Domínguez seguía sin entrar razón, dio una vuelta entera al perímetro del depósito de coches sin frenar en las dos ocasiones que un agente se cruzó en su camino para frenarle. Finalmente, con dos grúas, le arrinconaron. La médico movilizada en una ambulancia se entrevistó con Domínguez, que aceptó ingerir un tranquilizante antes de deponer su actitud. Bajó solo del coche y se dejó detener, la facultativa, dados sus antecedentes y compartimiento de ayer, recomendó su traslado a la Unidad de Psiquiatría del Hospital Álvaro Cunqueiro. Él, antes de abandonar el último escenario de su detención, repetía sin parar una sola frase: «La voy a volver a liar». Las cámaras de videovigilancia del depósito grabaron todos los hechos.
La de ayer supone la segunda detención de Domínguez en cuatro días: el pasado viernes ya fue esposado por protagonizar una huida que acabó en la playa de O Vao con Domínguez metido en el agua y rodeado de agentes por tierra y agua para evitar que se fugara nadando. La de ayer supone el enésimo problema de Domínguez con los cuerpos policiales de la ciudad. Un historial que va más allá de actitudes de desacato a agentes de la autoridad. Roberto Domínguez tiene impuesta una orden de alejamiento de su expareja y madre de la hija que comparten, además de de la niña. El viernes la incumplió, lo que motivó el inició de la persecución que finalizó en la playa de O Vao. Ya el sábado, en el juzgado de guardia, ante la jueza Domínguez dio muestras de su talante: gritó en los pasillos, ante los agentes que le custodiaban y después ante la jueza. En presencia de ella se arrancó la pulsera telemática. Es la segunda que se quita usando la fuerza bruta.