Los árboles garantizan la vida de todas las personas

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

La tala en la Gran Vía de 41 castaños de indias y 13 tilos pone fin a la guerra contra los ejemplares de gran porte

17 mar 2022 . Actualizado a las 23:39 h.

Desde hace unos días, Vigo es una ciudad más segura. Especialmente para niños y niñas que pueden pasear por la Gran Vía sin riesgo de que les caiga un árbol encima. Alcanzados sus últimos objetivos, la guerra contra los árboles de gran porte ha terminado.

Resulta notable a efectos estadísticos la conclusión del único informe técnico existente: absolutamente todos sin excepción, los 41 castaños de indias y 13 tilos de los laterales de la Gran Vía presentaban un estado fitosanitario tan extremo que no se podían salvar con tratamiento alguno y solo quedaba la alternativa de cortarlos. Las podas salvajes que sufrieron durante años, por cierto, eran la causa. Igualmente sorprende que absolutamente todos los 45 camelios y 29 naranjos amargos del bulevar central presentaban algún problemilla de salud, pero no era necesario talar ninguno, sino simplemente trasladarlos y aplicarles un tratamiento con fungicidas tres o cuatro veces al año. Tratamiento recomendado aunque desconocemos el motivo por el que no se les aplicó en la Gran Vía ni si se está aplicando en sus nuevas ubicaciones.

Las invocaciones a la seguridad son inapelables, especialmente si hay niños por medio. Así nos lo recordaba el alcalde de Vigo una y otra vez recurriendo al triste fallecimiento de un menor en Madrid alcanzado por la caída de un árbol en el 2018. «¿Quién se hace responsable si cae uno de los castaños y mata a un niño?», decía Caballero para justificar la tala urgente de los árboles de gran porte de Gran Vía coincidiendo, casualmente, con el inicio de las obras de las rampas. A ver quién se atreve a rebatir semejante argumento.

No entendimos por qué no se talaron entonces todos y se esperó durante un par de años (otra vez la casualidad) al inicio de las obras de la segunda fase de las rampas para talar los que vivían en los tramos superiores existiendo ese riesgo potencial. ¿Años poniendo en peligro la seguridad de los niños y niñas?, podríamos decir siguiendo el hilo argumental del propio Concello.

No nos malinterpreten. Por supuesto, no existe duda alguna acerca de que si un árbol está irrecuperablemente enfermo y se encuentra en un lugar cuya caída puede resultar un riesgo debe ser talado de forma inmediata. No hacerlo sería una irresponsabilidad. Pero aplicando la misma lógica podríamos afirmar que es una irresponsabilidad permitir que un árbol enferme hasta convertirse en un factor de riesgo para la población.

No hemos encontrado referencia alguna sobre si en Vigo algún niño o niña falleció alcanzado por la caída de un árbol, pero tampoco sabemos cuantos niños y niñas viguesas fallecen por complicaciones en su salud derivadas de la mala calidad del aire.. Lo que sí sabemos es que la OMS estima que siete millones de personas mueren anualmente debido a la contaminación atmosférica (el 32 %, niños y niñas), pero quizás en Vigo, con niveles de contaminación que superan buena parte del año los máximos recomendados por la propia OMS, seamos una excepción y aquí no nos afecte. Y quizás Vigo no esté entre las ciudades en las que, según la propia OMS, más del 90 % de niños y niñas respiran aire tóxico casi a diario.

Pero lamentablemente las mediciones de contaminación nos indican que no somos una excepción. Para talar árboles se toman medidas drásticas, por seguridad de la población nos dicen, casualmente coincidiendo con las obras públicas para las que dichos árboles son un estorbo. Para tomar medidas radicales y urgentes contra la contaminación atmosférica, que paradójicamente mitigan dichos árboles, la seguridad y la salud de la población viguesa, empezando por los niños y niñas, puede esperar. Es un argumento inapelable talar un árbol ante el riesgo de que pueda matar a un niño o una niña. No menos inapelable es el argumento de que los árboles son quienes garantizan que todos los niños y niñas puedan vivir. Permitir que los árboles urbanos enfermen se traduce en una ciudad enferma con una población enferma. Los árboles y no la motosierra son nuestra vacuna.