
La funcionaria Begoña Gil ambienta su tercera novela en la delegación del Gobierno autonómico en Vigo, donde aparece muerto un subalterno en una trama de corrupción que afecta a varios departamentos
17 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Alrededor del trabajo de los funcionarios hay mucha literatura. Quienes no lo son, imaginan una vida regalada, cafés interminables hasta rozar la ansiedad, papeleo sin solucionar, procrastinación constante y vagancia infinita. Seguramente a veces es así y muchas otras, no, pero quedarse con el cliché es más fácil que indagar. Eso no le ocurre a Begoña Gil (Vigo, 1965), que es funcionaria desde hace 35 años y hace cuatro debutó como escritora de novela negra poniendo en circulación a Lila Madrigal, una investigadora sagaz, ficticia inspectora que vertebra los tres libros que ha publicado. El último, El correveidile, acaba de salir publicado por la editorial Platero CoolBooks y está ambientado en el edificio administrativo de la Xunta de Galicia en Vigo, que ilustra la portada, un lugar cuyos rincones conoce «como la palma de mi mano», admite.
Begoña Gil es socióloga de profesión y siempre ha trabajado en el área de los servicios sociales, a la que ha estado vinculada en diferentes puestos, primero en Tui durante casi un lustro y luego en Vigo, en diversas ubicaciones hasta que todos los servicios se centralizaron en el inmueble situado al lado del puerto deportivo.
Lectora empedernida y aficionada a la escritura pero sin prestarse demasiada atención a sí misma, el 2020 la marcó con propina. «De repente llegó la pandemia en marzo y nos cambió la vida a todos, pero a mí un poco más porque ese mismo año, en mayo, me diagnosticaron un cáncer de mama», relata. En aquel momento inicial de incertidumbre los médicos le advierten de que si para todo el mundo es un riesgo el contacto, para ella, con las defensas al mínimo, mucho más, así que le recomiendan aislamiento y se aferra a la escritura para sustituir aficiones que de un día para otro se convirtieron en imposibles. «Yo soy una persona muy activa, acostumbrada a estar con mucha gente, a hacer deporte, salir con mis perros, viajar... y me veo de golpe en casa, sin contacto con nadie», recuerda añadiendo que fueron sus amistades las que la azuzaron para que escribiera. «Siempre me gustó mucho, incluso participé en el concurso de relatos de La Voz y alguno salió publicado», comenta como anécdota, ya que hasta entonces nunca se le había ocurrido ponerse con un libro ni sistematizar los procesos que ello requiere. «Me empezó a gustar y cuando quise darme cuenta, ya la había terminado», cuenta sobre la primera novela, que tituló Esto no es el CSI y sobre un género que eligió porque quería algo entretenido que la ayudase a desconectar de la realidad.
La obra inicia una serie que, aunque se puede leer de forma independiente, tiene como protagonista a la teniente de la Guardia Civil y a sus ayudantes. Se desarrolla por la zona por donde la autora vive, entre Salceda de Caselas y Tui, pero la última tiene como escenario principal el edificio de la Xunta, en Vigo: «Me cargo a un subalterno, y en la primera me cargué al que era mi ex, pero le pedí permiso. Le dije si le podía matar y me dijo que sí, que podía hacer lo que quisiera», ríe. «Otros van al psicólogo, yo escribo y me va muy bien para la cabeza», asegura. No se volvió loca. «La primera obra tuvo bastante aceptación entre amigos, familia, conocidos y vecinos porque siempre gusta leer historias en las que reconoces los lugares que forman parte de tu vida cotidiana: la plaza, el mercado, la senda del río...», argumenta. En la segunda, Los deseos oscuros, ambientó parte de la acción en Tui y, en la tercera, aunque se ubica en su entorno laboral vigués, los personajes siguen viviendo en Salceda, aunque aparece con el nombre ficticio de Luanova. «Por si acaso, para evitar problemas, que sale un alcalde corrupto y no quería que nadie se diese por aludido», justifica.
Ahora, con la tercera investigación de la teniente Madrigal en la delegación viguesa del Gobierno autonómico donde sucede la trama criminal, tiene a sus compañeros en vilo, intrigados tratando de saber quién es quién. «Los personajes son ficticios, literarios, pero es cierto que me inspiro en personas reales a las que les quito o les añado otras características», confiesa sobre sus obras, que «no son nada sangrientas. Mato a uno, y a investigar», resume sobre su proceder habitual. Aunque Vigo es el escenario principal, también hay historias paralelas en Salceda y escenas que tienen lugar en Redondela, Fornelos o la playa de Barra», cuenta. En este caso, el misterio enfoca a un subalterno simplón, «que anda de aquí para allá haciendo recados», pero resulta que está implicado en asuntos de corrupción en varios departamentos que afectan al servicio de menores, el servicio de pesca o el departamento donde se tramita la risga, que es donde Begoña Gil está destinada actualmente. «El final no lo puedo contar porque te tendría que matar», amaga la autora, que guarda ciertas similitudes con la teniente.
Un guiño a las luces de Navidad
En «El correveidile» hay más retazos de realidad, como la decoración navideña a escasos metros del edificio desde el que se ve la noria. «Hay un guiño tratado con humor sobre las luces de Navidad y un intento desde la Xunta de hacerles la competencia», cuenta la funcionaria, que gracias a su faceta de novelista, charló hace poco con la actual delegada de la Xunta, Ana Ortiz, y esta le confesó su pasión por la novela negra. A Gil le encantaría que presentara su libro.