Javier Urra: «Hay que educar en la ruptura para no pasar del amor al odio»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOÁN A. SOLER

El mediático psicólogo ofrece mañana en Vigo una charla sobre la salud mental en la familia

26 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El currículo de Javier Urra (Estella, 1957) es muy extenso, así que para no ocupar el espacio que hace falta para leer lo que piensa el mediático comunicador, destaca, sobre todo, que es profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid, doctor en Psicología Clínica, conferenciante y autor de decenas de libros sobre el ser humano y sus complicaciones conductuales. Urra, que fue además el primer Defensor del Menor en España (en Madrid), es uno de lo cincuenta expertos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. El profesional ofrecerá una charla organizada por la AMPA del Colegio Apóstol mañana a las 18.30 horas en el salón de actos del centro, que lleva por título la siguiente pregunta: «¿Qué podemos hacer en favor de la salud mental de nuestros hijos?».

—Usted dirá...

—Se pueden hacer muchas cosas. La primera idea viene con una estadística: el 70 % de la enfermedad mental de los adultos tiene su origen en la infancia. Por lo tanto, hay que empezar a cuidarla antes. La segunda cuestión es que hay una patología social que luego nos lleva a trabajar individualmente con cada persona, como es la corrupción, el consumo de drogas y de prostitución... problemas graves que hacen que luego los chicos no tengan valores o tengan desequilibrios. Y la tercera cosa que se puede hacer es decirles que no pidan a la vida más de lo que puede dar. Muchos jóvenes están perdiendo la ilusión y el interés por ella.

—¿Y qué pueden hacer para recuperarla?

—Tener más contacto con la naturaleza, buscar el diálogo, practicar deporte, estar con otros jóvenes, gustar de la cultura, de la belleza, utilizar el sentido del humor, relativizar, priorizar plantearse que lo importante no es el yo sino el tú, es decir, hacer más por los demás que por uno mismo y anticipar cuál será la gran pregunta de la vida, que creo que debe ser para quién he vivido, y no para qué, porque la vida no es una búsqueda de la felicidad, no lo creo. Hay que llevar la vida en los propios brazos. Hoy casi todo el mundo dice que no le da la vida. Oiga, pues organícese.

—O que le pregunten a usted cómo hace, ¿no?

—Pues sí. Ahora hablo con usted, después voy a almorzar con un gran amigo, que es Javier Sádaba, luego tengo que volver a la clínica a ver a algún paciente y después doy una conferencia. Cada cosa en su momento.

—Pero sin parar...

—Yo a las 4.30 de la madrugada ya estaba leyendo y estudiando, pero muy a gusto. También tuve tiempo para ver un rato a mi hija y a mi nieto, pero también es muy importante manejarse en la soledad y en el silencio. Y con ello volvemos a qué se puede hacer por nuestra salud mental. Aunque es cierto que hay familias que tienen más riesgo por aspectos endógenos, pero si tú no provocas situaciones estresantes, los riegos se minimizan. Por ejemplo, creo desde el máximo respeto que el trastorno por TDAH se diagnostica en exceso y, sin embargo, la depresión infantojuvenil está infradiagnosticada porque en los jóvenes, la patología cursa de distinta manera que en adultos y parece otra cosa. Está aumentando muchísimo el índice de suicidios, pero se puede prevenir. Lo que hay que hacer es poner la lupa en tantas familias que funcionan bien. Hay antídotos contra la enfermedad mental.

—En general, ¿cree que nos mentimos mucho?

—En los dos últimos años, España ha sido en país con el mayor consumo de hipnóticos, ansiolíticos y somníferos. Aquí todo el mundo es muy feliz, con el pulpo, con los callos, con la paella y lo que quieras, pero luego la gente no está bien. Y es porque es muy exigente. Hay mucha víctima, mucho quejicoso, mucho yo tengo derecho a..., que habría que ver por qué creen eso.

—¿Qué razones generacionales ve en el comportamiento joven?

—El hecho de conseguirlo todo con un clic hace daño. La realidad es otra cosa. Les hemos enseñado poco a aceptar la frustración. Hemos perdido el sentido de la espiritualidad. Ser religioso es una opción, pero espiritual lo es todo. Lo que está claro es que los chicos no pueden estar a los 12 o 13 años consumiendo pornografía o practicar conductas ludópatas. Todo esto hay que educarlo, y para eso hay gente como Javier Urra, que ha escrito 77 libros. Algunos no son para el gran público, pero otros, sí y no vale con leerlos, hay que ponerlos en práctica porque los jóvenes no son el futuro, son el presente.

—¿Cómo es su trabajo en este sentido, más allá de las charlas?

—Dirijo un equipo de 118 personas. Trabajamos con casos muy complicados de toda España y tenemos éxito con la inmensa mayoría. Han pasado más de 1.200 chavales por el centro, donde no tienen teléfono, ni ordenadores ni pantallas excepto para estudiar. Y están encantados. No digo que haya que prohibir eso, pero sí limitarlo. La presidenta de la Comunidad de Madrid me preguntó si retiraría el teléfono de las escuelas y le dije que sin duda. A los 15 días lo hizo y ¿qué problema hubo? Ninguno. Hay que educar bien y hay que dar ejemplo. Respecto a la violencia de género, hay que educar en el respeto y en la ruptura. Habría que educar para no pasar del amor al odio. No se está haciendo y está generando muchos problemas.