Diez cosas míticas que has probado si eres de Vigo

L.Míguez VIGO

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Hay locales, algunos ya extintos, que forman parte de la historia de la ciudad. Desde churros pasando por empanadillas para recalar en las ostras, todo un paseo gastronómico e histórico

09 mar 2022 . Actualizado a las 15:42 h.

Da igual si eres nacido entre los límites municipales o vigués de adopción, si tu árbol genealógico se hunde por las parroquias de la ciudad o si eres de los que tiene aldea en Ourense, seguro que has probado alguna de estas diez cosas. Porque los vigueses, a parte de unas expresiones y vocablos propios, tenemos una historia vinculada a nuestra gastronomía, como buenos gallegos. Bares que aún existen, otros ya desaparecidos y negocios que han pasado de una a otra generación forman parte del listado de «míticos» locales de la ciudad donde has parado en algún momento. Si añadirías más a la lista, cuéntanoslo en los comentarios. 

Empanadillas y tortilla del tradicional Carballo

ALBA PEREZ

Para muchos vigueses durante décadas fue un lugar de peregrinación. Su carta es corta y la tortilla y las empanadillas son los platos claves que casi todos los vigueses han probado en alguna ocasión en su vida. Precios muy económicos: un bocata de tortilla cuesta 2,20 y la apuesta por seguir la receta tradicional que mantienen desde hace más de 50 años son parte del éxito del negocio, que cuenta con tres locales en la ciudad.

Ostras en la turística calle de A Pedra

XOAN CARLOS GIL

Aunque es el lugar más turístico de la ciudad, todo vigués que se precie ha pasado por la calle de las ostras y sucumbido a la tentación de probarlas. Bien acompañando a familiares que visitan la ciudad, bien por curiosidad, es raro que existan vecinos que nunca hayan probado este marisco, que se degusta recién abierto y vivo solo con un chorro de limón. Y ahí ya deciden si se unen al grupo de los que lo adoran o los que lo odian. Hay varios puestos abiertos en la zona donde se pueden comprar, para luego elegir un bar y degustar en cualquiera de las terrazas este manjar acompañado de vino y lo que se tercie. 

Churros de la desaparecida Bonilla

M. Moralejo

Antes de que existiera Qué churros, Filipo y Vigo Churros, antes de que las plataformas de envío de comida te lo sirvieran a la puerta de casa, había un templo de los churros en Vigo: Bonilla. El local original estaba en la calle Darío Álvarez Blázquez, con sillones rojos de escay pegados a la ventana y con vistas al lateral del teatro García Barbón, pero desapareció en los años 80, cuando se mudó a la calle Marqués de Valladares. 

Helados de Di San Remo en la playa de Samil

Oscar Vazquez

Sus máquinas para sacar los recibos fueron una auténtica revolución en el Vigo de los años 80 y 90. Y sus helados, un clásico de todo vecino que acudiera al arenal tanto en verano para disfrutar del sol como en invierno, para desgastar ese paseo y las zonas de esparcimiento de la zona. La proliferación de heladerías con el paso del tiempo y la llegada incluso de firmas aterrizadas desde Italia han multiplicado la competencia, pero Di San Remo cuenta con una ventaja clave: su ubicación, al pie de la arena en Samil. 

Chupitos en O Ovo

M.MORALEJO

Apareció en la ciudad antes de la movida de los años 80 y triunfó durante todo ese tiempo con su producto estrella: huevos cocidos y chupitos de mistela. Se convirtió en una parada mítica de la zona de vinos, cuando el barrio antiguo era epicentro de la marcha nocturna. Era todo un ritual, sacar la cáscara al huevo, echarle sal y pimentón y luego tomarlo y regarlo con el chupito. El local logró sobrevivir a la pandemia y allí sigue Manuel Pérez, en la calle Real, 35.

 Churrasco de Matamá, ya extinguido

Oscar Vázquez

Para gustos colores y para vigueses, lugares donde comer un buen churrasco. En la ciudad no son pocos los locales especializados en ello, como te contamos en nuestra lista. Pero sin duda más de un vigués recuerda los peregrinajes a la parroquia de Matamá para ir, cacerola en mano, a por esa carne jugosa recién asada en el mítico Churrasco Matamá, hoy ya extinguido. 

Tus Bocatas para las noches largas

M.MORALEJO

Las noches en la zona de Areal de marcha, en aquellos tiempos en los que el covid no existía, no hubieran sido lo mismo sin el Tus a los pies de esa larga escalera de bajada. Precios económicos, combinaciones populares y rapidez son los puntos fuertes de esta bocatería. Abrieron en 1985 y cuentan con los básicos de siempre, hamburguesas o perritos. A la parrilla, José Manuel Domínguez. Si quieres recordar otras bocaterías, aquí te recordamos nuestra lista

Pulpo y otras viandas en La Aldeana

Oscar Vázquez

Ellos fueron de los pioneros de la ciudad en contar con la visita de una pulpeira en sus puertas. Su ubicación en pleno corazón de la ciudad, sus tapas tradicionales y esas raciones sobre plato de madera. La tradición familiar está ahora en las manos de Los hermanos Antonio y Manuel David Domínguez, cuyas tortillas son otro clásico del local, en Rosalía de Castro. Los fans del local están de suerte, porque el éxito les ha llevado a ampliar el local para multiplicar espacio y servicio. 

Bocata de calamares de Rin Ran

Oscar Vázquez

Es un clásico en cuanto a bocatas de calamares en la ciudad y ofrece tres opciones: el simple, a 4,30, el completo, con queso, ajo restregado, lechuga, tomate o mayonesa por 4,90 y el calamares con ali oli y cebolla frita por 4,50. De ellos daban buena cuenta en los años de la movida toda la gente que salía por la zona de Churruca. Tienen perritos, hamburguesas y sándwiches, pero el más reclamado es el de calamares, que limpian, trocean y fríen en el local. Al frente están Elsa Fernández y Juan Davila. Si quieres conocer otros locales donde tomar este bocadillo, te los contamos aquí

Empanadas y manos de chocolate de la desaparecida Rufino

M. MORALEJO

Los nostálgicos fans de la empanada lo tienen claro: la empanada de Rufino no tenía comparación en Vigo. Había dos versiones, normal u hojaldrada, y multitud de rellenos para elegir. Las de chocos, sin ir más lejos, eran una delicia. También eran típicas entre los más pequeños sus manos bañadas en chocolate, un dulce con la forma anatómica del que disfrutaron varias generaciones.