El mar de plata que nació en una playa de Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La pareja de diseñadores formada por Virginia Lorenzo y Miguel Sánchez Cantón creó hace 34 años Joyas de la Raspa, marca consolidada que sigue buceando y emerge con una colección sobre Picasso

08 dic 2023 . Actualizado a las 23:31 h.

Se podría decir que Joyas de la Raspa nació a ambas orillas de la ría, entre las playas de Vigo y O Morrazo. Aún adolescentes, Virginia Rodríguez Lorenzo y Miguel Sánchez-Cantón paseaban allí con los pies mojados y recogían conchas atraídos por sus formas. Fraguaron, sin saberlo todavía, una empresa creativa con anclaje firme a la ciudad y a su origen pesquero.

La pareja, que compartía año de nacimiento (1968), vida y vocación desde los 16 hasta el doloroso fallecimiento de Miguel hace tres años, se inició casi a la vez en el mundo de las joyas a través de una institución educativa tan viguesa como la Escuela Municipal de Artes y Oficios. Fue ahí, yendo a las clases de orfebrería, donde tomaron contacto por primera vez con un sector que intuían apasionante. «Empecé yo y él se animó al ver lo que hacíamos. Estuvimos unos años y luego nos trasladamos a Madrid, a trabajar con artesanos en talleres de joyería, que es donde se aprende el oficio, y una vez que perfeccionamos las técnicas, seguimos de manera autodidacta», recuerda Virginia, que reconoce que no pensó que esta sería su profesión porque su intención era estudiar la carrera que le gustaba, Historia del Arte, pero por diversas circunstancias no pudo y para no perder el año, se apuntó sin conocimiento previo a aquella formación inicial, y a otra que no tuvo más recorrido, como la de arpa celta.

La rama más artística venía por parte de la familia de él, a través de su tío Cristóbal, escultor al que asistía en su taller, y remontándose mucho más atrás, de su tío abuelo, que fue director del Museo del Prado.

«Montamos un pequeño taller en casa, un poco por hobby y otro poco porque veíamos que nos salían unos diseños potentes. Hicimos nuestras primeras ventas en tiendas en Madrid y de ahí pasamos a vender en las de museos como el Reina Sofía y más tarde en el Guggenheim», explica la diseñadora de joyas viguesa, que desde entonces recreó junto a su marido un mundo marino plasmado casi siempre en plata y en ocasiones, en bronce patinado a fuego, que recuperó reeditando piezas tras el fallecimiento de Miguel.

La raspa de una sardina fue su primer hallazgo. Nació de un dibujo más esquemático que el actual, más figurativo, y terminó dándole apellido a la marca. «Al principio se llamaba con nuestros nombres, pero se hizo tan popular que la gente nos localizaba como ‘los de la raspa', y ahí sigue tan fresca como entonces», apunta, pero acompañada de las figuras hechas joya, de decenas de seres que habitan los océanos, desde estrellas de mar a jibias, tiburones, rayas, platijas, caracolas, pulpos, cipreas y una infinidad de seres acuáticos, en colgantes, anillos, broches, pendientes y otros adornos.

Por la serie de la raspa consiguieron, en 1991, el Premio Nacional de Diseño y Moda, «que no esperábamos porque la dejamos en una exposición y no sabíamos que tenía carácter de concurso, nos fuimos de vacaciones a una isla griega, —aún no había móviles—, apunta, «y nos enteramos al volver de que nos habían elegido entre más de 400 diseñadores menores de 35 años», cuenta.

La pérdida de Miguel, pieza fundamental en el engarce contemporáneo y fresco de Joyas de la Raspa, se produjo cuando la firma, el imaginario y los diseños ya estaban más que asentados, así que Virginia tomó aire y siguió adelante con la esencia salina y subacuática que compartían también como aficionados al buceo. Su versatilidad les ha llevado a atreverse con otros iconos, ya bajo el nombre De La Raspa (sin joyas), haciendo colecciones de camisetas (la última, para niños), piezas de porcelana, carteras y bolsos de piel con artesanos de Ubrique, y hasta muebles, como la serie de los baúles viajeros que fabrica Javier Fernández, el artesano de Cangas al frente de Lenda Nejra.

La plata que emplean en la elaboración de joyas es siempre reciclada por un proveedor de Santiago con el que trabajan hace décadas, y el reciclaje forma parte también de una filosofía que se plasma en piezas protagonizadas por piezas de vidrio. Virginia se sigue ocupando de los diseños y está al frente de un equipo de profesionales que, en el taller ubicado en Vigo, ciudad donde está la tienda nodriza, en el corazón del Casco Vello, trabajan y pulen las piezas una a una, a mano. «Todo es artesanal», asegura la fundadora de la firma, que tiene en su hija Olivia a una firme candidata a continuar el legado y en su empleado Félix Álvarez, al más fiel de los transmisores de un concepto que cruza los mares y llega hasta el Museo Picasso de Barcelona con la última colección realizada con motivo del centenario de genial artista.

Desde 1989

Dónde está

Triunfo, 4. (Vigo); y Hotel Talaso (Santa María de Oia).