Vigo, la naturaleza que se perdió

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Urge proteger la Alameda, los ríos Barxa y Eifonso y la desembocadura del Lagares

29 mar 2022 . Actualizado a las 00:40 h.

El arquitecto Jaime Garrido, tristemente desaparecido, escribía hace veinte años un libro que debería figurar como lectura obligatoria a cualquier gobierno municipal. En Vigo, la ciudad que se perdió se analizaba la arquitectura desaparecida en la ciudad. Podríamos pensar que eran otros tiempos, con otra mentalidad y otra sensibilidad, y ahora contemplamos entre el estupor el cabreo y la vergüenza el inmenso patrimonio arquitectónico y cultural que perdimos cuando el arte de las canteras de aquella arquitectura fue sustituido por el arte de las carteras y derribamos sin piedad singulares y hermosos edificios plantando en su lugar anodinos adefesios.

El problema es cuando contemplamos el estado actual de nuestros monumentos megalíticos o lo que estamos haciendo ahora en Porta do Sol, por poner un par de ejemplos. Algunas mentalidades están viviendo aún en el desarrollismo del siglo pasado.

El mismo proceso demoledor sucedió y sucede con nuestro patrimonio natural, e igual de demoledor sería, por si alguien se animase a escribirlo, un libro complementario al anterior que se titulase Vigo, la naturaleza que se perdió porque también la pérdida de nuestra naturaleza sigue avanzando. Con toda probabilidad las generaciones futuras contemplarán con estupor, cabreo y vergüenza el patrimonio natural que consciente y deliberadamente estamos destruyendo. Seguimos talando y vandalizando impunemente árboles catalogados como singulares, incumpliendo nuestras propias ordenanzas de medio ambiente; construimos macrodepuradoras sobre nuestra única marisma litoral ignorando que se trata de hábitats de conservación prioritaria y planteamos infraestructuras de viales de alta capacidad sobre nuestros últimos cursos fluviales ecológicamente relevantes y despreciando de paso la riqueza cultural y el potencial de resiliencia del medio rural que nos rodea y nos sostiene.

No podemos recuperar lo perdido, y para lo poco que sería recuperable, véase el ejemplo de Samil, seguimos engañándonos con parches pintados de verde sin terminar de asumir que necesitamos una actuación urgente y radical. Pero al menos podemos evitar sufrir más bajas cuidando como un tesoro y una inversión de futuro lo que queda. Tenemos una herramienta para hacerlo: la declaración de espacios naturales protegidos a nivel local. Declarar como protegido un espacio natural obedece a una doble justificación: destacar sus valores naturales y, simultáneamente, protegerlo frente a posibles amenazas presentes y futuras que pudieran poner en riesgo estos valores.

Tres iniciativas ciudadanas van en esta dirección, con el apoyo de agentes sociales y de grupos ecologistas: Ampliar el espacio natural de interés local (ENIL) de las dunas de O Vao y Baluarte, único espacio natural protegido a nivel local, para que incluya las playas de A Foz y A Calzoa y la xunqueira del Lagares, que sería lo lógico.

Declarar los jardines de la Alameda como bien de interés cultural, al igual que Castrelos y, finalmente, declarar ENIL los ríos Eifonxo y Barxa, nuestros últimos cursos fluviales dignos de tal nombre y auténticas arcas de Noé que suministran aguas limpias y biodiversidad al maltratado Lagares. No sobra ningún espacio natural protegido, bien al contrario faltan muchos. Proteger estos tres espacios podría evitar que nuestra generación y las siguientes tuvieran que lamentarse al comprobar, como Proust, que nada es un tesoro hasta que se pierde.

En realidad la naturaleza no necesita que le echemos una mano, basta con que se la saquemos de encima, y declarar un espacio natural como protegido significa avanzar en esa dirección, para dejar vivir la naturaleza que garantiza nuestra propia vida.