Cándida Tamborino, payasa: «La risa es terapéutica; queremos profesionalizar al payaso de hospital»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Candi es Pinky en sus ratos libres y forma parte de Galiclown; tanto visita a niños ingresados en el Cunqueiro como distrae en el covidauto a quienes se hacen una PCR

17 jul 2021 . Actualizado a las 19:27 h.

Este tratamiento no tiene prospecto, ni efectos secundarios. No hace falta receta y no tiene fecha de caducidad. La risa no aparece en el vademécum pero para Cándida Tamborino (Salamanca, 1965) es el mejor excipiente de cualquier terapia. Su alter ego, Pinky el duende de la ilusión, sutura las emociones de los niños que están ingresados en oncología del Álvaro Cunqueiro, y de sus familias. La pandemia impide a Pinky visitar a los niños ingresados, por eso ha traslado su bosque de fantasía de forma temporal al covidauto del Cunqueiro. «Vienen ansiosos, y simplemente con vernos, el chip de la ansiedad ya se corta. Ven mucho colorido y muchas sonrisas, nos metemos con ellos, con sus padres para que se relajen. También ayudamos a los sanitarios o hacemos que estamos pasando la ITV... Se distraen y se abstraen de las batas blancas, dejan de estar pendientes del palito que les van a meter por la nariz».

Candy y su personaje forman parte de Galiclown, un proyecto integrado por 30 profesionales de la animación de Vigo que hace cuatro años se unieron para poner sus tiritas, la risa y la alegría, donde más falta hacen. «Estamos los profesionales de la animación de Vigo: cuentacuentos, payasos, magos, artistas... En teoría éramos competencia pero decidimos que nos teníamos que unir para llegar a los hospitales». Su principal labor tiene lugar en oncología pediátrica y en el hospital de día del Álvaro Cunqueiro pero también visitan residencias de mayores. «Ahora no podemos entrar al hospital por la pandemia. Estamos tristes por los niños de oncología que se pasan grandes temporadas hospitalizados. Cuando vamos, nos esperan. Para ellos es un golpe de aire fresco y les rompemos la rutina pero, como no podemos entrar, estos meses hemos hecho pasacalles por el exterior del hospital, con música, globos y zancudos y fue fantástico».

No importa el contexto, o el lugar, su cometido sigue siendo distraer y convertir un momento cualquiera en un instante lleno de alegría. «La risa es terapéutica. El objetivo de Galiclown es profesionalizar, como una terapia más, nuestra labor, para que la enfermedad no se haga tan dura. Hay payasos de hospital profesionales en otras ciudades de España». En Galicia, son todos voluntarios. Antes de que estallase la pandemia, Galiclown trabajaba para poder intervenir en los hospitales de Pontevedra y también de Ourense pero el covid frenó su expansión por la comunidad. Volverán a intentarlo cuando la situación sanitaria mejore.

Dice que de niña era muy payasa y muy risueña
Dice que de niña era muy payasa y muy risueña

«El payaso trabaja todo el día»

No hay una universidad para licenciarse como payaso, ni una asignatura optativa donde se aprenda la alegría pero Candi asegura que su oficio también se entrena. «Hay que aparcar los pensamientos negativos y tener ilusión. Llevo 30 años trabajando con niños y me hacen feliz. Estudié Educación Infantil porque me encantan los pequeños, soy monitora de tiempo libre, he tenido mi negocio y trabajé en colegios y guarderías. No podría tener otra profesión». Madre de dos hijos y abuela de un bebé de nueve meses, su familia se ha ampliado para acoger a niños africanos a través de Cruz Roja. «Bamba llegó con dos meses, estuvo dos años y ahora está en su país, es ya un adolescente. Cuando se fue tuvo que venir el psicólogo a casa a atender hasta al perro, del vacío que nos dejó. A los pocos meses fuimos a verlo a Senegal. Luego estuvo su hermana. Para mí son como mis hijos». A través de la Fundación Tierra de hombres, Cándida también es voluntaria en el hospital, su labor es la de acompañar durante el ingreso a niños que llegan a Galicia desde África para recibir atención sanitaria. «Hace dos años vino una niña de Senegal a la que atropelló un coche y le quedó el pie inverso, le habían curado las heridas pero con los huesos mal, caminaba con el empeine en vez de la planta del pie, se lo reconstruyeron en el Cunqueiro. Es importante que haya voluntarios que les acompañen en el hospital porque vienen sin sus padres».

Esta educadora de licenciatura y payasa de vocación asegura que los niños le hacen muecas hasta en la cola del supermercado. «Es como con los perros, que detectan a las personas a las que le gustan los animales, pues me pasa igual, es como que les atraigo». La atracción es mutua, porque esta salmantina reconvertida en viguesa se confiesa más a gusto metida en su papel de duende que en la vida real. «Yo estoy mucho más cómoda vestida de Pinky que de Candi. Es como si te metieras en un túnel de la alegría, pierdes toda timidez, tristeza y problemas personales y soy feliz en ese momento. Me tuve que disfrazar de Pinky para una fiesta al día siguiente de enterrar a mi padre y en ningún momento salió la tristeza, me meto dentro de otro mundo». Por eso no lo considera un trabajo si no una forma de vivir, y de comunicarse, ya sea para animar un cumpleaños o para aliviar el paso por el hospital. «El que es payaso nace payaso y trabaja todo el día».

Su canción

«Eso que tú me das», de Pau Donés. «La primera vez que la oí pensé: Donés la escribió para mí. Es altruismo puro, sin pagar nada, a cambio de nada. Yo recomiendo ilusión, si no te ilusiona nada, piensa algo, no tiene que ser un viaje al Caribe puede ser desayunar con una amiga. La receta es ilusión, siempre ilusión».