Donde resucitan la máquina de coser de mamá

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Patricia Pío sigue el legado de su padre, extrabajador de Refrey que creó Galimaco, empresa especializada en aparatos para la industria textil que mantiene la vertiente doméstica de cuando la ropa se hacía en casa

10 dic 2021 . Actualizado a las 11:35 h.

La máquina de coser Refrey, nacida en el barrio de Bouzas en 1948 de la mano de la saga industrial de los Freire, fue un emblema made in Vigo que llegó a cientos de miles de hogares en España y se extendió por medio mundo. En la España de los 60 y 70 se llegaron a vender más de 30.000 al año. Aunque quebró en 1992, muchos de sus trabajadores (cerca de medio millar entre la planta de producción y la red comercial) siguieron por su cuenta. Fue el caso de Antonio Pío, que empezó con 14 años en la empresa a la que tuvo que decir adiós. Como relata su hija Patricia, algunos trabajadores constituyeron una sociedad anónima laboral y otros montaron negocio propio. Esa vía eligió Antonio, que junto a un socio creó Galimaco y comenzó su historia en enero de 1993. Empezaron con venta de maquinaria y repuestos siguiendo la estela de lo que hacían en Refrey. «Y los comienzos fueron duros», recuerda.

El emprendedor ya había tanteado a su hija pensando en el futuro. «Yo estudiaba la diplomatura de Empresariales. Me dijo si querría trabajar con él y le dije que sí, cuando acabase. Pero, por desgracia, su socio murió de un ataque al corazón en 1996 y tuve que incorporarme más pronto de lo esperado». Tras comprar su parte a los herederos, ese mismo año estaba al pie del cañón, aunque todavía le quedaban dos asignaturas para acabar.

Al principio, Galimaco se instaló en la calle Torrecedeira. En el año 2000 se creó la cooperativa TexVigo con 44 empresas y decidieron mudarse y estar cerca de sus colegas del gremio, tras adquirir una nave en el 2007. Las cosas ya se estaban poniendo cuesta arriba. Como recuerda Patricia, en el 2005 el Gobierno liberalizó los aranceles y empezó la fiebre de fabricar en China. «En empresas como la nuestra, dedicadas a la venta de maquinaria, repuestos y accesorios para el textil, lo tuvimos mucho más difícil», reconoce. «Empezaron a bajar las ventas drásticamente. De todo, hasta de agujas», asegura añadiendo que por aquel entonces aún surtían a Inditex, algo que hoy es meramente ocasional. El descenso en la demanda fue una de las razones que la inclinó a cambiar el esquema laboral de funcionamiento. Su padre, un mecánico y ella fueron los primeros en la nómina de Galimaco. Cuando Antonio estaba cerca de jubilarse decidieron subcontratar autónomos. Al cumplir 65 se retiró y la continuadora de la saga se puso al frente de la compañía como gerente y administradora con la misma fórmula acordada. «Sigo trabajando con mecánicos y electrónicos, pero decidimos ser todos autónomos y trabajan para ellos y para mí. Tal como estaban las cosas no podía tener gente asalariada para estar de brazos cruzados», lamenta.

En Galimaco tienen todo el aparataje necesario para que una prenda que aún está solo en la cabeza de un diseñador, acabe en la estantería de una tienda. «Vendemos desde los plóter que sirven para trasladar digitalizados los patrones de modista hasta el corte, los ingenios que ponen puños y botones, el acabado, el planchado y la colocación de etiquetas de marca», enumera.

Cuando llegó la pandemia y la producción mundial se paró, creyó que llegaba el final, pero las mascarillas les salvaron el balance de cuentas. «Nos pusimos a montar máquinas para que otros pudieran hacerlas y gracias a eso facturamos bien, sin alardes, pero así ayudamos a la gente y a nosotros mismos», reconoce.

La empresa viguesa quiso conseguir esas estructuras en Europa, pero no fue posible. «Tenían un único módulo y se necesitan tres para completar el proceso. Era imposible, tuvimos que recurrir a China y fue un desastre. Solo quedó el chasis, todo lo demás hubo que cambiarlo», revela sobre Galimaco, donde también despachan productos químicos (aceites de las máquinas, silicona, líquidos quitamanchas de prendas y de limpiar máquinas del textil y también para empresas náuticas como forma de abrirse nuevos campos debido a la fuga del sector a países donde les sale o salía más barato, ya que algunos están volviendo.

Aunque su principal fuente de ingresos son los consumibles que usa la industria textil (la tinta que necesita un plóter, papel o plástico del que se alimenta el corte automático que agarra las telas, hilo que da sujeción a la ropa...), también trabajan máquinas de coser domésticas. Venden nuevas y de segunda mano que restauran y reparan modelos clásicos para las que aún hay piezas de Refrey. «Durante la pandemia me trajeron un montón. Las antiguas son tesoros, superbuscadas, sobre todo por las modistas», explica recordando a la Merche de la serie Cuéntame, que cosía en una, como la madre de Patricia, María Victoria Román, y su abuela.