Los niños pobres de Vigo en 1820 no iban a clase porque cogían catarros

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

El convento de Santa Marta de O Berbés daba clases obligadas a la intemperie a menores de hasta 12 años poco pudientes

28 sep 2021 . Actualizado a las 02:03 h.

El retorno al absolutismo iniciado por Fernando VII tras su regreso a España en 1814 tuvo consecuencias en muchos ámbitos de la vida cotidiana española, entre ellos, en la educación público. Aunque las reformas liberales emanadas de la Constitución de 1812 trazaron una línea de desarrolla de la instrucción pública, el volantazo dado por el Borbón cercenó las posibles mejoras de cara al futuro.

El 19 de noviembre de 1815, el rey emitía un decreto por el que exhortaba a los conventos de todas las órdenes religiosas a que abriesen escuelas de primeras letras para «los hijos de los pobres de hasta la edad de diez o doce años», cuestión que hacía extensible a las ordenes de monjas para que hiciesen los mismo con las niñas. Añadía que se les procurase alimento y vestuario. Fernando VII explicaba que el erario real no tenía dinero para estas cuestiones, pero que las órdenes religiosas se habían beneficio de «limosnas y bienes que han salido y salen de los pueblos donde están fundados».

En Vigo, este decreto afectaba al convento de Nuestra Señora de los Remedios, situado en el Areal, y al convento franciscano de Santa Marta, en O Berbés. Sin embargo, en el año 1820 no estaba en vigor aquella recomendación real. Si bien se inició la escuela en Santa Marta, en Los Remedios nunca se llegó a poner en funcionamiento la mencionada escuela.

El 25 de enero de 1820, la corporación viguesa, entonces presidida por José de Imaz, adoptaba el acuerdo de exigirle a las dos congregaciones religiosas que pusieran en marcha las dos escuelas. Los munícipes vigueses explicaban en su acuerdo que en el caso de Santa Marta se habían iniciado las clases, pero en un momento determinado del pasado se habían interrumpido. En la investigación llevada a cabo por el Concello de Vigo se determinaba que aquella paralización había sido debida a que los niños enfermaban acudiendo a las clases y sus padres optaban por no enviarlos. Era debido a que se desarrollaban las clases en la portería del convento o en el claustro «vajo de lo qual se les originaban catarros y otras enfermedades ocasionadas por los fríos y la yntemperie».

Concluía el acuerdo municipal que con aquella paralización se ocasionaban graves perjuicios a la ciudad. Por ello, acordaban hablar con los rectores de los conventos para que cumplieran con la real orden «evitando los inconvenientes que apartaban a los padres de los niños de mandarlos allí» y destinasen una habitación en el interior para desarrollar las clases.

Lo curioso del caso es que en este mismo convento se impartían clases a niños pertenecientes a familias con capacidad económica para pagar las clases. No era enseñanza básica, como en el primer caso. Las escuelas de primeras letras tenían como objetivo enseñar a escribir y a leer, así como hacer cuentas básicas. También tenían un claro sesgo religioso, porque se enseñaba a los niños y niñas los preceptos del catolicismo y las buenas costumbres derivadas de esta línea ideológica.

En el convento de San Francisco funcionaba una escuela de gramáticos. Los alumnos ingresaban con los conocimientos básicos, y su finalidad era principalmente la enseñanza del latín, idioma básico para posteriormente acudir a la universidad. Así que en San Francisco se priorizaba la enseñanza a personas pudientes y con cierta instrucción académica. Desde finales del siglo XVIII, en Vigo existió una escuela de primeras letras situada en A Pedra. Estaba dirigida por el Concello de Vigo, pero sus fondos procedían del dinero legado por el vigués radicado en Veracruz Genaro Garza y Quiroga.

Esta escuela debió de dejar de funcionar a finales de la segunda década del siglo XIX, de ahí el interés municipal para que se diera instrucción gratuita a niños pobres en San Francisco. En esta época, ya existían profesores que tenían abiertas pequeñas escuelas en pisos de la ciudad y que cobraban por aportar conocimientos a los niños más pudientes de la ciudad.