Laura indica que lo fuerte del día a día de los buenos tiempos era, sobre todo, la venta y revelado de carretes. «Los que tenemos una edad hemos tenido que reciclarnos y formarnos continuamente para entrar en una nueva era y tomarla como viene», reconoce la fotógrafa, a la que le encanta el retrato y sigue haciendo reportajes de estudio en el espacio que tiene habilitado para ello en su local. «Ahora los encargos son en soporte digital, fotos de carné hasta que no inventen algo y me temo será pronto, algunos eventos que aún encima el covid se ha cargado, y poco más. Nos complementa el servicio de enmarcaciones y láminas, que envío a empresas que lo hacen porque eso requiere tener instalaciones adecuadas para mantener productos químicos a temperaturas constantes», explica. La dueña de Magicolor tuvo en su día uno de los laboratorios más modernos que salieron en aquella época. Abrió en 1994 en el centro comercial Camelias y contaba con una novedosa máquina híbrida entre digital y analógica. «En 25 minutos tenías las fotos en la mano», cuenta sobre algo que ahora no parece gran cosa olvidando que los carretes tardaban días en su camino de ida y vuelta.
Los álbumes digitales forman parte ahora de su labor cotidiana. «Hacemos la maquetación y se envían para que lo impriman. En eso también ha cambiando mucho el negocio. Va tan rápido todo esto que hasta revoluciones como el cedé o el deuvedé como contenedor de imágenes también se han quedado más que anticuados, completamente obsoletos». La experta ha vivido por experiencia propia cómo la era digital avanzaba mucho más rápido que la planificación de las grandes empresas. Técnicos de gigantes del sector como Kodak hacían cálculos para su transformación a diez años vista y antes de que se dieran cuenta, en tres años habían desaparecido. el monstruo digital se lo comió», lamenta añadiendo que otros fueron más espabilados. «Fuji aguantó el tirón porque creó cámaras digitales, y suministros para impresoras que le permitieron sobrevivir», opina.