Un canal de solidaridad con el Sáhara

iria juiz VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Los acogimientos de niños propicia un apoyo continuado a los campamentos

11 sep 2022 . Actualizado a las 21:12 h.

Patricia Amoedo lleva ya nueve años acogiendo a niños saharauis en su casa todos los veranos, sin contar los dos años que la iniciativa Vacaciones en Paz estuvo paralizada por la pandemia. Mientras, Sonia Vázquez es primeriza. «Coñecemos o programa polos medios de comunicación, e polo tema político e humanitario apeteceunos probar», comenta Amoedo, que recuerda la primera vez que ella y su marido, Alfonso Rodríguez, decidieron «estrenarse na maternidade». «Cando comezamos a acoller había máis nenos que familias acolledoras en Galicia», afirma la viguesa, que actualmente desempeña la función de coordinadora de la asociación Soliedaridade Galega co Pobo Saharaui (Sogaps) en Vigo. Este verano llegó a su casa en Chapela Ayagalia, de nueve años.

A Sonia Vázquez siempre le llamó la atención la idea de acoger, pero no fue hasta ahora cuando tuvo disponibilidad completa para dar el paso. «Recuerdo ir a ver una recogida saharaui hace unos años. Nunca se me olvidará», sostiene. Fatu Abba, de ocho años, llegó el 26 de julio a su casa en San Miguel, y la viguesa confiesa que tuvo mucha suerte: «Con ella ha sido todo muy fácil, es extrovertida y tiene curiosidad por acercarse a los demás». A pesar de que el idioma a veces es una traba, la adaptación en el mes y medio que estuvo conviviendo con su familia fue: «Mi hija Ana, de doce años, estaba tan ilusionada como descolocada con la llegada de Fatu. No es solamente que alguien venga de vacaciones a tu casa, sino convivir con otra persona». Sin embargo, Amoedo observa desde su experiencia una mejor adaptación de los niños frente a las niñas: «Eles están acostumados a estar fóra da casa xogando nos campamentos, mentres que as nenas están máis apegadas ás nais, aboas, irmáns…».

Una de las razones por las que las familias saharauis envían a sus hijos a diferentes puntos de España es por las altas temperaturas que se alcanzan en el desierto en verano, pero también por las necesidades sanitarias y alimentarias que sufren los más pequeños. Vienen con un pasaporte provisional y colectivo, a lo que se añade una tarjeta sanitaria. La mayor carencia quizás, según comenta Sonia Vázquez, es el estado bucal. Muchos llegan con necesidad de endodoncias, tratamiento que la seguridad social no cubre, por eso muchas familias tienen que terminar pagando un dentista privado. De hecho, este es uno de los requisitos que se les solicita a las personas que acogen. Además de demostrar que van a poder llevar a los niños a los especialistas necesarios, también se les requieren condiciones mínimas como que tengan tiempo para dedicarles, o que si envían a sus hijos a un campamento, por ejemplo, los acogidos también tengan la opción de ir.

Contacto más fácil

Cada vez la comunicación con las familias biológicas de los pequeños es más sencilla. «Cando comezamos non había Whatsapp e as chamadas eran moi caras», relata Patricia, que observa un gran avance en la relación que mantiene ahora con los familiares de los acogidos: «Ao final creas un vínculo coa familia de alá o resto do ano». De hecho, la ayuda que prestan en su caso va más allá de la temporada estival. Si saben que la familia necesita dinero o cualquier otra cosa hacen un envío a los campos de refugiados donde residen los niños. En el caso de Vázquez, las facilidades son todavía mayores. La madre de Fatu Abba también asistió al programa Vacaciones en Paz cuando era una niña, por lo que la lengua no supone un gran problema.

Los sentimientos fueron encontrados, como cada año, a la hora de la despedida. «A maioría estaban desexando ver as súas familias para contarlle o que viviron aquí», explica Amoedo, que asegura que trató de aprovechar hasta el último minuto con Ayagalia. Sin embargo, su experiencia le dice que al llegar a los campamentos, y pasada una semana, todos quieren volver a Galicia. «La verdad que es un trabajo pero la voy a echar un montón de menos» coincide Vázquez, que de seguro repetirá la experiencia.

El programa Vacaciones en Paz desplazó a Vigo a 25 de los 184 llegados a Galicia

Hace más de 30 años que la asociación Sogaps (Solidariedade Galega co Pobo Saharaui) desarrolla el programa de acogida Vacaciones en Paz. Gracias a esta iniciativa, niños y niñas con edades entre los ocho y los doce años que viven en los campos de refugiados de Tinduf pueden huir del horror que supone soportar 50 grados durante los meses de julio y agosto. Este año a Vigo llegaron 25 niños, de los 184 acogidos en toda la autonomía. Todos los años desde la Asociación coordinadora se realiza una charla informativa explicando en qué consiste la acogida y el contexto del que vienen los pequeños. Durante el resto del año también tratan de recaudar dinero y captar familias a través de diferentes actividades. Este año la llegada se ha retrasado más de lo esperado, de hecho, los familiares llegaron a pensar que ya no vendrían. Generalmente a principios de julio los pequeños ya están en Vigo y el resto de puntos de acogida, pero este año no llegaron hasta el 26 de julio, por lo que pudieron disfrutar poco más de un mes de su estancia en la ciudad.

El futuro de estos niños es quizás lo que más asusta a las familias que acogen, ya que saben que una vez cumplan los doce años tendrán dificultades para volver aquí —ya que sus pasaportes son provisionales—. Existe otro programa por el que pueden venir cuatro años más, pero en condiciones que difieren bastante de las establecidas en Vacaciones en paz. Se llama Madrasa (colegio en árabe) y trata de dar una oportunidad a los niños para que continúen sus estudios durante el curso escolar en nuestro país. La cifra de jóvenes que llegan cada año a través de este proyecto es mucho más baja que los acogidos en verano, tan solo once.