La luz de la Navidad

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

27 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hasta hace pocos años París, la vieja Lutecia, era considerada como la ciudad de la luz, la Ville Lumiere, desde que el rey Luis XVI iluminó la ciudad para combatir las tinieblas nocturnas. Pero desde hace un par o tres Navidades, París perdió su hegemonía lumínica siendo desplazada por Vigo, y el rey francés por el alcalde Caballero, que anualmente y en el mes de noviembre inaugura con más de diez millones de bombillas y complejas apuestas ornamentales la Navidad en el mundo.

Es el alcalde mago de la lux mundi, demiurgo de la iluminación artística, el maestro de las luciérnagas led, de los vagalumes que dan color a la noche deslumbrando a los astronautas de la estación espacial internacional, que cada veinte minutos completan la órbita y miran si Vigo ha vuelto a encenderse cuando cae la tarde.

Vigo tiene estos días la banda sonora de la canción de Mariah Carey All I Want for Christmas, que suena acompañando los múltiples juegos de luces de la empresa andaluza Ximenez que lleva la alegría festiva de las grandes iluminaciones por el mundo adelante.

Yo soy mas partidario de las viejas melodías navideñas, desde Noche de Paz a Jingle Bells, sin olvidarme del himno vigués y universal del maestro Lecuona, que en los acordes de Carlos Núñez o de Compay Segundo anuncia que «para Vigo me voy…».

La luz de Vigo, desde donde se contempla el último atardecer de Europa, su luz natural es un regalo para los sentidos. Las islas Cíes marcan el horizonte de luz que cada tarde, al declinar, es un espectáculo visto desde La Guía, desde Castro o Samil, desde los paseos de Bouzas o Alfonso XII. Ninguna iluminación artificial puede competir con la maravilla de los atardeceres vigueses.

Pero bien está la reinvención navideña del alcalde Caballero, que nos devuelve el espíritu dickensiano de miles, millones de cerilleras reescribiendo el Cuento de Navidad y recordándonos que todos hemos sido niños y mientras gira la navideña noria cegadora con su sinfonía lumínica.

He visto las calles de ciudades centroeuropeas engalanadas, he bebido ritualmente el gluhwein, el imprescindible vino caliente navideño en los mercadillos navideños de Colonia o Múnich, de Hamburgo o Dusseldorf, paseado la Navidad europea y su luz, peregriné a Málaga para participar en su fiesta mágica de luz, sonido y tecnología de la calle Larios; pero, como en un poema de Celso Emilio, nunca fui a Vigo en fechas como estas. Tengo que dejarme llevar por la luz olívica del Nadal. Para Vigo me voy…