«Me enamoré de Javi y no me importó que tuviera esclerosis múltiple»

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Un amor sin barreras. Javi y Aimara se llevan 17 años, pero ni la edad ha sido un obstáculo en su felicidad ni tampoco la enfermedad que le diagnosticaron a él a los 22.

31 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay parejas felices, parejas rotas, parejas únicas y luego están Javi y Aimara. Ellos no responden a ninguna etiqueta que podamos pensar porque enseguida rompen todos los estereotipos que tenemos fijados sobre el amor. Él acaba de cumplir los 49 y ella los 32, llevan juntos desde hace casi cinco y están habituados a que esa diferencia de edad sorprenda desde fuera. «Muchas veces me preguntan si soy su hermana pequeña o si es mi padre», bromea Aimara, con la resignación y la risa que a estas alturas de su vida le provoca esa extrañeza. Porque su historia de amor es extraordinaria.

Cuando le presentaron a Javi, él ya tenía la esclerosis múltiple muy avanzada, pero eso no fue en absoluto un obstáculo, aunque en todo este tiempo la enfermedad no ha corrido a su favor. «Hace cinco años si le pinchaba una croqueta, él podía coger el tenedor y llevarla a la boca, ahora ya no puede. Tiene un poco de fuerza y me aprieta la mano, pero ya no puede comer, solo mueve la cabeza». A su lado, Javi sonríe y con un fino hilo de voz es todo ánimo y fortaleza. Le digo que no parece una persona enferma y se echa a reír: «¡Es que nunca me he sentido así!».

«Cuando me diagnosticaron la esclerosis múltiple, a los 22 años, no me lo tomé como una cosa terrible, sino como si tuviera una gripe, no le doy mucha importancia», relata con un enorme sentido del humor. Esa vitalidad fue lo que enseguida le hizo prender la chispa a Aimara. «Lo conocí así, con su esclerosis, pero lo que brillaba era su personalidad, me enamoró su carácter, su manera tan intensa y enérgica de ver la vida».

Javi confiesa que la atracción con Aimara para él fue más poco a poco. Cuando se la presentaron, a través de una tía suya, ella vivía en Santiago, pero trabajaba en Vigo, y como tenía que ir y venir continuamente, él le ofreció la posibilidad de que se instalase un tiempo en su casa. Esa convivencia natural hizo que día a día sus mundos fuesen encajando hasta convertirse en pareja. «Fue muy paulatino -explica Javi-, no puedo decirte que me enamorase de pronto por una cosa en concreto, aunque me gusta de Aimara que siempre se está riendo y que se preocupa mucho por mí».

Si la diferencia de edad no fue un muro para que su relación avanzase, tampoco la esclerosis de Javi. «Él de broma me dice que le echan más años por mi culpa, que yo soy la vieja prematura», bromea Aimara, que en ningún momento dio pábulo a los comentarios negativos que podía escuchar sobre su historia de amor con él. «Yo hacia ese tipo de cosas reacciono bien, cada uno que piense lo que quiera, es el destino que la vida te va poniendo en el camino, pero si estoy con él es porque estoy feliz a su lado», explica. Aimara se refiere a la gente que en algún momento le pudo haber hecho llegar la idea de que de alguna manera estaba hipotecando el futuro y echando al traste su vida por estar con Javi.

 «No pienso en el futuro»

¿Piensas mucho en lo que puede pasar?, le pregunto a él. «No mucho, pienso más en lo que me puede suceder a corto plazo, hay ciertas cosas que pueden empeorar y tienes que tener todo un poco hilado para esos momentos, pero si piensas mucho, tampoco es bueno», dice Javi. ¿Y en ese futuro entra Aimara?, ¿os vais a casar, tenéis planes? «De momento ella entra -señala con toda la retranca del mundo él. Estamos bien así, y cuando pase, si tiene que pasar, llegará sin más. Creo que primero hay que ir caminando un poco más, estar más estable en todo lo que tiene que ver con nuestra casa y la tienda». Porque Javi y Aimara están entregados a su negocio, Extroverty Socks, especializado en calcetines. «A mí es un complemento que siempre me ha encantado, siempre me fijaba en ellos y cuando surgió la oportunidad, nos lanzamos a por ello», explica Javi, que si por algo se caracteriza, es por su coquetería. «Es horrible, como haya un espejo tienes que llevarlo de espaldas, es horroroso lo que se mira», se ríe a su lado Aimara. «Somos muy distintos -continúa-, a mí me encantaba ir de tiendas hasta que lo conocí a él, no sabes lo que es, se para en todas las esquinas y me amenaza diciendo: ‘El día que yo me cure, me dejas, porque no vas a ser capaz de seguirme el ritmo'».

Javi, por si hay alguna duda todavía, se confiesa un hombre muy, muy afortunado: «Sí, creo que he tenido suerte, por mi forma de entender la vida». Esa energía contagiosa lo ha llevado a practicar hipoterapia hasta hace poco en que podía ir a Santiago a montar a caballo. Ahora su día se reparte en estar con Aimara en la tienda y en sus sesiones de fisioterapia, a las que acude tres veces por semana durante dos horas. ¿Convives con el dolor?, le digo. «Eso depende del día -explica-, si los espasmos te dan muy seguidos, te pueden molestar, y algún dolor también lo tengo por falta de movilidad. De momento voy aguantando bien y la fisio me ayuda, y también me cuesta hablar porque tengo poca fuerza en el diafragma», indica sin perder la sonrisa. «Tienes voz para decirle ‘te quiero' a Aimara, ¿no?», le pregunto con retranca mientras ella sostiene su mano. «Y para mandarla a paseo también», bromea Javi.

A Aimara le gustaría tener familia en un futuro, pero en este presente no se lo plantea, tiene mucho todavía que atender. «Tal vez el día de mañana, sí, pero de momento no es una prioridad, me llega con nuestro perro, Yako, que por ahora hace de hijo. De hecho le llamo hijo y viene», cuenta con la sonrisa que mantiene durante toda la conversación. «Yo estoy feliz y muy agradecida porque él me hace la vida muy fácil, Javi no es de quejarse en absoluto. Claro que a mí me encanta que la gente se queje -sorprende Aimara sin ningún tipo de resquemor en el tono que usa-, en serio, me encanta cuando veo que las personas se quejan porque sé, entonces, que no tienen ningún problema serio».

Javi y Aimara, ya lo dicen ellos, son muy diferentes: «Él no para, pero yo soy más nerviosa, y a mí me gusta más la casa, quedarme leyendo, pero a Javi le pierden las orquestas, siempre quiere ir a verlas, aunque con la pandemia no ha podido ir a ningún concierto. Pero tampoco en la música coincidimos, yo soy de Julio Iglesias, y él es más de reguetón...», lo pica. «¡Qué va! A mí, la música de ahora no me gusta, ¡el que realmente me encanta es Manolo Escobar!». «¡Pues en eso sí coincidimos!», se echan a reír los dos, mientras él responde a que tampoco hace caso a los chismes de la gente. «Cada uno que piense lo que quiera, a mí lo que digan nunca me influyó nada, y mucho menos ahora. Si quieren pensar que piensen, pero mejor que ocupen el tiempo en otras cosas», sentencia Javi, que se ha ofrecido a San Lázaro. «Estoy convencido de que volveré a andar, sí, algún día volveré a hacerlo», sonríe.