Merecido elogio a la miñoca

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

El bichito ayudaría a evitar las enfermedades misteriosas que surgen en árboles que entran en fase terminal justo cuando entran en conflicto con la ejecución de obras públicas.
El bichito ayudaría a evitar las enfermedades misteriosas que surgen en árboles que entran en fase terminal justo cuando entran en conflicto con la ejecución de obras públicas. Cedida

Su proliferación en el subsuelo de Vigo potenciaría la salud del arbolado urbano

04 abr 2022 . Actualizado a las 07:56 h.

Salvo error u omisión, Vigo es la única ciudad del mundo con una plaza dedicada a la miñoca, una excelente excusa para contar el papel trascendental de este humilde bichito para mantener la vida en el planeta en general y con alguna particularidad destacable en nuestra ciudad. Para empezar, nuestras amigas vienen de lejos y son todavía poco conocidas. Se estima que aparecieron hace unos seiscientos millones de años, siendo de los primeros grupos animales que habitaron este planeta. 

Actualmente, solo conocemos unas cuatro mil especies, que apenas son la mitad de las que se calcula que existen en el mundo. Aunque son hermafroditas, necesitan aparearse, cosa que hacen en la superficie cada mes y medio, tras lo que ponen huevos de los que saldrá la siguiente generación de miñocas, que viven unos cuatro años. Nuestras primas pertenecen al grupo de los anélidos, nombre que se explica al ver su cuerpo formado por segmentos que recuerdan a un anillo pegado a otro y otro y así sucesivamente. Son de origen acuático, por eso, aunque evolucionaron para establecerse en tierra, todavía tienen alguna dependencia por su medio original y, además de respirar a través de su piel, necesitan la humedad del suelo para vivir. Esa humedad condiciona parte de su ciclo vital. 

Sensibles a la luz, suelen salir a la superficie durante las noches para desplazamientos largos y explorar sus territorios, especialmente las noches lluviosas. Durante el día excavan interminablemente sus galerías, más profundas cuanto más seco está el suelo, y aquí llega uno de sus papeles destacados para la continuidad de la vida. Sus galerías oxigenan el suelo, aportan aire a las raíces de las plantas y a todo el resto de los microorganismos vivos subterráneos imprescindibles para la continuidad de los procesos ecológicos esenciales del suelo. Sirva de ejemplo que bajo la superficie, en una sola cucharada de tierra fértil, pueden vivir cien millones de bacterias, doce millones de actinomicetos y medio millón de hongos imprescindibles para la vida que necesitan respirar. 

La fertilidad de la tierra, de la que depende nuestra alimentación, el aire que respiramos y que alberga esa enorme cantidad de vida, es el segundo papel fundamental de las miñocas. Sus galerías hacen ascender del suelo el fósforo y el potasio y, a su vez, sus propios desechos aportan un excelente abono nitrogenado. Tanto es así que son imprescindibles para el compostaje de la materia orgánica e incluso toda una variedad de compost, el vermicompost, se elabora gracias a ellas. Recordemos que consumen al día un alimento equivalente casi al 100 % de su propio peso y aportan al suelo un 60 % de esa cantidad en forma de abono fertilizante de altísima calidad. 

Volvamos ahora a nuestra plaza de la miñoca, en la que recientemente empezaron sus obras de humanización y, como es habitual, en cuanto llegaron las excavadoras los árboles empezaron a enfermar y se tuvieron que talar docenas de cerezos en plena floración. Esos que son venerados y protegidos en otras latitudes. Es curiosa la suicida costumbre que al parecer tienen nuestros árboles urbanos de ponerse enfermos terminales justo cuando molestan una obra pública. Pero muchas de las enfermedades de nuestros árboles urbanos, de las que no se hace nada por evitarlas y luego justifican su tala, podrían prevenirse ampliando los alcorques y gracias a las miñocas.

 Ellas evitarían la compactación del suelo, oxigenarían la tierra y las raíces, mejorarían la estructura del suelo y su capacidad de retención de agua y aportarían nutrientes esenciales para alimentar saludablemente a los árboles, lo que los fortalecería y protegería de muchas enfermedades. Si además de dedicarles una plaza, comprendiésemos y potenciásemos el papel de las miñocas, nos iría mucho mejor a todos, a todas y a todo.