Dámaris Ruiz, de Vigo a todo el mundo bailando por un sueño

Pedro Rodríguez Villar
pedro rodríguez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Tony Abello

Su historia de superación inspira el nuevo documental de Ana Prieto

10 may 2023 . Actualizado a las 02:21 h.

El baile llega a Dámaris Ruiz con una promesa. Tenía cuatro años y se abría al mundo, pero la vida destruyó su inocencia de golpe. Su madre muere pidiendo que su hija haga algún deporte. Ella se queda con sus abuelos y, después de que le dijeran «que era demasiado mayor para la gimnasia rítmica (tenía cuatro años)», llega a la escuela de danza Susana Castro. Descubre el baile y, a través de él, «el amor que nunca pude tener con mi madre». Su infancia y adolescencia «fueron muy duras» y la escuela donde hacía ballet se convirtió «en mi refugio. Allí, mientras bailaba, todo lo malo dejaba de existir», explica. Esa sensación va construyendo en Dámaris los pilares de un sueño que va a marcar su vida, ser bailarina.

Con 21 años vive sola con su abuela, su abuelo murió cuando tenía 17. «Siento que no avanzo en la Escuela y en los estudios tampoco destacaba», y decide irse «a probar suerte a Madrid». Se va sola y apurando el poco dinero que le quedaba de la herencia de su abuelo. Como todo en su vida, lo que parece una locura se convierte en un paso más de la coreografía que es su vida. «En Madrid consigo una beca en una academia de baile durante seis meses y después me contratan en el musical del Rey León», explica. Allí, en plena Gran Vía, baila durante cinco años. «Fue una experiencia única y una oportunidad superbuena para crecer» destaca, pero, como todo en la vida, también se acaba. Se va del musical para ir a aprender a Birmingham (Reino Unido) hasta que en una mala caída se lesiona. ¿Fue en el peor momento? «No fue el mejor. Cuando iba a empezar la rehabilitación llegó la pandemia y todo se volvió más difícil», como a todos, el covid la pillo desprevenida y tuvo que priorizar el «mantenerme» frente al baile.

Cuando se le acabó el paro tuvo que dejar el piso en el que llevaba años de alquiler y, entre mudanzas y su trabajo de camarera, «seguía entrenando para ponerme en forma y seguir peleando por tirar la puerta». ¿Y hubo suerte? «Pues no te lo vas a creer, pero me llamaron de una compañía húngara para bailar allí como aprendiz». ¿Te fuiste? «Claro que me fui. Fue un milagro que me apareciera esa oportunidad», explica que «normalmente una bailarina empieza en una compañía y luego acaba en un musical, pero yo lo hice a la inversa». ¿Cumpliste tu sueño? «Sí y no. Yo quiero ser bailarina en una compañía de neoclásico, pero allí, aunque hice papeles importantes, no me podían ofrecer un contrato». Conseguirlo es una quimera por la que compiten muchos bailarines, pero algunos, como Dámaris, tienen más hándicaps. «Ser negra y tener un cuerpo con curvas me hacen muy difícil entrar en estas compañías», lamenta. Los estereotipos y el racismo «son una realidad, están ahí, pero a mí no me queda otra que asumirlos y no permitir que me paren», explica. ¿Y después de Hungría, qué? «Pues me fui a París. Me llamaron para volver a participar en el Rey León». Se fue a Francia por unos meses y «después me marché a San Francisco (EE.UU.)» ¿Y te quedaste ahí? «No, por problemas con la visa. Me volví a París para seguir en el Rey León, pero mi objetivo es volver y conseguir trabajar allí». ¿Tu vida es un viaje permanente? «Se podría decir que sí. Voy con mi sueño a donde el viento me lleve», explica. Casualidad o no, «Donde el viento me lleve», es el título del nuevo documental de la directora Ana Prieto, en el que Dámaris será una de las cuatro mujeres que lo protagonizan. «Siempre quise contar mi historia y con Ana encontré una voz que me quería escuchar y explicar», destaca la bailarina. El documental se estrenó el pasado 4 de mayo en Madrid.

Después de tantas ciudades y situaciones... ¿Es difícil vivir por y para tu sueño? «Sí, claro. El mundo de la danza es muy complicado, pero es mi vida. Al fin y al cabo yo no tengo una familia o una pareja en la que refugiarme, solo tengo el baile como forma de amar», concluye la bailarina.