Las fotos que no piden «me gusta» en Instagram

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

El reportero vigués Juan Teixeira repasa en la Casa das Artes de Vigo su trayectoria de 15 años de viajes a países en conflicto mientras pausa el documentalismo en apoyo a Pablo González, su colega detenido en Polonia

20 oct 2022 . Actualizado a las 15:51 h.

Juan Teixeira (Vigo, 1983) es un fotoperiodista con medio mundo a sus espaldas que como muchos otros compañeros, no se olvida nunca de hacerle un hueco al miedo en la mochila porque es también el que da la señal de alarma cuando el peligro acecha. Pero a diferencia de los cientos de fotógrafos que andan por el planeta disparando a todo lo que se mueve, ni «compra» a primera vista lo que las imágenes parece que cuentan ni comulga con la típica épica que ilumina con un halo a los buscadores de dramas lejanos, que funcionan si hay lupa pero no prismáticos, porque al final, solo nos tocan la fibra cuando nos rozan físicamente.

Para empezar, y al hilo de la exposición Sociedade Siglo XXI que protagoniza hasta el 30 de octubre en la Casa das Artes (Policarpo Sanz, 15), explica que de las 81 fotos que la conforman, la más antigua tiene unos 15 años, que es cuando empezó a hacer fotografía «de una manera bastante casual», confiesa. El vigués añade que se fue a viajar «por curiosidad y por conocer mundo cuando acabé la universidad, me llevé una sencilla cámara de mi padre y ahí la empecé a usar la fotografía como medio de expresión. Me di cuenta de que me atraía mucho y se acabó convirtiendo no en el pasatiempo, sino en lo que hacía todo el día, así que tras varios viajes empecé a enfocarme en hacer de ello mi profesión». Teixeira hizo un máster de periodismo multimedia y a partir de entonces inicia su trayectoria como fotoperiodista independiente que le ha llevado por casi 40 países.

«Me cuadró estrenarme con un conflicto armado porque justo fue acabar el máster y comenzó la guerra en Ucrania, que aunque la gente cree que empezó ahora, como mínimo fue en el 2014 y desde entonces estuve allí cada año. Hasta antes de la invasión rusa murieron 30.000 personas. Es una guerra que no se contó demasiado, pero ahí estaba, nada que ver con la situación actual». Se refiere el autor al bombardeo informativo «porque formamos parte de uno de los bandos implicados a través de la OTAN y la guerra mediática es parte esencial de ese conflicto que parecía que no nos importaba cuando ya era gravísimo antes», denuncia. El fotógrafo indica que «de ignorarlo hemos pasado a poner la bandera de Ucrania por todas partes y aunque obviamente estoy en contra de esa guerra, no es la única en el mundo. Qué pasa en Yemen, en Etiopía y en tantos otros países que parece que no existen», se pregunta.

El talento y el arrojo del profesional vigués también se ha fijado en la ruta de los refugiados hacia Europa, el conflicto entre Israel y Palestina, el Kurdistán turco en la frontera turco-siria y vidas al límite en muchos otros puntos calientes del globo. «La exposición es una retrospectiva de todas las fotos que no formaban parte de un proyecto concreto pero a la hora de recopilar, vi muchos nexos de unión entre ellas, como la alienación, la violencia, la militarización o las desigualdades sociales. Al juntarlas han acabado configurando un retrato de la sociedad que yo he conocido hasta ahora», resume sobre un trabajo que finalmente, es un retrato colectivo de sentimientos universales.

XOAN CARLOS GIL

La muestra en la que condensa su trayectoria no es casual. Obedece a un momento vital de cambio en el que probablemente abandone la fotografía documental. Ese punto de inflexión tiene un nombre y se llama Pablo González, reportero como él, amigo y compañero de viajes desde el 2012, que «lleva seis meses en prisión preventiva en Polonia, en una situación muy dura e injusta, acusado de ser espía de la inteligencia militar rusa y detenido sin pruebas a espera de juicio. «Hasta que no se solucione, no estoy con el cuerpo para volver», afirma. Mientras, se ocupa en Vigo de proyectos, como el que desarrolla en la asociación de educación natural y rescate animal Villa Caótica.

El fotógrafo es hijo del pintor Mingos Teixeira y su maestro con el pincel hasta que, de adolescente, se reconoció más en la escritura y la imagen. Pero debe a su progenitor —además de la primera cámara y objetivos que aún usa—, la base de cultura visual, de estar rodeado de arte e ir a museos que le hace componer escenas casi de manera automática. Y también en la tradición de titular obras con un sustantivo y un adjetivo para tratar de explicar la abstracción lírica.

La belleza previa al cataclismo

A Juan Teixeira le resulta difícil asociar una foto a un buen recuerdo porque en su trabajo se centra en aspectos críticos o que denuncian situaciones que le parecen injustas, «no en lo que hace feliz, por eso, por ejemplo, no suelo hacer fotos de conciertos», señala. Pero en la exposición Sociedade Siglo XXI, salva dos: La que se exhibe sola en una habitación casi a oscuras y retrata el abrazo de un padre a su hija en el agua en Kerala (India), «porque transmite la idea de vía de escape a las demás, el amor y la cooperación como símbolo de cara al futuro para evitar seguir mismo camino»; y la que refleja el título de la muestra: «Un hombre que contempla un barco casi hundido y asiste impasible al momento de belleza previo al cataclismo».