
El puertorriqueño protagonizó en el parque de Castrelos una intensa velada entre el perreo y la balada
24 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Castrelos se calentó anoche esperando a Luis Fonsi. Literalmente, se derritió en las gradas reservando sitio para disfrutar del primer artista internacional que se podrá ver este verano en el auditorio del parque que se convirtió en playa con toallas desplegadas por todas partes y sombrillas para soportar los 34 grados del termómetro más la humedad ambiental de propina.

El cantante que inició su gira por España hace justo un mes en el Festival Gran Reserva de Calahorra, tras un saltito a Quebec (Canadá), en el que cantó 24 canciones y cuatro bises, regresó ayer para pisar el escenario vigués en su única cita en Galicia. Con el aforo a reventar, el puertorriqueño se hizo enseguida con un público que esperaba una larga sesión de perreo y mucho reguetón, pero que se encontró también con una buena entrega de baladas de esas de las de bailar pegados, como Sergio Dalma, pero en un bar de Miami. Canciones lentas de las que te dan un poquito de bochorno, que sobraba, pero lo bueno es que con la canícula ni se nota. Entre el variopinto paisanaje, un mar de gentes dispuestas a pasárselo en grande, esperando la ya tradicional arenga del alcalde Abel Caballero con la que se ahorra mucho en teloneros.
Han pasado siete años desde la eclosión del Despacito que Luis Fonsi compuso a medias con la panameña Erika Ender. Desde entonces, esa sigue siendo su canción más popular. Ha pasado página, pero solo a medias. Normal, cuando hablamos de una canción que en el momento álgido ya sobrepasaba los 4.000 millones de reproducciones en streaming.
Pero Luis Fonsi es un artista que no quiere mirar hacia atrás con tanto descaro, (excepto para cantar el tema que se llama así y que interpretó tras Corazón en la maleta, que abrió el show tras un medley instrumental. De esa forma, despacito, se demora con esa que todo el mundo quiere escuchar. Hasta allí, en los bises, sonaron otras como Apaga la luz, Vacío, Imagíname sin ti, Date la vuelta, Aquí estoy yo, Imposible, Bésame, y un par de las del último disco, El viaje, con el que el puertorriqueño rinde homenaje a los lugares que en los últimos 25 años han significado mucho para él. Eligió Roma y más tarde Andalucía. Y para hacer el cambio de vestuario, regresó con otra que revienta las pistas del perreo reguetonero internacional: ¡Calypso!

Sobre el escenario, fogonazos de humo para aderezar un gran espectáculo con una banda que arropó a un artista que no para de moverse y sabe meterse en el bolsillo hasta a los novios arrastrados por sus parejas que se lo pasan genial viendo otro tipo de movimientos, los de Karpov contra Kasparov, pero tampoco hacen ascos al oscilante contoneo de miles de personas que cantan: «Yo no sé, no sé, no sé, no sé qué pasará, tu cuerpo frente al mar, mezclando arena con sal, yeh (come on)», etcétera. Despacito sonó tardecito, en la despedida, casi dos horas después en las que Castrelos era una fiesta tropical.