Vigo-O Porriño: 30 años de una trampa mortal

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Diez ministros del PSOE y del PP no han sacado del cajón el proyecto de una nueva autovía

01 mar 2022 . Actualizado a las 00:59 h.

Siete años después de entrar en funcionamiento y tras una decena de muertes ocasionadas por su peligroso trazado, el Ministerio de Fomento anunció en marzo de 1999 que en tres años se construiría una nueva autovía Vigo-O Porriño. Desde entonces, han pasado de largo nueve ministros del ramo, cinco del PP y otros cuatro del PSOE y el vial sigue siendo una trampa mortal. Solo ha disminuido el número de accidentes y fallecidos por la drástica reducción de la velocidad debido a los radares que amenazan de multa, en un tramo a 50 kilómetros por hora, y en el otro, a 80, convirtiéndola en una de las autovías más lentas de todo el Estado, pero con la salvedad de que es la puerta de entrada a Vigo, la ciudad más populosa de Galicia.

Han pasado ya treinta años desde que el peligroso trazado se hizo realidad. Fue en el verano de 1992 cuando el Ministerio de Obras Públicas, encabezado entonces por Josep Borrell, inauguraba oficialmente la nueva vía, que sustituía a una carretera con un trazado del siglo XIX. Sin embargo, ni la numerosas expropiaciones realizadas ni los seis mil millones de pesetas (36 millones de euros) invertidos solucionaron nada. Es más, se agravó la situación porque los usuarios pensaron que era un recorrido seguro, hasta que las curvas de Mos se encargaron de descubrir la trampa mortal.

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En 1997, el diputado del BNG Guillerme Vázquez llevaba al Parlamento español una pregunta relacionada con la necesidad de realizar modificaciones en el trazado de la autovía. Desde el Gobierno, entonces en manos del Partido Popular, descartaron las mejoras porque no consideraban que fuese una carretera de alto riesgo a pesar de haberse cobrado la vida de once personas en los tres años anteriores.

Dos años más tarde, el alcalde de Vigo, el popular Manuel Pérez, reclamaba a su partido una nueva autovía para evitar la siniestralidad, que seguía subiendo. En aquel momento, el tramo de Mos figuraba entre los cinco más peligrosos de Europa, con una media de 150 accidentes anuales. Pérez tuvo que echar mano del refuerzo de varios diputados del PP, como Carlos Mantilla, José Rivas Fontán y Ángel Mario Carreño, para sensibilizar a Fomento, entonces dirigido por Rafael Arias-Salgado. Desde su departamento se anunció que en tres años se construiría un nuevo vial. Pero lo que iba a ser una nueva autovía quedó reducido al arreglo de tres curvas en Tameiga.

Fue aun peor, porque la apertura del tramo Rande-Puxeiros incrementó el tráfico de la autovía Vigo-O Porriño un 20 %. Era entonces común ver retenciones de cinco kilómetros cada vez que se producía un accidente, especialmente cuando coincidía con hora punta. Además, en el 2000, los afectados contabilizaban ya varias decenas de muertes en este vial.

Ese mismo año, Fomento hablaba de construir un túnel para corregir tres curvas de la autovía. Y aunque la solución no contentaba a nadie, tampoco se realizó. El Gobierno contestaba en el 2002 al BNG en el Congreso de los Diputados que el proyecto seguía en estudio, es decir, que no había muchas ganas de impulsarlo. Así debió de entenderlo el diputado vigués por el PSOE Guillermo Hernández, que amagaba con querellarse contra Fomento si había más muertos en la autovía. «Animo a los usuarios y ciudadanos a actuar por la vía judicial», decía el diputado socialista. Y cierto eco tuvo su mensaje porque, al tiempo que el ministro Francisco Álvarez Cascos amagaba con llevarlo a los tribunales, ese mismo año nacía el primer movimiento social para exigir la reforma de la carretera. Una calavera era el símbolo del colectivo. Curiosamente, desde las filas del PP se achacaban los defectos de la autovía al trazado autorizado por los socialistas en el momento de su construcción diez años antes.

Los responsables de la red vial consideraban que la apertura del tramo de la autopista Puxeiros-Tui reduciría los problemas de tráfico en la autovía, ya que más de diez mil vehículos dejarían de utilizar ese vial en su viaje hacia Portugal, aunque fuese de pago. Y así fue. En el 2004 se redujo considerablemente el número de accidentes. Este dato estaba mediatizado por los controles de radar que propulsaron numerosas multas y, también, por una curiosa circunstancia nominal. Como explicó La Voz de Galicia en febrero del 2004, la Dirección General de Tráfico reconocía que había una gran confusión con la denominación del vial, lo que repercutía en la contabilización del número de accidentes. Señalaban que la denominación oficial era A-55, pero que era habitual que se la confundiese con la antigua N-120 o con la A-52, que en realidad moría en O Porriño. «Depende de cómo registre la Guardia Civil el accidente», explicaban desde la DGT.

En el 2005, con la socialista Magdalena Álvarez de ministra, hubo otro momento «vamos a hacer». Se decía que Fomento renunciaba a realizar un tercer carril para encadenar varios túneles que evitarían las fatales curvas. Se prometió que sería licitado en el 2006 y que partiría bajo tierra desde Bembrive. A mediados del 2005, se añadía desde el Gobierno que ya se habían descartado ocho de las diez soluciones propuestas a finales del 2004, quedándose en un híbrido entre las dos mejores opciones. La carretera encargada de aliviar el tráfico en la congestionada autovía tendría 10,2 kilómetros, se desdoblará en la parroquia viguesa de Bembrive e incluiría un túnel de casi 3,5 kilómetros que contaría con tres carriles en cada sentido de circulación entre Vigo y Mos. Ni le gustó al BNG ni al Concello de Mos, que se veía partido en dos por el nuevo vial.

Los presupuestos del Estado, que todo lo aclaran, dejaron para el 2006 tan solo una partida de 800.000 euros para el estudio informativo de esta nueva vía, lo que hacía prever que tampoco era ese su momento. En el 2006, Fomento la dejó fuera del plan de acondicionamiento de autovías, y al año siguiente accedía a estudiar la supresión del peaje de la autopista Vigo-O Porriño, una alternativa que puso encima de la mesa recientemente el presidente de la Xunta, Núñez Feijoo, aunque la propuesta en el 2007 provenía de las filas socialistas.

Llegó después, otra vez, el Gobierno del PP. En el plan de autovías de la ministra Ana Pastor solo se contemplaba la alternativa a la AP-9 desde Pontevedra a O Porriño, pero nada de la mejora del vial Vigo-O Porriño. En el 2015, Fomento reparó los baches del trazado, pero el verdadero motivo de que la autovía no siguiese cobrándose vidas radicada en los radares de Tameiga y Os Molinos, que se encargaban de reducir la velocidad de los vehículos, aunque estuviesen en la autovía de entrada y salida de la ciudad con mayor población de Galicia.

Y así llega la cuestión hasta la actualidad, sin que los dos partidos que han alternado durante los últimos treinta años el poder hayan podido o querido hacer algo por mejorar la condiciones del tráfico en esta carretera. Y nuevamente, envueltos en una lucha partidista entre quienes ya podrían haber acabado hace tiempo con el problema entre Vigo y O Porriño.

Abel Caballero es el quinto alcalde de Vigo que aboga por una nueva autovía, tras Manuel Pérez, Lois Castrillo, Ventura Pérez Mariño y Corina Porro. Los presupuestos del Estado destinaron 100.000 euros al proyecto. Para continuar estudiándolo.