«Me lanzan piropos desde la calle a la obra, pero ¿no era al revés?»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Estas mujeres se han puesto manos a la obra. Trabajadoras de la construcción, son de las pocas operarias a pie de calle; «a mi abuela le da pena que trabaje a la lluvia»

14 dic 2021 . Actualizado a las 00:45 h.

En un sector acostumbrado a presumir de infraestructuras desafiantes, colocar una plaqueta puede ser la mayor de las gestas. Sobretodo cuando se abre camino. A eso se dedican Andrea Otero (Vigo, 1995) y Cristina Manteca (Vigo, 1994), peonas de la construcción que forman parte de dos de las múltiples brigadas de reparación de viales que recorren Vigo. Un trabajo que suele pasar inadvertido, hasta que es una mujer quien sujeta la paleta. «A mí me pasa lo contrario de lo que se dice. Me lanzan piropos desde la calle a la obra cuando estoy trabajando, pero ¿no era al revés?», se pregunta Cristina Manteca. Está acostumbrada a ser una excepción, igual que Andrea.

Colocar productos en la estantería de un supermercado no acababa de satisfacer a Cristina. Cuando sonó el teléfono para ofrecerle trabajo en la construcción, esta viguesa dejó el trabajo que estaba desempeñando en el sector de la alimentación para pasarse a la obra. «Fue mi primer trabajo con 18 años y me gusta el sector. Me gusta aprender y trabajar con mis manos, cada día en un sitio diferente. Prefiero estar en la obra que atendiendo al público». No fue vocacional, en el caso de Andrea Otero. Tras trabajar siete años como peluquera y formar parte de la plantilla de Citroën, decidió apuntarse a un curso para desempleados de la Fundación Laboral de la Construcción que le abrió las puertas de este trabajo «duro pero entretenido».

Nacidas en el barrio obrero de O Calvario, fue en la constructora Civis Global donde se conocieron y, aunque trabajan en distintas cuadrillas, su contacto es continuo. «Este trabajo te tiene que gustar, si no, no lo pasas bien. Nos llamamos una a otra y hablamos de nuestros problemas. Aquí trabajas por inercia, no puedes pensar cuántos capachos faltan porque no está bien pagado por convenio», aclara Cristina. Los salarios son de unos mil euros con horario de 8.00 a 17.30 horas, con pausa para comer.

Andrea (izquierda) y Cristina nacieron y crecieron en O Calvario, un barrio de obreros
Andrea (izquierda) y Cristina nacieron y crecieron en O Calvario, un barrio de obreros

«Podría haber más mujeres»

El sector busca profesionales, pero son pocas las mujeres que se plantean trabajar en la construcción. La constructora Civis tiene en plantilla a cuatro operarias a pie de calle. «Al margen de mis compañeras, yo no conozco a ninguna otra mujer que trabaje en esto», explica Andrea. Cristina lo tiene claro, hay trabajo y oportunidades, pero hay que visibilizar a las que trabajan en el sector. «Podría haber más mujeres, no creo que sea una cuestión de ser o no capaces, sino de que las mujeres no se fijan en este tipo de trabajo. Al vernos, muchas madres se paran con sus niños ante la obra y les explican a sus hijos que las mujeres también podemos».

Sobra decir que a estas mujeres no les hace falta llamar a nadie para las chapuzas domésticas, ellas dominan la caja de herramientas. «Yo en casa hago lo que haga falta —explica Andrea— ya sea empalmar un cable o revestir una pared. Lo que aprendes aquí sirve para muchas cosas. Yo me veo construyendo una casa». Antes de construir, les toca derribar las barreras de la desigualdad. «Llevo bien lo de trabajar con muchos hombres pero hay cosas que no me gustan —aclara Andrea—. Yo quiero colocar plaquetas, y mi oficial me manda limpiar. Sé que soy peona pero quiero aprender. En la obra se habla mucho de mujeres y de que cada vez mandamos más, aunque tengo que decir que eso de silbar a una mujer, eso yo no lo he visto. Mis compañeros son mayores, algunos ya tendrían que estar jubilados, porque es un trabajo duro. A mí, en mi cuadrilla, me toca cargar muchos pesos, es lo peor del trabajo».

No obstante, ambas aseguran hay avances importantes. En la empresa en la que trabajan hay protocolo contra la violencia machista y se apuesta por dar oportunidades a las mujeres que quieren entrar en el sector. «Hay pocas obreras, sí hay más jefas de obra pero están ya a otro nivel», explica Andrea. «Cuando llegamos no teníamos vestuarios para chicas —prosigue Cristina— pero nos lo explicaron y enseguida nos habilitaron una caseta para nuestras cosas. La ropa es la misma para hombres y mujeres pero se nos tiene en cuenta en las equipaciones. A mí en la entrevista personal de la empresa me enseñaron un arnés de altura para mujeres. Las cosas están cambiando».

Valientes para unos y locas para otros, Cristina y Andrea siguen teniendo que explicar por qué eligieron la construcción. No siempre convencen. «A mi abuela le da pena que trabaje a la lluvia, al sol... —reconoce Cristina— pero yo lo llevo bien, si hace calor te hidratas, y si hace frío te abrigas. Es lo que hay». No hay hormigón más poderoso.

Sus canciones

Cristina Manteca: Video killed the radio star, de The Buggles. «Siempre me gustó desde niña. Era una de las canciones favoritas de mi padre, que ya no está».

Andre Otero: What is Love, de Haddaway. «Mis padres se conocieron con esta canción y también es mi canción».