Al mismo tiempo que el Prestige lanzaba una señal de socorro, hace ahora dos décadas, la antigua cárcel de la calle del Príncipe abría sus puertas como museo de arte contemporáneo
08 nov 2022 . Actualizado a las 23:47 h.El 13 de noviembre del 2002, al mismo tiempo que saltaba la alarma por la deriva de un petrolero frente a la costa gallega, abría sus puertas en la calle del Príncipe de Vigo el Museo de Arte Contemporáneo, más conocido como Marco. Esta semana cumple dos décadas e inicia su etapa adulta.
Con su inauguración, quedaban atrás doce años desde que el alcalde Manuel Soto decidiese el derribo del edificio del antiguo Palacio de Justicia para abrir en el lugar una plaza que se llamaría de la Concordia, firmada por el arquitecto Ricardo Bofill. La concordia no se materializó porque en Vigo se desató una polémica enorme entre los partidarios del derribo y quienes defendían su aprovechamiento para fines culturales. La salida de Soto de la alcaldía allanó el camino a estos últimos.
Con Carlos González Príncipe como alcalde, empezó a hablarse de la creación de un museo de arte contemporáneo en aquel edificio de el último tercio del siglo XIX. Como suele ocurrir en Vigo, la gestación y, sobre todo, la materialización del proyecto fueron con calma. De hecho, fue en la campaña electoral de las municipales de 1995 cuando Príncipe hizo la promesa de que el museo estaría abierto en 1999, tras una inversión de mil millones de pesetas que incluía la rehabilitación del edificio a manos de los arquitectos gallegos Salvador Fraga, Manuel Portolés y el madrileño Francisco Javier García?Quijada.
Príncipe perdió la alcaldía en aquella cita electoral y fue sustituido por Manuel Pérez, líder del PP en la ciudad. El proyecto quedó aparcado hasta 1997. Con Maite Fernández al frente del departamento de Cultura, el gobierno local decidió retomar la idea del museo. Surgió entonces el problema de la financiación. Desde el Gobierno de España se apoyaba el proyecto, pero miraron para Europa cuando el gobierno de Vigo solicitó dinero. El 70 % del presupuesto llegaría a través de los fondos europeos, pero la hacienda municipal debía aportar el 30 % restante. Desde la dirección del Museo Quiñones de León, entonces en manos de José Manuel Hidalgo Cuñarro, se apuntó la idea de crear un patronato que involucrara a empresas privadas, algo que acabó cuajando. Más tarde, también se animó la Xunta de Galicia, aunque siempre se dejó claro desde Santiago que su museo en Vigo era el del mar, situado en Alcabre.
Más o menos encaminado el proyecto, en la propia ciudad, desde círculos culturales se planteó la necesidad de planificar el uso del centro antes de su creación, es decir, ponerse de acuerdo sobre el contenido antes de afrontar el continente. E, inevitablemente, surgió el enfrentamiento entre los artistas contemporáneos y los más clásicos, desde donde se plantearon distintas formas de dirigir aquel complejo cultural.
Tras tanto debate llegó el ladrillo. En junio de 1999, el Concello adjudicaba las obras de construcción y rehabilitación a la empresa Necso por 1.335 millones de pesetas. La primera palada propagandística la dio el alcalde en funciones Manuel Pérez, que dejaría poco después su puesto al nacionalista Lois Pérez Castrillo, quien delegó la cultura en manos de Carlos González Príncipe.
El exalcalde vio en enero del 2000 cómo se elegía el nombre y el logotipo del museo. Fue cuando nació Marco como referencia fundamental de la cultura viguesa de los siguientes años. Y la dirección llegó a finales del mes de julio del 2001 cuando una comisión elegía a la viguesa Carlota Álvarez Basso. Afirmaba entonces en La Voz: «Conozco muy bien Vigo y sé en que meollo me estoy metiendo». Y tanto que lo supo porque la puesta en marcha de organizó, así como los años siguientes al frente del museo, fueron ejemplares. De hecho, nació Marco con la bendición de Arco o, por lo menos, de su directora La directora de Arco, Rosina Gómez Baeza.
Quizá porque alguno había vivido en el Concello los años de la movida, el museo tuvo un acto en febrero del 2002 solo para invitados, quienes tuvieron el placer de gozar de la forma de recitar de Carlos Oroza, pilar principal del orate de Viveiro. Después llegó el test del público. Durante unos días, diez mil personas pudieron acceder a las instalaciones. El 94 % de los visitantes señaló que el Marco sería una seña de identidad para la ciudad.
En octubre de ese mismo año se ponía en marcha la Fundación del Marco en la que estaban presentes el Concello de Vigo, Caixanova, la Xunta de Galicia y la Diputación Provincial. Años más tarde se marcharían la Diputación y la entidad heredera de la Caja, y entraría el Ministerio de Cultura.
Y así llegó el 13 de noviembre del 2002. «Era máis do que esperaba», dijo Manuel Fraga, entonces presidente de la Xunta, tras recorrer las instalaciones. Pudo ver además una muestra de los componentes del colectivo Atlántica, así como una exposición relacionada con el propio espacio rehabilitado. Todo el mundo quedó muy satisfecho y, al día siguiente, quedó abierto el museo para todo el mundo. Sin embargo, la inauguración oficial la realizó el 17 de diciembre el entonces príncipe de Asturias y actual rey Felipe de Borbón. Y no tuvo un buen recibimiento porque un amplió grupo de personas expresó su malestar por la gestión realizada por el Gobierno en el caso del Prestige, que para entonces ya se había hundido, dejando un rastro de pichi por toda la costa.