Desde aquellos pelos de la movida de Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

José González Mera y Terita Gómez continúan la tradición peluquera que inició la familia en Ourense y siguió en París; pusieron en marcha el Salón Jose el mismo año en que se casaron y vivieron tiempos creativos

29 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A Jose González Mera el interés por la peluquería le llegó como en una especie de riego por goteo. A pesar de tener todos los boletos para dedicarse a esa profesión que apasionaba a su padre, que desde los 9 años seguía a su abuelo (zoqueiro, agricultor y veinte cosas más) para que le enseñara, él se inició sin demasiada convicción y poco a poco se fue creciendo el peluquero que llevaba dentro.

Jose confiesa que una de sus primeras vocaciones fue la de agente del Seprona y cuidar de la naturaleza, pero al final terminó entrando por el aro familiar y cuando terminó el bachillerato, comenzó a cogerle el truquillo al peine y las tijeras. «Mi padre abrió en 1980 su negocio: Antonio Peluqueros, en la calle María Berdiales, y yo no lo tenía muy claro pero me anoté a una academia y al año siguiente empecé a echarle una mano», recuerda.

«Me tocó hacer el servicio militar en Madrid y seguí formándome en establecimientos por allí, más tarde me fui una temporada a Oviedo con Ramiro, un profesional que tenía mucha fama por aquel entonces, y después también estuve en Pravia con Juan Fernández», repasa.

Jose nació en Ourense y su padre en Allariz, pero la familia emigró a París y al volver decidieron, como muchos otros, volver a Vigo, «que era una ciudad grande, puntera y donde más trabajo había a finales de los 70, y además llena de directivos de Citroën y a muchos los atendía mi padre, que hablaba francés perfectamente», razona.

Su primer enfoque fue hacia la peluquería tradicional. «Fue una época buena para expandirnos, mi padre se quedó donde estaba y nos vinimos a García Barbón. Esta peluquería la abrí yo en agosto del 88, va a hacer ahora 34 años. Fue un mes glorioso porque también celebré mi boda», subraya recordando que inicialmente optaron por ponerle el nombre del local paterno «porque él ya tenía su prestigio, pero un año y medio después tuvo que cerrar porque iban a derribar el edificio y se vinieron todos, mi padre (que aún estuvo 15 años, hasta que se jubiló en el 2009) y todos los empleados, llegamos a ser doce trabajando aquí», medita.

Los años que vivió con más intensidad en su trabajo fueron los de la movida: «Discotecas, desfiles, concursos de peluquería, creación, moda... todo eso se tradujo en un montón de trabajo y un derroche de creatividad, que era lo que la gente pedía», asegura.

Con su mujer, Terita Gómez —que nació en París, vivió en la capital gala hasta los 18 años y se introdujo en el sector tras casarse—, dio paso a una nueva andadura más pausada en el negocio de ambos y en el que, según confiesa, disfruta por primera vez de lo que hace, con tranquilidad.

El retiro del patriarca, Antonio González, que como apunta su hijo, le cortaba el pelo al obispo Cerviño, supuso un punto y aparte que aprovecharon para darle otro giro al negocio, con una remodelación del local y al fin, el cambio de nombre: Salón Jose, que es el que mantiene en la actualidad. De aquel momento, el peluquero recuerda que era incipiente la moda de los barberos al estilo vintage. «Pasamos de ser una peluquería mixta con su parte de estética a centrarnos en la clientela masculina, aunque seguimos con la estética para mujeres, pero ya no con tres ambientes diferenciados como antes, sino todo junto», aclara. El bum de la barbería sigue existiendo y a él se han sumado también las chicas, «que piden arreglos de pelo muy cortitos»

La pandemia supuso un nuevo parón que como a otros muchos, le llevó a reflexionar. «Y ahora nos estamos volviendo a reinventar, esperamos cumplir los 40 años del negocio, aunque no hay una generación detrás que vaya a seguir, sino que tendrá que ser alguien ajeno a la familia quien coja las riendas», elucubra.

De las miles de personas a las que habrá cortado en pelo a lo largo de los 40 años que lleva desde que empezó, destaca a su clienta más fiel. «Se llama Mari Carmen Cabo y me sigue allá donde voy desde que yo tenía 18 años», revela. Ella es su anónima favorita, pero entre sus manos ha tenido cabeza de futbolistas del Celta y políticos locales. De todas formas, lo que más valora es el barrio en el que se asienta, donde siente que se ha creado una comunidad en la que todos se ayudan los comerciantes del barrio.

En el escaparate de su local exhibe piezas de barbería originales, maquinas, eléctricas, navajas, brochas y otros artilugios del oficio que han caído en desuso, «empecé a exhibir piezas que usamos aquí su día y ahora hay clientes que me traen cosas», explica el barbero que, confiesa: «Odio afeitarme, pero disfruto afeitando a los demás», aclara.

Desde 1988

 Dónde está: Calle García Barbón, 52. Vigo