés de La Rochelle (Sudatántique, General Trasatántique), en el holandés de Rotterdan (Lloyd Holandés, Holland América) y tres españolas (la Compañía del Pacífico, la Transoceánica de Barcelona y la Compañía Trasmediterránea y Compañía del Pacífico). La primera era con las costas occidentales de Indias vía Panamá o estrecho de Magallanes y la última solo a puertos de la península. Su destino habitual era Sudamérica (Cuba, Brasil, El Plata) y menos el de América del Norte y las Antillas (Cuba, excolonia).

Cita que, a pesar de todo esto y contar con una importante flota pesquera, además de ser una espléndida bahía, solo cuenta con dos pequeñas dársenas insuficientes: la de A Laxe o de viajeros y la del comercio; un ramal del ferrocarril [hoy urbanizado] lo enlaza con la estación. Concluye con resignada contundencia: «Es que Vigo carece de puerto».

Opinaba que, además de la línea férrea Ourense-Zamora (MZOV), debería existir otra hasta la frontera francesa, que con las rápidas comunicaciones con América harían de Vigo la puerta de Europa para los viajeros trasatlánticos. Contaba con correos, telégrafos (cable inglés y alemán), vapores de pasaje por la ría, tranvía de extensa red y autobuses a todo el oeste de Galicia.

En la trama urbana de la urbe destacan las calles de Policarpo Sanz y del Príncipe. Califica a la primera de «modernísima, amplía y de suntuosa edificación», donde se encuentra el teatro Rosalía de Castro, de aquella pronto a terminarse, y a la segunda como «centro de comercio y animación».

Vigo contaba en 1926 con cuatro grandes hoteles: el Hotel Continental, Hotel Universal (al final de las calles Laxe y Carral, frente al muelle), Hotel Moderno (Policarpo Sanz, inmediato a la Porta do Sol) y el Hotel Europa (Príncipe). Casi todos aun existen, pero con otros fines.

Las islas Cíes

Refiriéndose a las islas Cíes, que antaño se llamaban de Bayona [pertenecían a ese Concejo] y Palomeras, eran las Siccas [estériles, desoladas] del geógrafo romano Plinio. Hubo en la Edad Media en las islas norte y sur sendos monasterios benedictinos, dedicados a san Esteban y el otro, a san Martín, que, como casi todos los conventos insulares de Galicia, se despoblaron por los ataques de los ingleses. Berberiscos, holandeses e ingleses, enemigos del Imperio Español, «fondeaban tranquilamente en las ensenadas de estas islas, que llegaron a quedar despobladas». Formaban la parroquia de san Francisco de Afuera, de unos 50 habitantes. Seguía diciendo que en ellas se encontraba una factoría para la pesca de ballenas, antaño abundantes, de propiedad noruega, que tiene otro establecimiento cerca de Corcubión [Caneliñas, Cee].