Vigo despide a Pedro Pagán, uno de los últimos relojeros todoterreno de Galicia
VIGO CIUDAD

El heredero de la saga, con tienda taller en María Berdiales, fallece a los 54 años
06 jun 2024 . Actualizado a las 01:10 h.Los relojes y campanas de Vigo suenan más tristes que otros días. Pedro Pagán, uno de los pocos expertos que quedaban en el sector, fallecía este martes a los 54 años, dejando desconsolada a familia y amigos, y sin palabras a vecinos y comerciantes que llevaban décadas compartiendo calle (María Berdiales) con él. A Pedro se le paró el minutero antes de tiempo y con su marcha se van todos los conocimientos acumulados en una vida truncada por la enfermedad, dejando huérfanos a decenas de máquinas de contar las horas necesitadas de sus cuidados.
Pagán pertenecía a una saga de relojeros que inició en 1921 su abuelo Ginés Pagán Conesa, en Cartagena, y acaba con él en Vigo 103 años después.
En una entrevista en La Voz contaba que a los 4 años rompió el cristal de un reloj «porque quería andar en las agujas, como papá». Y a los 10 destripó en casa de su abuelo su primer despertador. A pesar de esos inicios al lado de los artesanos de la familia, el joven Pedro se decantó por formarse en lo que tocaba en aquel momento, que eran los ordenadores. Pero su padre, Fulgencio, que fue el que abrió la tienda taller en Vigo de la que se encargó su hijo junto a su madre, Fina, cuando el patriarca falleció, llevaba el servicio técnico de los relojes de control de IBM y ofreció a su hijo hacerse cargo de él porque «empezaban a ir conectados a un ordenador», contaba Pedro, consciente de ser uno de los últimos de un gremio en vías de extinción: «Cada vez quedamos menos relojeros. Me parece que yo soy el más joven de Vigo», elucubraba al cumplir los 50.
El profesional había bajado la verja de su tienda hacía meses y atendía encargos puntuales mediante avisos por teléfono hasta que pudo. Su fuerte eran los relojes de pared, lo que llamaba la «relojería gruesa».
Por sus manos han pasado miles de aparatos grandes y pequeños. Dirigió proyectos dentro y fuera de España, instalando sistemas de relojería en empresas y edificios en Panamá, Puerto Rico, Camerún y otros muchos, y por supuesto, por toda Galicia para industrias, iglesias, ayuntamientos, centros comerciales o bancos. La antigua estación de tren de Vigo y su museo de arte contemporáneo, Marco, el mercado de Cangas, el reloj de la Peregrina en Pontevedra, las catedrales de Lugo y Tui, la Escuela Naval Militar de Marín, la Brilat de Pontevedra, el edificio de Correos de A Coruña, la iglesia de Esgos, la sonorización de las campanas de Bastavales y casas consistoriales en las cuatro provincias son algunos ejemplos de su labor y un trabajo que abordaba con pasión.