La Navidad multiplica los gases de efecto invernadero en Vigo

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Los atascos de tráfico provocaron más de 300.000 toneladas de gases tóxicos

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las cosas que se analiza y planifica (o debería) en la gestión de los espacios naturales protegidos, lugares históricos o yacimientos arqueológicos es el concepto de capacidad de carga o límite de cambio aceptable.

Es sencillo de entender: todos estos lugares (cuya prioridad es la conservación de su patrimonio natural o cultural) ejercen un efecto llamada sobre la población que puede llegar a masificarlos hasta el poner en riesgo sus valores y simultáneamente convertir en negativa la experiencia de sus visitantes, por lo que la capacidad de carga lleva implícito el establecimiento de límites. 

Nadie parece haber planificado la capacidad de carga de Vigo mientras se multiplicaban las llamadas urbi et orbi a visitar «la mejor Navidad del mundo» y así pasa lo que está pasando, que el centro de la ciudad y sus accesos han colapsado.

En circunstancias normales entran en Vigo (recordemos, la ciudad peninsular con más coches por habitante), solamente por la AP-9 y la avenida de Madrid, 93.705 vehículos diarios. Es evidente que se ha incrementado ese volumen de tráfico sin que la ciudad esté preparada para absorberlo ni se hayan planificado medidas de control. Si un mes normal las emisiones de CO2 y gases de invernadero derivadas del tráfico en Vigo superan las 61.328 toneladas, los dos meses de fastos navideños con toda probabilidad llegarán, sumando el incremento de coches y los atascos, a las 300.000 toneladas. Los Reyes Magos nos regalarán esta Navidad una tonelada extra por habitante de incremento de la emergencia climática, y lo más irónico es que se producen mayoritariamente en las que desde el 1 de enero deberían ser (no lo serán) zonas de bajas emisiones. 

Todo esto incrementa el ruido, y así las últimas mediciones acústicas que conocemos realizadas en el parque de atracciones navideño del centro (año 2019, con menos parafernalia) ya indicaban que la contaminación acústica superaba los máximos permitidos por las ordenanzas municipales. Lo peor es que ese incremento de ruido se produce en zonas ya catalogadas como acústicamente saturadas. La contaminación lumínica, en zonas también lumínicamente saturadas según el mapa lumínico de la ciudad, se ha incrementado en el equivalente a siete estadios de fútbol (dato de la Fundación Starlight en 2019, hoy sería más). 

Límites sobrepasados

Sin duda, hemos superado la capacidad de carga de la ciudad con la locura navideña y es un suplicio para el vecindario que vive en las zonas donde los demás pasamos un rato de visita. Tampoco es agradable pasear por calles atestadas de gente que recuerda los bandos de polillas atraídas por la luz y el deambular zombi de The Walking Dead. No estamos ofreciendo una experiencia turística de calidad y los promotores del evento han generado un monstruo que empieza a devorar nuestra calidad de vida. Nadie asume (más bien todo lo contrario) que ni lo hemos planificado, ni hemos previsto lo previsible, ni tenemos medios para modular el tráfico, ni estaban previstos aparcamientos disuasorios, ni refuerzos específicos y carriles reservados para el transporte público (que ha sido el primer bloqueado) y vehículos de emergencias a los que resulta imposible llegar a las urgencias. No queremos asumir que Vigo y su malla urbana no pueden soportar este impacto, y por supuesto a nadie le ha preocupado el impacto ambiental del prodigio hasta el punto de incumplir sistemáticamente las ordenanzas municipales de medio ambiente. Resolverlo no pasa solamente por planificar y prever lo previsible, sino por una herejía: limitar, reducir, dar marcha atrás.