Hemeroteca: La actriz porno y diputada italiana fue contratada por Telmo Domínguez en 1987 para participar en la fiesta de reapertura del club nocturno que regentaba en la zona vieja de la ciudad
23 nov 2022 . Actualizado a las 01:21 h.Analizar con la mentalidad actual algunas cosas que ocurrieron en los años ochenta del pasado siglo es una tarea inútil y, además, difícil de comprender racionalmente. Aquella década fue tan loca, como para llevar a una actriz de cine pornográfico al Parlamento de Italia, y que un empresario gallego, con un famoso club, donde se ejercía la prostitución en Vigo, la contratara para presidir la reapertura de su establecimiento nocturno. Eso ocurrió en 1987.
Ilona Staller se había presentado a las elecciones al Parlamento italiano bajo las siglas del Partido Radical. Hasta ahí, no llamaba la atención. La notoriedad le llegó por su profesión, pornoactriz, y por su nombre artístico, Cicciolina, que en castellano se traduce como cachonda. Tenía, además, la curiosa costumbre esta mujer, que había nacido en Hungría, de mostrar sus pechos a la mínima. Lo llegó a hacer incluso en una visita al parlamento portugués. De hecho, cuando salió elegida, gracias a los 10.000 romanos que la votaron, ya advertía de uno de sus anhelos: «Alguna vez me gustaría enseñar las tetitas en el Parlamento».
El caso es que aquel reguero de notoriedad se extendió, principalmente por la Europa mediterránea, y las apariciones públicas de la pornodiputada se multiplicaron en los más diversos escenarios. Y ahí aparece Telmo Domínguez, un ponteareano afincado en Vigo, que inició una carrera como cantante, pero que acabó regentando el club de alterne_ que era como se le llamaba antes a los clubes donde se ejercía la prostitución_ más famoso de Vigo, el Telmo's.
Este hombre quería contratar a Cicciolina para la fiesta que preparaba con motivo de la reapertura de su establecimiento, tras realizar una reforma. El local tenía mucha fama entonces. «Por allí pasan los jugadores del Real Madrid, el padre de Julio Iglesias y otras hierbas no menos importantes», decía una periodista de La Voz de Galicia tres días antes de la llegada de la «comerciante sexual y diputada», como era calificada Cicciolina en la misma noticia.
El 29 de noviembre llegaba la parlamentaria italiana al aeropuerto de Peinador, adonde la fue a buscar Telmo Domínguez en un vehículo descapotable de color rojo. La entrada en Vigo de ambos fue de todo menos discreta, ya que la actriz y política se subía, de vez en cuando, a lo alto del asiento trasero para mostrar sus pechos a tirios y troyanos. En sus brazos iba Cicciolino, un oso de peluche que la acompañaba siempre.
Días después se supo que la invitada italo-magiar había cobrado, por adelantado, un millón doscientas cincuenta mil pesetas, que en el año 1987 era un dineral. Así se entendía tanta buena voluntad. Desde el aeropuerto, Cicciolina fue al hotel Bahía, donde estuvo hospedada. En ese mismo espacio, la diputada y el empresario ponteareano dieron una rueda de prensa para explicar la reapertura del Telmo's y cómo se desarrollaría la fiesta. Tras el encuentro con los periodistas, los dos personajes pasearon por las cercanías de la sede del Náutico, provocando un gran revuelo. Cientos de personas quisieron ver en vivo a la rubia y sus famosos pechos.
Por la noche, dentro del local, ya fue otra cosa. La entrada costaba tres mil pesetas. Muy exclusiva. La crónica aquí se bifurca. La Voz de Galicia publicaba la noticia firmada por una periodista y, ese mismo día, otro artículo, más jugoso, realizado por un redactor.
«Cuando acometió a fondo el numerito porno, los más viejos del lugar, los cabareteros vigueses, que el domingo resucitaron del olvido, dijeron que era un espectáculo muy crudo», decía la periodista, que además situó en la escena del crimen a otros tres compañeros de profesión, que, aunque no dijo sus nombres, no era difícil adivinar quiénes eran.
Descripción del público
El artículo del varón transmite mejor la mentalidad masculina de la época, comenzando por decir que «los viejos juerguistas de aquel añorado cabaret vigués no capitulan», y después contar parte de lo ocurrido. «Hasta las chicas de alterne sacaron del armario sus mejores galas y, arregladitas como para ir de boda, revoloteaban entre armadores de abultada bolsa a señoritos de peinado relamido, dignos de una estampa de posguerra, vástagos de la sardinocracia que dilapidan alegremente lo que queda de la fortuna familiar. Estaban también contrabandistas y logreros, respetables profesionales y conocidos comisionistas», era el bodegón sociológico que pintaba el periodista testigo de la actuación de la Staller.
Cicciolina tenía sus normas. No quería ser fotografiada mientras estaba realizando el número pornográfico incluido en su contrato, y tampoco permitía que tomaran imágenes de ella a menos de dos metros de distancia. Además de la crudeza del espectáculo antes referida, también se sabe que participaron activamente en el mismo tres periodistas de la ciudad, los mismos que había referido en su crónica la periodista de La Voz.
«Al final, como en los toros, hubo división de opiniones. Las bolboretas nacionales decían que la cosa no era para tanto y que cualquiera de ellas, con la adecuada promoción y un partido detrás, habrían llegado más lejos», escribía nuestro cronista, que incluía un aspecto nostálgico. «Esto ya no tiene poesía», recogía el periodista de un «viejo conductor del ejército de la noche, mientras arrastraba un optimismo que sus piernas se negaban a sostener».
Hubo dos funciones, una el sábado y otra el domingo, y concluidas, la Cicciolina se fue por donde había venido. A partir de ahí, Telmo Domínguez trató, sin éxito, de contratar a la otra italiana del momento, Sabrina, que cobraba más por actuación que la recién despedida actriz y diputada radical.