Ignatius Farray: «Un cómico no puede refugiarse en una zona de confort, tiene que ir al límite»

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

El actor canario estará en el Teatro Afundación de Vigo el viernes 14 de octubre

13 oct 2022 . Actualizado a las 16:55 h.

Ignatius Farray actuará el 14 de octubre en el Teatro Afundación de Vigo, a las 20.00 horas, y el 29 en el Auditorio Abanca de Santiago de Compostela. Lo hará con su espectáculo La comedia salvó mi vida, donde contará sus vivencias. Las entradas están a la venta en Ataquilla.

—¿Qué hay de cierto en el título?

—¿Cómo se titula? (risas).

—Empecemos de nuevo. ¿La comedia salvó mi vida tiene algo de cierto?

—Vale, vale, perdona (entre risas). Es que a veces le cambio el título a los espectáculos y luego no me acuerdo de cuál era. Pero sí, ese título tiene sentido porque yo siempre he sido muy pudoroso, aunque no lo parezca, y un poquito cobarde, y nunca pensé que me atrevería a subirme a un escenario, aunque me llamaba mucho eso.

—¿Qué pasó para que girara tanto su vida?

—Yo soy de Tenerife, pero me vine a Madrid. Estaba un poco perdido tras acabar Comunicación audiovisual y trabajar en una pizzería, así que me fui a Londres. Inconscientemente, convertí mi vida en una vida de mierda para que no me quedase otra alternativa. Cuando no tienes nada que perder te cuesta menos tirarte a la piscina.

—Con el añadido de que su profesión tiene un valor terapéutico porque sale ante el público, suelta todas esas cosas que le pueden hacer daño. Y el público, además, se ríe.

—Sí, es un privilegio. Se habla mucho de los límites del humor y de si la comedia crea confrontación, pero yo creo que es todo lo contrario, que el fin último de la comedia es la conciliación. Cuando subes al escenario, la gente te da el privilegio de comportarte y hablar de cierta manera que en la realidad no es admisible. Eso sí que es un privilegio.

—¿No hay cierto paralelismo con la figura clásica del bufón?

—Sí, es cierto que hay una función terapéutica, pero no solo para la persona que se sube al escenario, sino también para la que asiste como espectador. A la figura del bufón se le permiten esos márgenes, pero también porque significa una válvula de escape para la tribu, así que, desde ese punto de vista, entiendo el humor desde una perspectiva antropológica. Como a la figura de un chamán al que se le permite hacer ciertas cosas, la gente que te ve actuando se pone en tu lugar y siente esa sensación de libertad, porque, a lo mejor, la libertad es más que dos cañas y unas bravas en una terraza. A lo mejor, la libertad con mayúsculas es esa complicidad que la gente te da en un momento dado.

—¿Improvisa entonces en el escenario en función del público?

—Es mi ambición. Trato de seguir un guion porque da cierta seguridad, pero en el fondo eso queda siempre un poco acartonado. Cuanto más te dejes llevar mejor es, aunque siempre hay miedo a perder el control. Al final te das cuenta de que es la gente quien te arropa. Así que un cómico tiene el privilegio de comportarse de cierta manera, pero también el deber, y no puede refugiarse en una zona de confort. Si el público te ha dado ese privilegio, tienes que jugar un poco al límite, porque sino sería defraudar la confianza que te han dado.

—¿Supone eso mostrar un compromiso ideológico?

—Sí, en el fondo es una posición ideológica más allá de cualquier partido porque es un ansia de libertad. Se puede teorizar mucho sobre la libertad, pero primero hay que ejercerla, aprovechar ese margen de confianza y complicidad que te da la gente. Claro que la cosa se puede torcer, y yo a veces me paso más de la cuenta, pero cuando todo sale bien, lo que se genera entre el cómico y el público es algo parecido a una ciudad con sus propias reglas. Digamos que la libertad se demuestra andando.

 —¿Considera absurdo su humor?

—No tiendo yo a premeditar las cosas, pero creo que sí. En el fondo, lo absurdo es cómo atreverte a mirar el abismo. Imagínate el chiste: iban dos y se cayó el del medio. Es un chiste absurdo, pero te atreves a mirar a ese abismo en el que se pierde el sentido. En la realidad, el sentido nos arropa como una red de seguridad; la civilización y la cultura siempre apuestan por aportar sentido para que el individuo se sienta más seguro, y la comedia es un triple salto mortal sobre ese sentido para acabar siendo acogido por las risas y la confianza. Así que es como darnos la mano todos y saltar al vacío.

 —¿Hace guiños locales en sus espectáculos? 

—No suelo forzarlo, pero a veces surgen. A mi no me gusta forzar esas situaciones porque suele quedar acartonado.

—¿Qué hace en la actualidad al margen de los escenarios?

—Últimamente he escrito libros. Ahora sale Meditaciones en la editorial Temas de Hoy.

—¿No será de autoayuda?

—Es una parodia del libro de Marco Aurelio. No es de autoayuda, pero sí recoge pensamientos míos. Además, abrí un canal de Twitch y estoy contento. Se llama El show de Ignatius Farray.