Luchador sobre el tapiz y durante el covid

Antía Cuadrado VIGO

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La responsabilidad del arbitraje le ha servido a Marcos Araújo para atender en el 112 otra lucha, la pandemia

03 ago 2021 . Actualizado a las 00:31 h.

Marcos Araújo (Vigo, 1974) vive dedicado a la lucha. Además de árbitro internacional, el vigués es uno de los máximos responsables de la Axencia Galega de Emerxencias, que cumplió una labor fundamental durante la pandemia. Araújo se enfrenta a dos batallas muy diferentes, pero ambas de mucha responsabilidad. «Compaginar las dos cosas es muy complicado, si no me gustase tanto, lo hubiese abandonado hace años», admite el árbitro. «La agencia ocupa todo el tiempo libre y en mis vacaciones arbitro campeonatos», confiesa.

Los huecos en su agenda se convierten en pequeñas escapadas al club de lucha donde entrena en Vigo, además de aprovechar para viajar a arbitrar lejos de casa. «Mi mujer me dice que estoy loco yendo a Murcia en un fin de semana, atravesando 1.500 kilómetros en una furgoneta con los luchadores», relata Araújo. Sin embargo, después de vivir tantas experiencias, lo que le ha dado este deporte hace que el esfuerzo merezca la pena. Ser árbitro internacional le ha hecho aprender y lo considera un privilegio. «Me permite estar en contacto con otras formas de pensar, al arbitrar con gente de países muy distintos al nuestro, tomo una visión más abierta al mundo».

Su trayectoria deportiva la inició practicando yudo de pequeño, en el colegio. A día de hoy, sigue sin saber explicar por qué decidió dejar el fútbol, deporte que a la mayoría de niños le apasiona, para luchar sobre el tapiz. A los 17 años, se fue a estudiar Ingeniería Industrial a Pontevedra. Allí no había yudo y tuvo que cambiar de disciplina. Optó por seguir las bases del deporte de su niñez probando suerte con la lucha olímpica. Después de 10 años compitiendo en el deporte que le apasiona, al llegar a los 27 años el cuerpo le pidió tregua. Tras varias lesiones y debido a incompatibilidad de horarios con su trabajo en la Axega, decidió abrir otra etapa de su vida cambiando de luchador a árbitro. Con el paso de los años ganó experiencia mediando sobre el tapiz y acumulando prestigio entre los suyos, lo que le permitió ascender en las distintas categorías del arbitraje.

Su función en este deporte no es cualquier cosa, tiene su dificultad. «El grupo arbitral en lucha olímpica está compuesto por tres miembros: un juez, un árbitro y un jefe de tapiz. Aun así, con vídeo y con tres personas viendo la competición, no es sencillo captar algunas de las técnicas de los luchadores, muy complicadas y rápidas». Su labor es muy importante, sobre todo ahora que asiste a campeonatos internacionales donde ganar o perder depende, muchas veces, de sus decisiones.

En España, muy pocas personas llegan a nivel internacional. Marcos es uno de los afortunados, después de mucho trabajo y un largo recorrido en este deporte. Empezó su trayectoria arbitral en campeonatos gallegos, en 2003. En el 2008 pasó a ser árbitro nacional y ahora, desde hace ya 8 años, ascendió pasando a ser árbitro de segunda internacional. Por encima de su nivel, se encuentran dos puestos más, los de primera internacional y los de especial; en España, actualmente, el número de árbitros en estas categorías no excede las 2 o 3 personas. En otros países el arbitraje tiene otro prestigio y los que trabajan en ello pueden vivir de esta profesión, a tiempo completo.

El vigués, sin embargo, lidia a diario con su doble vida. Como gerente de la Axencia Galega de Emerxencias, siendo responsable de la gestión del servicio de emergencias 112, estuvo en primera línea de batalla contra el covid. Las emergencias se dispararon «Tuvimos mucho peso en la parte del control de la pandemia. Cuando no había material de protección, ahí estuvimos nosotros contactando con empresas, voluntarios…». El arbitraje quedó en segundo plano, que también tuvo que parar por la pandemia, lo importante era, en esos momentos, enfrentarse a una lucha muy diferente.

Después del parón, la dinámica de la lucha olímpica sufrió varios cambios. «No hay público, lo cual se nota. Tienes que arbitrar sin tocar a los luchadores, cuando antes siempre les dábamos la mano al empezar y al acabar las competiciones», cuenta el árbitro.

Marcos Araújo no descarta seguir mejorando para llegar a hacerse con el título de árbitro especial —la mayor de las categorías a nivel mundial—. Por ahora, ya intentó ascender a primera internacional en el Europeo de cadete de Pontevedra y este verano volvió a presentarse a la prueba en Bulgaria, sin éxito en ambas ocasiones. «En los niveles más altos de competición, el árbitro tiene que dar la talla». Sin embargo, no entra en sus planes rendirse y sigue los pasos del actual árbitro español de categoría especial, Carlos García, su ejemplo a seguir, que se dirige ahora a los Juegos Olímpicos de Tokio. «Siempre está ahí la ilusión por llegar a la máxima competición que hay. Me gustaría llegar a ir en 2024 a los Juegos Olímpicos de París, con la selección española de lucha», confiesa el árbitro, muy ilusionado.