El cinturón montañoso que cierra Vigo alberga una gran necrópolis megalítica

j. miguel gonzález fernández

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Las mámoas de Cotogrande han sido datadas en el 4940 antes de Cristo

22 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante el Neolítico se desarrolla en toda Galicia y el Norte de Portugal la llamada Cultura megalítica (de las piedras grandes). Una etapa de nuestra prehistoria en la que el hombre descubre la agricultura de «rozas» y la domesticación de los animales. Hasta agotar la tierra se hacen sedentarios, desplazándose quizás a corta distancia, para buscar nuevos suelos que explotar.

Su elemento más representativo son las llamadas mámoas, medorras, antas y arcas. Consisten en una cámara de piedra de planta poligonal sin o con corredor de acceso cerrada por una tapa (dolmen); formadas por losas de granito hincadas de gran tamaño, cada una pesa varias toneladas, desconociéndose la técnica utilizada para moverlas. Originariamente están cubiertas por un túmulo de tierra de forma circular, de ahí el parecido a una mama, y es frecuente que se cubra en la totalidad por una capa de piedras de mediano tamaño, lo que se denomina coraza. En todo caso, exigía cooperación y dirección, de ahí que se piense en una sociedad bastante igualitaria, con jefaturas todavía muy débiles. Sus dimensiones estándar están en los 10-30 metros de diámetro y 0,80-3 m. de altura.

Su función siempre es la misma, como en el sur de España e incluso Grecia: el enterramiento colectivo de miembros de una misma familia o de un mismo clan. Junto a los cadáveres, desaparecidos a causa de la acidez de la tierra galaica, se dejaban ofendas útiles para el más allá, como hachuelas pulidas, puntas de flecha talladas, cuencos de cerámica rudimentaria, etc. De lo que no cabe duda es de su alto sentido de la religiosidad, con una visión de la muerte trascendente. Algunas fueron reaprovechadas para inhumaciones en épocas posteriores, como la Edad del Cobre.

La inmensa mayoría han sido profanadas, sobre todo con el desplazamiento de la cubierta. En algunas, la piedra se habría aprovechado para muros y viviendas, pero otras tienen su origen en el siglo XVII cuando un tal licenciado Vázquez de Orxas compró al rey los derechos sobre los «tesoros» escondidos en las mámoas; a este lumbrera no se le ocurrió mejor cosas que anunciar su monopolio en pasquines fijados en las puertas de las iglesias parroquiales, de modo que a los pocos días los paisanos había accedido a la cámara en búsqueda de las pretendidas riquezas. Una desfeita.

Las mámoas suelen encontrarse en las planicies montañosas que a veces coinciden con los límites municipales y otras con las vertientes de agua; forman un continuo, de ahí que se consideren auténticas necrópolis. Aquí se localizan en la orla de montañas que enmarcan al sur la comarca viguesa, desde el monte Penide (compartido con Redondela) hasta los Altos de Coruxo, pasando por O Vixiador, Peinador, San Colmado... En el primero, según la Catalogación provincial de 1982 realizada por el arqueólogo R. Patiño, se han descubierto 58 mámoas, en el resto hasta 36 megalitos. Habría más en su época pues parte de los cuales han desaparecido por la acción del hombre, bien por conversión en tierras de cultivo o arrasadas por construcciones diversas, como deportivas (O Vixiador) o industriales (polígono de A Garrida). Aunque algunas se conservan en un estado relativamente aceptable, las dos más completas y conocidas son los dólmenes de la llamada Casa dos Mouros, en el límite de la carretera al zoo y el que se encuentra en la entrada del Círculo Mercantil, en O Rebullón.

Las mámoas excavadas en Cotogrande en 1989-92 por el arqueólogo Xoán Carlos Abad han dato una datación por el método (el más fiable) del Carbono 14 de 4940 antes de Cristo, es decir del quinto milenio, coincidiendo con otras de distintos lugares de Galicia. Son de los vestigios más antiguos de la cultura que han llegado hasta hoy. Protejámoslas.

Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses