La nueva moda de Vigo es cosa de artesanos

ainhoa pérez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Tiziana Álvarez utiliza diferentes telas para hacer prendas
Tiziana Álvarez utiliza diferentes telas para hacer prendas Cedida

Jóvenes diseñadores invierten su tiempo y dinero en crear marcas propias de ropa sostenible

12 ago 2024 . Actualizado a las 11:00 h.

La nueva moda de Vigo pasa por manos artesanas y ropa sostenible. Es el denominador común de jóvenes que han decidido dar el salto y emprender, invirtiendo su tiempo y su dinero (muchos tienen una profesión al margen) en marcas de ropa que encuentran un aliado en el comercio digital.

Ana Minué es una joven madrileña de 25 años afincada en la ciudad gallega. Trabaja como psicóloga, pero la mayor parte del tiempo se lo pasa cosiendo: «La mayoría de mis consultas son online y tengo un horario flexible que voy adaptando para dedicarle tiempo a mi proyecto», explica. En plena pandemia comenzó pintando bolsas de tela, pero decidió aprender a coser con la máquina de su abuela. Poco a poco, y con mucho esfuerzo, el proyecto fue avanzando hasta convertirse en la marca Que si quiereh bolsa (QSQB). «El bum lo viví cuando me mudé a Vigo», explica. «Conocí a mi novio, que es de cerca de Sanxenxo, de erasmus e hice el máster de Psicología en Santiago. Después decidimos venirnos a Vigo». Ana cuenta que enamorarse de la ciudad hizo que su proyecto también creciera: «Si no existiera retales Lidia, la marca no sería lo que es, ya no puedo vivir sin ellas».

Ana Minué es madrileña, pero vive en Vigo. Su marca, QSQHB
Ana Minué es madrileña, pero vive en Vigo. Su marca, QSQHB

La diseñadora también trabajó con diferentes influencers de la capital y eso hizo que su comunidad creciera. «Siento que la gente que me sigue y me compra valora mucho lo que hago y se sienten parte de la marca». Por eso dice que «a veces no pongo precios tan altos porque me hace ilusión que me pueda comprar mucha gente, ser accesible». Aunque quiere seguir compaginándolo con su profesión como psicóloga, le gustaría «crecer y llegar a contratar a alguien que me ayude a coser, porque mi sueño es que la marca crezca y sea reconocida». Sobre mudarse para conseguir darle más difusión a la marca lo tiene claro: «La marca es como es por Vigo, si me fuera cambiaría la esencia».

Irea García recolecta ropa de segunda mano
Irea García recolecta ropa de segunda mano

Irea García también compagina su trabajo con su pasión, la ropa de segunda mano. Esta joven viguesa de 25 años comenzó el proyecto llamado A.Taramela cuando estudiaba Medicina en Santiago. «Decidí dejar de comprar ropa porque me afectó mucho darme cuenta de cómo se producía», explica. Siempre le ha gustado mucho la moda y «veía la oferta de segunda mano muy limitada». Entonces se dio cuenta de que se le daba bien encontrar cosas especiales: «Conseguía prendas y las subía a Instagram o Vinted y la gente se interesaba por ellas». Aunque reconoce que todo empezó como una afición, «era consciente de que había un montón de gente que compraría esa ropa si se la encontrase pero que no eran capaces de llegar a ella».

Otras personas le dan una nueva vida a la prendas transformándolas. Tiziana Álvarez tiene 37 años, es de Ponteareas y su marca de ropa se llama Alma Hippie. Estudió Filología Alemana, vivió en el país germano durante seis años y desde ahí se fue en el 2018 de mochilera por Asia. Fue en la India donde surgió la idea de traer prendas de la zona para venderlas aquí. Regresó a Galicia tres meses antes de que comenzara el confinamiento. Su proyecto se paralizó, pero aprovechó la pandemia para aprender a usar la máquina de coser. Al igual que otras, Tiziana fue autodidacta. «Aprendí patronaje con vídeos para saber cómo transformar la ropa o hacer prendas nuevas a partir de textiles en desuso, como ropa de cama o cortinas», explica. Desde entonces no ha parado de experimentar por su cuenta. Se promociona en su página web y en Instagram, pero también acude a mercadillos donde suele vender más. «Lo que me falta ahora mismo es un empujón en redes, conseguir que me conozcan más, pero cuando en los mercadillos la gente me dice que le gusta mucho lo que hago, me anima a seguir». Ella emprendió su proyecto con 33 años, aunque de pequeña ya quería ser diseñadora. «Con la marca me doy cuenta de que nunca es tarde, da igual la edad».

Erin Campos trabaja con materiales reciclados
Erin Campos trabaja con materiales reciclados

Erin Campos también aprendió con tutoriales a crear «arte». Este vigués de 28 años inició su marca, Iner, con el objetivo de «crear una empresa con los valores de utilizar las prendas que ya están hechas, que son de buena calidad y no fomentar el seguir produciendo nuevas». Con su firma busca crear una prenda «especial, que sea la favorita de tu armario, que no se parezca al resto». «Yo veo las prendas como un cuadro, busco añadirles valor. También quería aportar nuevas opciones para vestir, más atrevidas, inspiradas en tiempos pasados o futuristas», explica. Erin utiliza excedentes de fábricas, materiales reciclados, prendas de tiendas de segunda mano... «Las desarmo, las customizo o las serigrafío». Ahora, en Madrid, compagina su proyecto con el trabajo en una tienda, pero su esfuerzo merece la pena porque su objetivo es «pasar seis meses en Japón, México y diferentes sitios para conseguir hacer colecciones en cada lugar y venderlas allá donde vaya».

Sara Parada diseña y fábrica bolsos en su taller
Sara Parada diseña y fábrica bolsos en su taller

De situaciones anómalas suelen surgir oportunidades. Es lo que le pasó a Sara Parada en el 2020. Al acabar sus estudios de moda en Santiago, la idea de la joven de Cambados era mudarse a Barcelona para encontrar trabajo, pero el covid torció los planes: «Empecé a coser para entretenerme y acabé creando una marca de bolsos». La firma que lleva su nombre fue creciendo gracias a Instagram. «Comencé con regalos para amigas, pero vi que gustaban y decidí venderlos». Ha construido su propio taller en casa, pero sueña con montar una tienda-taller donde trabajar y exponer sus modelos. Reconoce que nunca pensó que acabaría siendo autónoma: «Ahora entro en el taller y no sé cuándo voy a salir. Si se me mete en la cabeza acabar el bolso ese día lo tengo que hacer». Le costaba poner precio a su piezas por miedo a no vender y ahora sabe que «al final, encuentras tu público y veo que cada vez más gente joven quiere invertir en lo que es artesano y más propio».