La viguesa Agüeda Ubeira recrea en su obrador Chupipostres de Nigrán el famoso pastelillo industrial; su versión sin ingredientes de origen animal sabe exactamente igual que el original y hacen envíos a toda la península
07 jul 2022 . Actualizado a las 12:20 h.
La infancia de los años 80 fue la de la bollería industrial sin reparos en las grasas trans ni lupas puestas en la retahíla de aditivos químicos que alegraron las meriendas de los niños cuando aun quemaban calorías jugando en la calle. Casi medio siglo después siguen en el mercado aquellos pastelitos, pero la oferta ya es mucho más amplia y diversa en una sociedad en la que además ha crecido la preocupación por la alimentación sana, la ecología y el bienestar animal. En ese contexto nace Chupipostres, empresa que puso en marcha la viguesa Águeda Ubeira hace ocho años en Gondomar. La emprendedora dejó atrás un estresante pero bien remunerado puesto como responsable del departamento de recursos humanos de una multinacional para moldear su propia agenda. «Cuando nació mi segunda hija me planteé otro ritmo de vida, quería una conciliación mayor», explica añadiendo que al empezar con un pequeño obrador de pastelería personalizada consiguió su propósito.
Uno de sus primeros éxitos fueron los desayunos a domicilio, un bombazo que estaba sin explotar y que luego se extendió en el sector hasta el infinito y más allá. La fórmula se agotó, pero volvió a tener una enorme demanda con la llegada del covid y la eclosión de los pedidos a la puerta. En el 2020 Águeda Ubeira ganó por su proyecto uno de los premios que concede la asociación de jóvenes empresarios AJE Vigo. Recuerda que cuando empezó, Chupipostres, que desde hace dos años está en Nigrán (Estrada Pola Vía, 114, B) no era un establecimiento vegano, pero al poco de abrir, ella misma se sumó a esta opción «e iniciamos una transición para vender productos con los que estuviese de acuerdo y a gusto», argumenta. Sobre su forma de elaborar repostería recalca que su máxima es que no haya diferencia entre sus dulces veganos y los que no lo son. «Por eso, con cada receta o cada postre que lanzamos, pasamos muchos meses de ensayo-error y retoque de ingredientes hasta dar con ello», afirma.
En ese abanico de sabores, olores y colores está la bica al estilo Trives, pasteles tipo phoskitos, trigretones, pantera rosas, bollicaos o cinnamon rolls, y desde la madalena tradicional a las muffins más fantasiosas. Pero reconoce que la bica, y sobre todo, su versión de la pantera rosa, es la que tiene más demanda. Además hacen envíos a cualquier parte de la península y norte de Portugal en la tienda online de su web y sus bollos fucsia que saben a infancia del siglo XX viajan por miles en transporte especial además de servirlos a varios restaurantes de la ciudad y el suyo propio, porque esta historia no acaba en el postre. Hay café y chupito. Águeda empezó su aventura sola, pero en el 2019 su marido, el nigranés Manuel Vila, decidió emprender para unirse al proyecto y crearon La Vanetta (Rúa das Teixugueiras, 20): «En principio no iba a ser un local físico como es ahora el restaurante en el barrio vigués de Navia, sino que iba a ser una food truck de coctelería», explica. «Con tan buena suerte, que elegimos estrenarla el 14 de marzo del 2020. Abrimos por la mañana y por la tarde nos confinaron, y todos los eventos que se iban a celebrarse ese año no existieron. Fue un duro golpe tras haber invertido todos nuestros ahorros», admite. Aún así, en verano probaron en la explanada del centro comercial A Laxe «y fue un desastre porque se mantuvieron las restricciones, no había cruceros...». De aquella gran pérdida económica se llevaron, al menos, un estudio de mercado. «Nos dimos cuenta de que nuestro producto salado sí tenía hueco. No existía nada como lo que hacíamos nosotros, y ahí comenzó a cuajar la idea de La Vanetta». Con un préstamo mediante, se hizo realidad». Sus platos son veganos, pero con la idea de encantar también a quien lo no es. «Y de hecho tenemos mucha clientela carnívora. Te puedes comer, por ejemplo, unas croquetas o una hamburguesa, y no vas a notar diferencia, es una experiencia culinaria más y además sabes que comes evitando el sacrificio animal», reflexiona, pero asegura ni es dogmática ni quiere convencer a nadie de su opción.