Un metro llamado ligero que el viento se llevó

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

En noviembre del 2000, el conselleiro Cuíña proclamó ante el concejal Carlos Príncipe el respaldo de la Xunta a la construcción de un nuevo y moderno modelo de transporte para Vigo. Jamás se ejecutó

09 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No estaba previsto que fuera todo el tiempo por superficie ni que el subterráneo se convirtiese en su único medio, pero tampoco era un tranvía clásico. Así que alguien decidió denominarlo metro ligero. Durante una década fue objeto de debate dentro de las soluciones que se iban planteando para abordar los problemas de tráfico en la ciudad de Vigo. Curiosamente, en aquella misma época, en A Coruña se planteó la misma cuestión.

El 10 de noviembre del 2000 todo hacía pensar que el proyecto iría adelante. Fue cuando el conselleiro de Infraestruturas, Xosé Cuíña, afirmó: «Vigo fue muchas veces una ciudad de vanguardia y con este proyecto recuperará la vanguardia en el transporte colectivo». Aquel día, el conselleiro y el concejal impulsor de la iniciativa, el socialista Carlos González Príncipe, dieron a conocer en el pazo de Castrelos un estudio de viabilidad completamente favorable realizado por la empresa Macla Ingenierías. Durante la presentación, Cuíña sugirió que la Xunta aportaría el 51 % del capital en una sociedad mixta al estilo de Sogama. Ambos políticos reclamaron el apoyo de la iniciativa privada.

La creación de un metro ligero salió por primera vez a la luz a finales del año 1994 cuando se abrió el concurso para optar por el transporte público en la ciudad olívica. Tanto Vitrasa, que al final se llevó el concurso, como Tranvías Eléctricos esbozaron la posibilidad de asumir parte del servicio con un moderno tranvía. La cosa quedó ahí hasta la campaña de las municipales del 2000. Príncipe hizo entonces bandera del proyecto y se convirtió en su más firme defensor. Aquellos comicios llevaron al BNG a la alcaldía de Vigo, con el respaldo del PSdeG-PSOE. El proyecto del metro ligero tuvo carácter prioritario en las negociaciones entre socialistas y nacionalistas para alcanzar un pacto de gobierno. Y cuando se logró el acuerdo, Príncipe fue nombrado concejal delegado de Cultura y del Metro Ligero, una denominación que indicaba la relevancia que se le daba a la iniciativa.

El edil socialista inició entonces la búsqueda de financiación y, sorprendentemente, comenzó una fructífera relación con el conselleiro Cuíña. Hasta tal punto, que el PP de Vigo vio con malos ojos aquel respaldo y manifestó su disgusto al no acudir a dos actos público del conselleiro en la ciudad.

Aquello no impidió que el político de Lalín se comprometiera públicamente y diera plazos del ejecución. El 10 de noviembre del 2000 señaló que una semanas más tarde la Xunta y el Concello de Vigo suscribirían un convenio para adjudicar el proyecto. La idea era que este se redactase en el 2001, y que, en los dos ejercicios presupuestarios siguientes, se ejecutarán las obras, con la finalidad de inaugurarlo en el 2004.

Tres líneas

Cuíña y Príncipe, que mostraron una gran sintonía en aquellos años, señalaban que para el primer año serían necesarios 260 millones de pesetas (1,5 millones de euros) para poner en marcha el proyecto. En los siguientes, se desembolsarían 4,8, 34,8, y 15 millones de euros, parte de los cuales se pretendían obtener de la Unión Europea. En aquella comparecencia público incluso se dieron detalles organizativos del futuro servicio de transporte. Así, se habló de construir tres líneas: una circular bordeando el centro del casco urbano (Urzaiz, Colón, Beiramar, Coruña, plaza de América y Gran Vía), un ramal de Beiramar a Bouzas y la tercera desde Urzaiz hasta la playa de Samil. Los técnicos que elaboraron el proyecto calculaban que, en el primer año, el tranvía transportaría diariamente casi 40.000 viajeros, mientras que el autobús urbano mantendría cerca de 100.000.

En abril del 2001, la Xunta de Galicia y el Concello de Vigo firmaban el convenio para la ejecución del proyecto, pero cada vez se fue embrollando más el asunto, con continuos retrasos y la traslación de iniciativas similares por parte de la Xunta a las ciudades de A Coruña y Santiago. El metro ligero jamás se puso en marcha, y eso que no abandonó los periódicos hasta hace unos años. De hecho, en los presupuestos autonómicos del 2012 todavía se incluían trescientos mil euros para su estudio. Claro que entonces la crisis financiera que sacudía medio mundo había ya cerrado definitivamente el proyecto. Por aquel entonces, Agustín Hernández, conselleiro de Infraestruturas, decía: «Es preciso diseñar un metro ligero realista». Y para aclarar el adjetivo, añadió: «Que no sea subterráneo pues los costes se dispararían y la inversión sería inasumible».

El caso es que la construcción del metro ligero se quedó sobre el papel y jamás se volvió a hablar de él hasta comienzos de este mismo año. Fue cuando desde la patronal de la construcción, Seopan, se apuntó hacia el tranvía como un medio de transporte favorable para la ciudad de Vigo y para reactivar la economía en plena pandemia. «¿Quién es Seopan para hacer un proyecto?», respondió el alcalde Abel Caballero, que se mostró totalmente en contra de la realización en Vigo de un proyecto de semejantes características. El actual regidor zanjó la cuestión diciendo que un proyecto de semejantes dimensiones arruinaría la economía local. Y ahí se acabó, de momento, el cuento del metro ligero.