Los dueños del Toni's cuentan la historia del mítico club nocturno vigués en un documental

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

El escritor y actor Rubén de Marina debuta como realizador con un filme que se estrena el 30 de marzo en los Norte, en el que los hermanos López repasaron los hitos del local antes de su cierre definitivo

20 mar 2023 . Actualizado a las 23:26 h.

Carlos López Silveira, gerente del Toni’s Guitars club junto a su hermano Eladio, «Lalo», es como el alcalde de Vigo. No puede dar un paso sin que le paren para estrecharle la mano. La diferencia está en que su popularidad se la ganó durante décadas detrás de la barra de un bar, proporcionando ratos de felicidad a una clientela tan variopinta, que es imposible establecer un perfil del cliente del local, porque ha ido cambiando por épocas, como la vida.

Carlos, o Charlie, como le conocen todos, es un dandi de la hostelería, incapaz de decir en alto su edad, pero no tan presumido como para negarla: «Tengo siete nueve y mi hermano, Lalo, ocho cinco», confiesa, original.

Hace dos años bajaron el telón de un mundo subterráneo e irrepetible de la noche viguesa. Pero aquello no podía quedar así. Y aunque uno de los lemas del club era: «Lo que pasa en el Toni’s, se queda en el Toni’s», hay informaciones que no se les pueden negar a las generaciones futuras. Para ello está el documental que se estrena el próximo jueves, 30 de marzo, a las 20.00 horas en los Multicines Norte.

Su autor es el porriñés afincado en Vigo Rubén de Marina. El polifacético artista, formado como actor en Madrid, donde estudió interpretación y dramaturgia, debuta con este filme en el que se adentra en la peculiar historia de este bar que frecuentaba el mismísimo Bambino cuando venía a Vigo, con la misma discreción con la que se conducía el mito del flamenco y la rumba dramática que rompió moldes. «Se ponía en una esquina y no se movía, pero luego le encantaba ir a las ostras a la Piedra. Se podía tomar tres docenas él solo de una sentada», recuerda Carlos, que lamenta ahora no tener ningún recuerdo con él, «pero yo no era de fotos y esas historias», cuenta.

Rubén entró por primera vez en el Toni’s con 23 años y, poco a poco, fue labrando una amistad con los hermanos que dura hasta hoy. El director de la película, —que también acaba de publicar su primera novela, Amor y Ruinas— explica que le costó convencerles, pero lo logró. «La idea es suya», reconoce Carlos, que no se veía hablando de los entresijos de un espacio donde la intimidad de la clientela siempre ha sido sagrada. «El es muy discreto con su intimidad y con la de los demás, no le gusta alardear, pero al final accedieron y en el verano del 2019 nos fuimos a rodar con ellos durante cuatro días al local, con unos cámaras que también eran clientes», recuerda sobre el proceso que continuó con un salto en el tiempo debido al estado de salud de Carlos, que tuvo que alejarse de la vida laboral debido a una operación de corazón, y tras recuperarse, a la irrupción de la pandemia. «En marzo del 2020, cuando nos confinaron, el Toni’s había reabierto hacía cuatro meses. Pararon y ya nunca volvieron», cuenta Rubén y confirma Carlos, que recuerda que no paraba de pagar recibos con el bar cerrado, sin poder facturar.

El Toni’s abrió en 1962, pero Lalo, que tocaba la guitarra a la menor oportunidad, se hizo cargo del club en el 69. En los 90 llegó su hermano y bajaron el telón en octubre del 2021, pero ahora, el telón digital se abre de nuevo con la grabación que tiene a sus protagonistas como testigos. Para Rubén, lo importante de esta película es también que transmite una forma de entender la hostelería que ya no existe: «Detrás de la barra ya no hay gente que te escucha o te mira a los ojos», reflexiona.

Natalia Barciela es la coproductora junto a Susana Giráldez y Zircocine, del documental que han titulado Toni´s Club-Una vida nocturna. Por ahora está previsto un solo pase, aunque es probable que haya más, ya que la sala solo tiene 150 butacas. El documental iniciará además una carrera por varios festivales.

Carlos, que revela que con 17 años estaba trabajando en un antro del barrio chino vigués llamado El nido del cuco, ejerció de barman, de terapeuta y de confesor en el Toni’s y también tocó en el grupo Los Charlys Boys. Aunque asegura que le fueron robando objetos del bar, aún guarda en su casa decenas de recuerdos de aquel espacio done no cabía nada más, un singular local en un sótano al que se accedía a través de unas estrechas escaleras. Abajo, sobre la moqueta y los sofás rojos, se divirtieron durante décadas gentes de la burguesía local venidos a más, jóvenes que se desmelenaban al ritmo de Raffaella Carrá sin avergonzarse cuando no estaba de moda, estudiantes de Erasmus que recomendaban a sus paisanos esta visita imperdible, y un lago etcétera de adictos a un local que no cerraba nunca y que podía estar en otra ciudad (incluso en Nueva York), pero estaba en Vigo. Hubo un tiempo en que la fama que alcanzó ya metía presión al hostelero: «Llegaba y ya había cola en la puerta. No me dejaban ni quitarme el abrigo», cuenta sobre aquella época. El cinéfilo Carlos López, que ahora sale en una peli, advertía a sus clientes: «La realidad está arriba» y resume así su trayectoria: «Mi vida ha sido colosal». Fin.