Las Salesas se quedan sin monjas

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

En el convento de clausura de Vigo solo viven cinco religiosas, tres de ellas enfermas y la mayor de 97 años

10 ago 2021 . Actualizado a las 02:23 h.

De las 46 monjas que eran en 1962 solo quedan cinco, tres de ellas enfermas y la mayor, de 97 años. Las Salesas del monasterio de Teis saben que con esta situación tienen un pie en Vigo y otro en el convento que designe la Orden de la Visitación. A no ser que la situación sea inversa y que trasladen a la ciudad a las religiosas de otros centros, algo improbable.

Una norma de la Santa Sede llama a la reagrupación cuando sean pocos miembros, lo que ha llevado a algunos conventos como el de Santa Ana, en Brihuega (Guadalajara), a echar el cerrojo en julio tras cuatro siglos de historia. Solo quedaban cuatro monjas acechadas por el covid.

Las hermanas de Teis apelan a la «perseverancia en la adversidad» a la hora de pensar en su futuro. Conocen los cierres de conventos en situaciones similares e incluso con más religiosas que en el suyo, pero en una situación inmobiliaria muy diferente. «En algunos casos se han ido a otros monasterios de nuestra misma orden, por ejemplo, las de San Sebastián se fueron a Santander», explica la madre Bernardita, natural de Burgos. Es la que lleva menos años en el convento de clausura, solo seis. Reconoce que se van arreglando con la ayuda de algunas personas externas que les echan una mano en tareas como la limpieza, y comenta satisfecha que de momento se han librado de la pandemia. De lo que no han conseguido librarse es de la velutina. Esta misma semana tuvieron que acudir los servicios especializados a retirarles un nido.

«Cerrar un monasterio es muy duro, este está protegido por Patrimonio al tener la fachada de Antonio Palacios, y aunque es propiedad de la comunidad, es más complicado venderlo. Si se conserva bien es porque se vive en él y se tiene que mantener en pie, es el problema. De momento vamos tirando y vamos a resistir todo lo que se pueda», comenta.

Cree que estaría bien solicitar que se comparta esa conservación del patrimonio y está convencida de que si ellas faltan se llenaría de okupas. Por dentro, dice, el edificio no llama la atención. «No hay nada de arte, pero hay un chalé unido que es más antiguo que el monasterio».

Tiene claro que la falta de religiosas se debe a una crisis de fe, a la indiferencia y apatía existente en la sociedad actual, a la falta de tiempo para reflexionar y a no saber qué hacer con tanta libertad. Buena muestra es que a la misa que se celebra en su iglesia, abierta a todos los fieles, solo asisten cinco o seis personas. No pasa de ahí. Los días laborables es a las 8.15 horas y los domingos no se madruga tanto y se pasa a las 10.15.

La hermana María José es una de las religiosas supervivientes. En los 58 años que lleva en el convento ha visto irse a muchas compañeras y comprobado el vacío que dejan sin cubrir. Presume de una memoria prodigiosa que le ha dado el Señor y que aún conserva pese a su edad, aunque evita desvelarla. «Soy de Vigo, de aquí cerca, cuando entré eramos 46 monjas. Ahora hay una de 97 años que entró a los 20.», indica. No le preocupa la situación «porque San Sebastian se fusionó a Santander y ahora están estupendas», dice, ignorando que durante el pasado año, cerraron en todo el país 32 monasterios.

M.MORALEJO

El edificio de las Salesas es el gran desconocido de Vigo o, como Antonio Abellán Ruiz lo denomina en su libro, El Tesoro Escondido, una obra que desvela detalles históricos de la orden hasta llegar al monasterio de la Visitación. Proyectado en 1942 por el arquitecto porriñés Antonio Palacios, las Salesas se asentaron en él dos años después, aunque ya estaban en la ciudad desde 1927. Fue construido, como no podía ser menos, con granito de O Porriño y ofrece un aspecto rústico. La protección no solo afecta al edificio, sino también a la parcela en la que se ubica de 17.545 metros cuadrados.