En el año 2014, el gobierno municipal permitió el derribo de un chalé situado en la Gran Vía. El hijo de Francisco Castro, también arquitecto, explicaba entonces que aquel edificio unifamiliar había sido una de las obras de las que se sentía más orgulloso su padre, al tiempo que también era de las últimas construcciones racionalistas en la ciudad.
Pero, casi por unanimidad, la obra más conocida y aplaudida de Castro en Vigo es la sede del Club Náutico, calificada por algún experto como una obra valiente ya que mantiene gran parte de los postulados racionalistas en una época en la que ya estaba denostado este estilo. Tampoco tuvo suerte con este edificio nuestro Vigués Distinguido (con todos los méritos). No solo se alteraron algunos elementos de su conjunto sino que fue apartado del mar con la ampliación del muelle que se realizó en la zona. Además, la Xunta de Galicia se ha negado obstinadamente a declararlo bien de interés cultural. Hace dos años, Francisco José Castro Nieto, hijo del protagonista de esta ruta y también arquitecto, publicó un libro con la obra de su padre que no pasó del papel. Y no solo fueron obras individuales. Francisco Castro Represas imaginó otra ciudad distinta a la que tenemos hoy en día. Los bocetos están plenamente instalados en los principios racionalistas. «Su utópica propuesta se estructura en una serie de piezas urbanas del orden de las quince hectáreas, vertebradas en torno a la incipiente trama de comunicaciones del nuevo tranvía de Vigo, en el vacío urbano existente entre los núcleos de Bouzas y el área portuaria de Vigo», explicaba el hijo en el libro.