El trabajo más bonito del mundo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Las hermanas Amarelo Dourado dejaron hace 20 años sus respectivos empleos para poner en marcha juntas la galería Dua2 en plena época de bonanza para el arte. Ahora es de las pocas que quedan en Vigo

19 may 2022 . Actualizado a las 11:15 h.

«No hay trabajo más bonito que este. Me siento una privilegiada. Llevo 20 años rodeada de color, arte, sensibilidad... La gente aquí entra contenta, porque es como cuando acudes a un teatro o a otro espacio lúdico». Escuchar a Juana Amarelo Dourado hablar así de su trabajo puede producir dosis masivas de envidia. Millones de personas acuden cada día a sus empleos con el objetivo de acabar cuanto antes y que les paguen a fin de mes. No es que la viguesa que puso en marcha la galería Dua2 junto a su hermana menor, Silvia, lo haga por deporte, pero cuando tu oficio te encanta, se nota. Y sin duda, ese es su caso. «Desde preparar exposiciones, colgar los cuadros, preparar la pared, la relación con los artistas, que ya son amigos y los clientes, igual. Todo es precioso», resume. Esa es la cara de la moneda. Y como todas, tiene su cruz. «Actualmente vivir de la galería es difícil si no tienes algún otro soporte complementario. Hubo una época de grandes ventas, pero ya no», reconoce.

La simbiosis entre las dos hermanas siempre ha sido una baza a favor de Dua2. Juana era administrativa y saltó de sector desde el despacho donde se ocupaba de las cuentas empujada por Silvia, que tras estudiar Geografía e Historia en la Universidad de Santiago y especializarse en arte, salió de la facultad y empezó en otra galería viguesa, Alameda. Siete años después se planteó poner en marcha el proyecto conjunto por el que la mayor la animó hasta el punto de dejarlo todo para estar juntas. Ahora llevan un tiempo separadas porque por razones personales, Silvia se ido a vivir a Holanda una temporada. «Pero sigue conectada, buscando contactos para que nuestros artistas expongan allí y contestando correos antes de que yo los abra», ríe. «Yo la animé a irse, pero estoy deseando que vuelva», reconoce. La echa de menos como añora también el ambiente de hace unos años, en los que había muchas mujeres en el gremio. «Han cerrado todas o casi todas. Me siento un poco sola», lamenta recordando, por ejemplo, a Bacelos o Ad Hoc. «Esta es una galería de mujeres, de madres, de gente tranquila, de personas que pasean por la calle con sus mascotas y nosotras encantadas de que entren con ellas», informa.

Tras 20 años de experiencia se ha convertido en una experta y opina que el concepto de galería como negocio ha cambiado: "Tenemos que transformarnos. Hay que modernizar el concepto como se ha entendido hasta ahora porque no funciona. Ser más tienda, y que la gente pierda el miedo a entrar, que tenga la misma confianza como cuando accede a un comercio», indica. La profesional advierte que la gente joven, entre 20 y 35 años, no cruza la puerta. «Lo viven todo a través del ordenador y del móvil y por eso tenemos que acceder a las redes sociales para llegar a ese público. Hemos tardado, pero ya tenemos Instagram y la web está en construcción», anuncia. «Ya no somos tan necesarias como antes porque también los artistas se manejan en este ámbito, pero sí es importante contar con profesionales para que te asesoren», valora. La galerista señala que el secreto de seguir facturando a pesar de las sucesivas crisis es que tiene «piezas buenas pero accesibles, esa es mi fórmula, ofrecer diferentes técnicas y formatos y tender cada vez más hacia las exposiciones colectivas, porque son muy frescas y no suponen tanto esfuerzo económico para los artistas, que tienen que pagar  facturas cada vez más altas de bastidores, marcos, pinturas y otros materiales», explica añadiendo que no son una galería para grandes coleccionistas sino para gente a pie de calle que se puede enamorar de una obra al pasar.

Autores como Ramón Trigo, Toya García Senra, Belén Gonzalo, Xurxo Oro Claro, Cristina Fernández Núñez, Álvaro de la Vega, Eva Carrera, Xurxo Alonso, Darío Álvarez Basso, Marieta Quesada Sula Repani, Lino Lago o Cecilio Chaves forman parte de la lista de artistas habituales en sus paredes, en las que, por cierto, habrá nuevas obras a partir de la semana que viene. Recuerda también alguna de las muchas anécdotas que han vivido, como cuando un empresario les compró por WhatsApp, sin verlo in situ, un cuadro de dos por dos metros cuadrados de Cecilio Chaves para ponerlo en la sala de reuniones de su compañía en Madrid. Al respecto, Juana apunta que tener obras arte en las empresas «crea un ambiente motivador». Cuando ellas viajaron más tarde a la capital por otro asunto fueron a verlo invitadas por él y se dieron cuenta de que había acertado de pleno. O cuando otro cliente se encaprichó de una obra que tenía una cebra como motivo principal, y nos dijo la quería «para la habitación africana» y resultó que todas las de aquella casa eran temáticas. «Silvia y yo hemos sido y somos muy felices aquí porque nos gusta todo lo que conlleva. Y nos hemos reído mucho», concluye.

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