El exboxeador Roberto Domínguez, detenido por robar un coche e intentar atropellar a dos policías en Vigo

VIGO CIUDAD

Alicia M. Piñeiro

El origen del conflicto fue la negativa a entregarle un vehículo a nombre de otra persona en el depósito municipal; accedió sin permiso al recinto y fue necesario aparcar una grúa en la entrada para que no saliera con el turismo

03 may 2022 . Actualizado a las 20:22 h.

El exboxeador de Vigo Roberto Domínguez volvió a dar muestras ayer de su poca paciencia y carácter violento tras la detención protagonizada el viernes en la playa de O Vao. Se presentó, por la mañana, en el depósito de coches municipal de Vigo para recoger el turismo de su pareja, fallecida hace unas semanas. El empleado del recinto, al constatar que no era suyo el coche, le prohibió retirarlo. Él, bravucón, amenazó con regresar por la tarde. Domínguez cumplió su palabra, intentó acceder y se le prohibió la entrada. El trabajador de tarde alertó a la Policía Local sin percatarse de que el exboxeador se escondió en las inmediaciones del recinto para, cuando salió una grúa, colarse a la carrera.

Se dirigió al coche que le obsesionaba sabedor, tras haberlo visto en su visita matutina, de que tenía las llaves en el contacto. A mayores, le gritó al trabajador que le perseguía: «Dile al gordo que estaba por la mañana que lo voy a matar». Domínguez se subió al coche y arrancó el motor haciendo caso omiso del agente que ya se personara en el lugar. El policía, rápido de reflejos, ordena que una grúa taponase la salida. El agente, ante la reacción iracunda de Domínguez, buscó refugio en la oficina, y el exboxeador respondió tirando una papelera contra el cristal para romperlo en su totalidad.

Domínguez regresó al coche y se encerró activando los pestillos de todas las puertas. Realizaba movimientos intimidatorios con el vehículo, acelerando bruscamente. Imposible, el conocido en sus tiempos en activo en el deporte de las 12 cuerdas como el noqueador de O Calvario [en referencia a su barrio de origen en la ciudad], la emprendió a golpes con sus puños contra el parabrisas hasta destrozarlo. Antes, se vendó la mano y enrolló un cinturón en la misma. Aun así, acabó ensangrentada.

Domínguez seguía sin entrar razón, dio una vuelta entera al perímetro del depósito de coches sin frenar en las dos ocasiones que un agente se cruzó en su camino para frenarle. Finalmente, con dos grúas, le arrinconaron. La médico movilizada en una ambulancia se entrevistó con Domínguez, que aceptó ingerir un tranquilizante antes de deponer su actitud. Bajó solo del coche y se dejó detener, la facultativa, dados sus antecedentes y compartimiento de ayer, recomendó su traslado a la Unidad de Psiquiatría del Hospital Álvaro Cunqueiro. Él, antes de abandonar el último escenario de su detención, repetía sin parar una sola frase: «La voy a volver a liar». Las cámaras de videovigilancia del depósito grabaron todos los hechos.

La de ayer supone la segunda detención de Domínguez en cuatro días: el pasado viernes ya fue esposado por protagonizar una huida que acabó en la playa de O Vao con Domínguez metido en el agua y rodeado de agentes por tierra y agua para evitar que se fugara nadando. La de ayer supone el enésimo problema de Domínguez con los cuerpos policiales de la ciudad. Un historial que va más allá de actitudes de desacato a agentes de la autoridad. Roberto Domínguez tiene impuesta una orden de alejamiento de su expareja y madre de la hija que comparten, además de de la niña. El viernes la incumplió, lo que motivó el inició de la persecución que finalizó en la playa de O Vao. Ya el sábado, en el juzgado de guardia, ante la jueza Domínguez dio muestras de su talante: gritó en los pasillos, ante los agentes que le custodiaban y después ante la jueza. En presencia de ella se arrancó la pulsera telemática. Es la segunda que se quita usando la fuerza bruta.

Domínguez, explican fuentes policiales, lleva años evidenciando un carácter violento. Tampoco ayuda, añaden estas voces, ciertas adicciones que lo estimulan.

Hace unas semanas presenció el fallecimiento de la que era su pareja, que murió, según las primeras hipótesis, de un infarto. Desde entonces, redobló su carácter violento, incluso con la madre de su hija, que alertó a las autoridades para evitar que se acerque a ella y a la hija de ambos. La naturaleza volcánica del exboxeador lleva varias décadas pasándole factura fuera del ring. Fue acusado de agresiones durante su etapa como portero de discoteca, de amenazar a un vecino con una catana, de pegar a otro que le atropelló involuntariamente o de agredir a la delegada de la Federación Gallega de Boxeo, hija de su entrenador.