El Vigo moderno dio la espalda al mundo rural

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La ciudad no produce apenas aire respirable ni el agua que bebemos y derrochamos ni el alimento que cada día encontramos en la mesa

01 mar 2022 . Actualizado a las 01:00 h.

Dice la canción que tres cosas hay en la vida, a saber: salud, dinero y amor. En realidad la lista de prioridades es sensiblemente diferente: el aire, agua y alimento son por este orden los tres elementos imprescindibles para la vida. Seguramente al vivir en una ciudad relativamente grande pocas veces nos hemos parado a preguntarnos de dónde vienen estos tres elementos sin los que no existiría ni nadie ni nada.

Vigo ciudad no produce apenas aire respirable, gracias entre otras cosas al arboricidio sistemático del arbolado urbano, ni en Vigo se produce el agua que bebemos y derrochamos, ni el alimento que cada día encontramos en la mesa, aunque muchas personas en la ciudad de las luces tienen cada vez más complicado conseguir una alimentación básica.

Somos grandes dependientes, pues todo lo realmente determinante para la vida nos llega desde fuera de la ciudad, por eso hoy queremos hacer un elogio del rural de Vigo, un hábitat en peligro de extinción. El aire que respiramos en Vigo se produce por proximidad fundamentalmente en el entono rural de la ciudad. El agua que bebemos en la ciudad nace y se embalsa en el rural. El alimento que consumimos en la ciudad se cría y cultiva en el rural, aunque ya casi nada en el más próximo, y que deberíamos urgentemente recuperar las tierras de cultivo abandonadas.

La biodiversidad, expulsada sin piedad de la ciudad, sobrevive en amable coexistencia con las personas en el rural. El río y sus afluentes que atraviesan la ciudad (y que llega limpio y vivo al casco urbano) nace y crece en el rural. Todo Vigo era una suma de pequeñas aldeas hasta no hace mucho tiempo, cuando el desarrollismo a la grupa del caballo de Atila trazó una frontera artificial entre la ciudad y su entorno rural. Alcabre, Beade, Bembrive, Cabral, Candeán, Castrelos, Comesaña, Coruxo, Lavadores, Matamá, Navia, Oia, Saiáns, Sárdoma, Teis, Valadares y Zamáns son las parroquias que articulan el rural, junto con Bouzas, Coia, Freixeiro, San Paio y San Xoán do Monte y Teis que conservan buena parte de su superficie todavía rural sin olvidar las microaldeas que sobreviven en medio del casco urbano tras los grandes edificios aunque cueste imaginarlo.

El Vigo de la modernidad hace tiempo que dio la espalda a su entorno rural. Para el Vigo urbanita el rural es ese incordio que tenemos que atravesar para llegar al casco urbano, que es el Vigo fetén. Solo nos acordamos del rural para despedazarlo con grandes vías de comunicación o sepultarlo bajo polígonos industriales o convertirlo en vertedero de residuos. Pero allí donde desaparecen las aceras de lujo y las luces de Navidad y conoces por su nombre a tus vecinas y sus perros y saludas a todas las personas con las que te cruzas es donde la vida de calidad se convierte en calidad de vida.

En el rural se conserva la fraternidad con la naturaleza, se camina por los caminos y no por cintas mecánicas, el agua sale de las fuentes y manantiales tanto como de los grifos, cuando llueve huele a tierra mojada y no a cemento, te despierta el canto de los pájaros y no las bocinas de los coches, el aire es fresco y limpio, y no un vertedero a cielo abierto y los árboles tienen forma de árboles y no de dinosaurios.

En la propia web municipal leemos que Vigo «posee una importante zona rural, donde la división tradicional en parroquias, formada por aldeas y lugares, sigue estando muy viva». Pues no la matemos. En la ciudad nos hacemos grandes preguntas sobre medio ambiente, emergencia climática, sostenibilidad, resiliencia, pérdida de biodiversidad, futuro habitable etc. Quizás con solo mirar a nuestra espalda descubriríamos que en el rural está la respuesta a esas preguntas. Toda nuestra solidaridad y apoyo a quienes viven y luchan por conservar el rural vivo.

Les invitamos a conocerlo y redescubrirlo porque siempre será un reencuentro feliz, y valorarlo. A lo mejor nos hemos equivocado y el reto no debería ser urbanizar el rural, sino ruralizar la ciudad.