La isla de Tali refugia a cien animales

Monica Torres
MÓNICA TORRES BAIONA / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Belén Fernández

La joven Natalia Rodríguez pide ayuda desde el islote en la desembocadura del Miñor: «Es cuestión de vida o muerte, ya no puedo acoger más»

20 ago 2021 . Actualizado a las 01:34 h.

La familia de Natalia Rodríguez Conde es «interespecie». Es el perfil con el que se identifica y su estilo de vida concuerda con este nuevo tipo de agrupamiento en el que los animales casi forman parte del árbol genealógico. «Dedico mi vida a salvar la de otros porque es lo que a mí me apasiona y no puedo quedarme de brazos cruzados», dice esta joven. Todos la conocen como Tali y, a su refugio, como la isla de Tali, porque está en el islote de la desembocadura del Miñor. Pasó el confinamiento con más de una veintena de animales de distintas especies pero, lejos de que la desescalada aliviara el trabajo, su refugio ha llegado al límite con casi un centenar de animales a los que ha rescatado de una muerte prácticamente segura.

Su particular arca de Noé está al completo y ahora es ella la que pide ayuda. «La prioridad es que los animales estén bien atendidos», explica. Abre la puerta a sumar socios porque «el único apoyo económico con el que contamos es el del grupo Teaming, en el que recaudamos microdonaciones de un euro pero, a medida que se amplía la familia, esa ayuda no cubre apenas los veterinarios», explica Natalia. Quienes quieran colaborar pueden hacerse socios con una donación mensual mínima de 5 euros escribiendo a la dirección laisladetali13@gmail.com.

«Es cuestión de vida o muerte, yo ya no puedo acoger más. Hay que priorizar la vida de los animales», insiste Tali, agradecida especialmente con los vecinos de la isla que le permiten cuidar allí a sus animales. Transmite decisión, pero justo cuando lo dice abre la puerta a una joven angustiada con cuatro cachorros recién nacidos. Son los últimos miembros en llegar a la familia. «Los tiraron en un saco a un contenedor en Vigo. Los otros dos ya estaban muertos y las protectoras les dijeron que ya no tenían cabida», explica mientras les da el biberón. No oculta su malestar e impotencia «porque no hay semana que no haya que rescatar una camada de un contenedor» y pide mano dura contra quienes maltratan a los animales.

Tali creció aprendiendo a respetarlos y lo de la vocación parece que va en su ADN. «Mi padre me ayuda siempre con todo, especialmente con el mantenimiento de la finca. También mi madre, que de pequeña ya escondía a los perros que encontraba para poder cuidarlos», dice orgullosa de su familia interespecie. No cuenta los que son habitualmente, «pero ahora me eché las manos a la cabeza al ver que tenemos casi un centenar de bocas que alimentar». Confía en que se cierren pronto algunas adopciones que ya están en marcha y recuerda que siempre hay opción para quienes, como ella, se propongan aumentar su familia. En estos momentos, en su particular refugio hay caballos, yeguas, perros, gatos, ocas, patos, cabras, conejos, cerdos vietnamitas, coballas, varias especies de pájaros y un becerro en camino. Ahí es nada.