El adiós de los Reyes

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

VIGO CIUDAD

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Suena como una vieja aria de una ópera de Puccini, aunque solo es una despedida amable. Los Reyes ya están de regreso por el camino que han señalado las estrellas. Están de vuelta, después de haber apagado todas las luces de la Navidad en las ciudades iluminadas, con Vigo prorrogando la orgía lumínica que se incendió con millones de bombillas led, rompiendo todas las sombras de la noche.

Se van dejando recogido todos los anhelos que envolvieron en papel de regalo las ilusiones infantiles. Tras la dura jornada nocturna del día 5, regresan satisfechos por el mismo camino que los trajo al último reducto occidental donde todavía pervive la tradición de los tres Reyes Magos de Oriente, de Melchor, de Gaspar y de Baltasar, el fusco de la leyenda cunqueiriana, y al que no se le puede llamar negro, por los dictámenes de lo políticamente correcto. Son los representantes legítimos de Europa, de Asia y de África que, convocados por una estrella que los guiaba, fueron hasta Belén para adorar al niño que nació en un humilde establo campesino.

Ahora se van, los tres como viejos amigos con las tareas encomendadas del reparto de presentes, de juguetes y de obsequios a los niños de esta parte del mundo. Ya no traen carbón para los rapaces díscolos porque eso está mal visto en los tiempos que corren.

Fueron antaño los embajadores de Payá, de los maestros jugueteros de Ibi, de Alcoy, que es el lugar donde habitan los sueños. Ahora trabajan mayoritariamente para los chinos que diseñan todo el imaginario infantil con consolas de videojuegos incluidas.

Retornan a seguir durmiendo el eterno sueño, en el sarcófago áureo de la catedral de Colonia, donde yacen desde hace varios siglos. Falta Artabán, el cuarto rey mago que, según van Dike, que escribió su historia, nunca llegó a tiempo para entregar sus ofrendas y se perdió por un eclipse que ocultó la estrella. Artabán continúa vagando por el universo infantil, por el mundo de los niños hasta el fin de los días. Adiós señores Reyes, me quedaré aguardando su regreso. No podrá el gordinflón de rojo —el que se coló en la Navidad para anticipar los regalos esperados— evitar la gran fiesta de la epifanía en la mágica mañana del 6 de enero.

Os he pedido una sonrisa y un atardecer de oro viejo, una brisa matinal de ángelus y un abrazo de quien me quiere. Todo me lo habéis traído. Adiós Majestades.