El arquitecto catalán presentaba ante las autoridades locales el proyecto de urbanización que nunca vería acabado ya que falleció un año después de aquello y lo continuó su esposa y socia, Benedetta Tagliabue
27 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.El 27 de julio de 1999, hace 22 años, veía la luz el proyecto de urbanización de Campus de la Universidad de Vigo que diseñó Enric Miralles. El arquitecto catalán, que falleció prematuramente con 45 años, justo un año después, y obviamente sin poder verlo acabado, presentaba en el entonces llamado Centro Cultural Caixavigo la maqueta de la nueva Ciudad Universitaria. Las obras, ya sin él, aunque con su viuda y socia de EMBT (el estudio de ambos), la también arquitecta Benedetta Tagliabue al mando, se iniciarían un año más tarde con un presupuesto superior a los 3.500 millones de pesetas con las que todavía nos manejábamos (21 millones de euros).
Domingo Docampo era el rector que pilotaba la institución académica cuando llegaba el momento de que eclosionara el plan más importante de su historia en lo relativo al continente, al esqueleto de cemento de la misma. Para la presentación se escenificó un acto en el que no faltó una impresionante maqueta ni los anfitriones de la entidad financiera que iba a hacerse cargo de la multimillonaria factura.
Pero la escenificación requería también de otros actores. El alcalde de Vigo, Lois Pérez Castrillo, el delegado del Estado para la Zona Franca, Pablo Egerique, y hasta la oposición del gobierno local representada por Juan Corral y Dolores Villarino. «La presencia de estos dos últimos le valió al rector para confirmar lo que ya había anunciado en el último claustro», aclaraba la información añadiendo que en el pleno en el que habría de aprobarse esa acción, todos los grupos municipales votarían a favor de la participación del Concello en la sociedad anónima que se creó con un capital social total de 502 millones de pesetas para urbanizar el campus según la cual, Caixavigo aportaría el 25 % de capital, Zona Franca otro 20 % y Diputación y Concello un 2 % siendo la accionista mayoritaria será la universidad, con un 50,5 %.
Como en todo macroproyecto constructivo -y este era uno de los buenos, ya que se extendía en un área de cerca de 13.000 metros cuadrados-, la cosa no era tan fácil como llegar con las máquinas y ponerse a mover tierras (que tampoco fue fácil, pero esa es otra historia). Había años de gestiones, papeleos y reuniones. En la información se recordaban los antecedentes, contando que el Concello vigués habían expropiado más de un millón de metros cuadrados en la parroquia de Zamáns y parcelas de menor tamaño en otras vecinas para que se pudiera construir la ciudad universitaria. «Sin embargo, pese al tiempo transcurrido, todavía no dispone de la completa disponibilidad de los terrenos. El motivo es que no ha pagado el importe de las expropiaciones realizadas a entidades públicas, aunque sí lo hizo a los propietarios particulares». La puesta en marcha de Cidade Universitaria activó las demandas de las comunidades de montes que tenían pendiente de cobro 1.500 millones de pesetas por las expropiaciones, además de los intereses de demora.
Ante todos aquellos representantes de la sociedad viguesa, Miralles llegó con la impresionante maqueta al señorial vestíbulo del teatro rodeado de cortinones y señores encorbatados. El arquitecto ya les contaba cosas concretas, como que el calendario rectoral preveía que se pudiera contratar la primera fase de las obras en el último trimestre de 99, que comprendía la construcción de una zona residencial para estudiantes, profesores y personal administrativo y de servicios. «Este edificio sobre pilares, largo y ondulado como una enorme serpiente, se ubicará en los aledaños del CACTI, en lo más alto de la ladera. Los residentes ocuparán apartamentos individuales, con dormitorio, cocina, baño y sala de estar, aunque la lavandería y las salas de estudio serán comunes. Después de Semana Santa se contratará la obra del Rectorado», avanzaba la información en cuanto al «edificio en forma de U de universidad», llamado «a convertirse en referente y emblema de todo el conjunto», decía el propio Miralles convencido. Su plan pivotaba sobre dos edificios ya construidos, la Facultad de Económicas y la Biblioteca Central, y se inspiraba en la naturaleza. Decía que al llegar a As Lagoas?Marcosende desde el Meixoeiro, lo primero que iba a ver el visitante «será un bosque tan tupido que no se van a poder intuir los edificios que hay detrás». Y junto a esta selva autóctona, el paseante tendría que atravesar un gran lago artificial. Su plan era integrar también los edificios antiguos, construidos sin coordinación estética, en la naturaleza. La pasarela cubierta y sobre todo la plaza con centro comercial y todo tipo de servicios son hoy algo parecido a lo que un día soñó. Benedetta Tagliabue lo visitó en el 2008, en pleno funcionamiento: «Es todo un regalo para mí poder contemplar esto desde la tranquilidad», confesaba.