
Actúa el martes y miércoles en el ciclo Terraceo del auditorio Mar de Vigo
07 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Liberado del yugo de la métrica, ese que se autoimpone en sus escritos, Jorge Drexler es un conversador infatigable. Genera ideas y poéticas imágenes a borbotones, como si no precisaran de una previa y serena reflexión. Pero claro que la hubo. Y no fue fácil, confiesa ahora. «Este ha sido el período de composición más duro de mi vida. Durante el confinamiento sentí por momentos que iba a ser incapaz de volver a escribir», dice. Pero vaya si lo hizo. El primer fruto ha sido La guerrilla de la concordia, una canto al amor y contra el odio en clave de góspel con el ya casi ha alcanzado el millón y medio de visualizaciones.
-¿Cómo está viviendo lo que está aconteciendo con esa canción?
-Con mucha alegría, mucha sorpresa y mucha incertidumbre también. Porque La guerrilla de la concordia no es una canción que marque una tendencia en un disco. Con esto del aislamiento, pierdes la referencia. Se te duerme el aparato de evaluar lo que haces y uno no se acuerda en que grado depende de la visión del otro. Porque el otro es una figura que ha desaparecido. Yo sentía que a mis canciones les faltaba ese último golpe de horno. Yo escribía el 80% pero lo faltaba ese último 20%, que es como la canción se refleja en las otras personas. Hace tiempo que siempre escribo pensando en el acto de la escucha. Y me faltaba el interlocutor. Uno siempre escribe acompañado aunque esté solo.
-También le he escuchado decir que no escribe de lo que quiere sino de lo que puede.
-Es cierto. Hay muchísimas temáticas que a uno le gustaría tratar pero que son muy difíciles de meter en una canción. De hecho, con La guerrilla de la concordia me llevó cuatro años acabar de entender como funcionaba y poder montarla. Demoré mucho tiempo esa canción. La gente piensa que los músicos decimos voy a escribir una canción sobre... Pero no. La temática es un accesorio en la canción. Y muchísimas veces surge por azar. Como decía Leonard Cohen, «si supiera de donde vienen las canciones buenas, iría ahí más a menudo». Yo también. Incluso hay canciones en las que la temática no tiene ningún peso. Hay canciones que uno no sabe de que van y que son de mis favoritas. ¿De qué habla Volando voy, volando vengo? Y para mí es una de las mejores canciones en español junto a Mediterráneo y 19 días y 500 noches.
-¿Llegará el día en que amar sea, ya no digo más, pero sí por lo menos tan sencillo como odiar?
-Ese momento ya ha llegado. Aunque nos vemos periódicamente enfrentados a horrores, es evidente que el círculo de empatía de la especie homo sapiens se ha ido ampliando de manera innegable en los últimos milenios y exponencialmente en las últimas décadas. No ha habido nunca una avance en el amor tan grande como el que ha habido en esta época. Y basta ver el maravilloso ejemplo de lo que ha pasado con la mujer en la sociedad en cuatro generaciones. Piensa en tu bisabuela, en tu abuela, en tu madre, piensa en su relación con sus derechos, con su trabajo, con su libertad. Y luego piensa en tu hermana, en tu compañera, en tu hijo y haz una proyección de como estará tu nieta. Y te darás cuenta de que el círculo de inclusión de lo que uno considera el otro se ha expandido exponencialmente. Lo que pasa es que no es un proceso lineal. Y en medio de eso, encontramos un retroceso en esferas políticas y en esa parte de la población que, cuando la libertad avanza mucho, se asusta e intenta agarrarse a un pasado idealizado. Llámalo reconquista o America great again.
-Lo suyo es puro humanismo.
-Sí, sí. Me cuesta mucho menos aceptar el posicionamiento como humanista que tomar una opción político partidaria concreta.
-Siento que le define bien aquel verso de Silvio Rodríguez: «la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta».
-Ni soy constante, ni soy preciso ni soy perfecto en ninguna de las áreas de mi vida. Le agradezco a Silvio esa visión del ser humano pero es una visión idealizada. Es la visión de un héroe. Silvio nació y creció en un mundo de héroes. Y yo nací en un mundo en el que muy pronto nos dimos cuenta de que había que tener más cuidado que fe en los héroes.
«No hay generación que no se haya creído la generación elegida»
-No fuimos pocos quienes nos sorprendimos al verle en el disco de C Tangana.
-Sí, claro. Eso fue una gran sorpresa. Para mí también. Pero es que yo me canso mucho de mí mismo. Y cuanto más diferente a mí es una persona, más me interesa interactuar con ella. Lo único que le pido es que sea buena gente, que me guste lo que hace y que tenga un compromiso con la canción. La canción es un género artístico en sí mismo maravilloso. Y Nominado tiene una estructura que proviene del rap que yo no había utilizado antes. No sigue la lógica estrofa-estribillo. Oigo a gente que dice «la canción ha muerto». No. Ha muerto el tipo de canción que te gusta a ti. Y si quieres la puedes llorar y velar, estás en tu derecho. Pero la canción sigue viva. Lo que pasa es que muta permanentemente, desde el Cantar de los cantares hasta C Tangana. A mí toda la canción me interesa. No hay nada más triste que caer en eso de que «lo único bueno era lo de mi época». Me parece un tipo de xenofobia. No está muy lejos de lo único bueno es lo de mi pueblo o lo de mi raza. De la misma manera que en La milonga del moro judío digo «no hay pueblo que no se haya creído el pueblo elegido», no hay generación que no se haya creído la generación elegida. Así entiendo yo lo que pasa con la música contemporánea.
-¿Qué no puede dejar de hacer cuando viene a Galicia?
-¡Ohhh! Ir a O Grove, visitar a los amigos, visitar El Náutico, que es un lugar absolutamente fermentario para nosotros, comerme un pescado con un albariño en cualquiera de los restaurantes de la costa y, si tengo suerte, irme a coger unas olas.