Nunca es tarde para reconocerse LGTBI

Daniel Portela
DANIEL PORTELA VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Manuel García se afirmó como homosexual a los 40 años tras divorciarse de su exmujer

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Todos los días sales del armario», afirma Elisabet Pérez, representante de la asociación Nós Mesmas. Para muchas personas del colectivo LGTBI (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales), especialmente las mayores de 40 años, sigue siendo complicado contar su historia abiertamente. Por eso algunas han rechazado participar en este reportaje dada su situación de vulnerabilidad. Rosi, de 51 años y nacida en un pueblo de la comarca de Vigo, prefiere no dar su nombre completo ni mostrar su imagen por ese mismo motivo. No en todos sus círculos conocen su orientación sexual: «En mi antiguo trabajo me costaba más porque en las comidas que hacíamos escuchaba comentarios que me hacían cerrarme en banda», relata. Se refiere a bromas sobre homosexuales, «que decían sin pensar en quién podía estar sentado en la mesa».

Tanto Rosi como Manuel García (Vigo, 1962) o Carolina Smith (Vigo, 1969) coinciden en que el colectivo es más visible, aunque aseguran, por su experiencia personal, que la aceptación aún no es total. «Yo no tendría nada que reivindicar, pero visto lo visto sí que hay razones para hacerlo», dice García. Habla del asesinato de Samuel Luiz, por el que personas del colectivo se han manifestado esta semana. A la propia Rosi le sigue costando hablar sobre su circunstancia. Pide perdón varias veces y, al principio, tiene que hacer pausas antes de continuar hablando. «Yo era intolerante. Tengo claro que fue por la educación recibida, esa educación de lo que está bien y lo que está mal, que estoy segura de que tiene que ver con la religión», reflexiona.

Rosi descubrió que era bisexual a los 47 años cuando una chica intentó ligar con ella: «Me sentí descolocada, pero me enganché a ese sentimiento». La primera persona a la que se lo contó fue a su mejor amiga: «Me extrañó que fuese tan aceptada», recuerda. Eso sí, tras esa primera reacción notó que tanto ella como su madre, cuya respuesta también fue positiva, cambiaron su comportamiento durante un tiempo. «Siento que tenemos [las personas del colectivo] que explicarnos todo el rato», afirma.

Manuel García, profesor de Primaria, se reconoce como otra víctima de esa educación «donde todo era pecado»: «Yo a los 18 era una persona totalmente intolerante». Ahora, a sus 58 años, siente que no tiene que dar explicaciones a nadie. Descubrió su orientación sexual tras la separación de su exmujer en 2003, cuando cayó en una depresión. No recuerda la frase exacta de su psicólogo, pero sí que empezó a plantearse que le gustaban los hombres en una de las sesiones de terapia.

Lo vivió como un proceso liberador y natural, gracias a que su entorno era seguro. «Volví a mis amistades de Magisterio y me dijeron que ellas ya lo sabían», relata con la misma sorpresa de aquel momento. Su situación familiar cambió por completo: «Mi hija, con 10 años, se encontró con que sus padres se separaban y, al poco, con que a su padre le gustaban los tíos. Pero lo llevó bien». Sí tuvo problemas con sus padres, a pesar de que terminaron por aceptarlo.

«Alucino con que ahora no sea tan raro ver a dos chicos jóvenes de la mano», dice Manuel García. Le sigue extrañando y lo achaca a su educación. Él, aunque forma parte del colectivo, sigue aprendiendo día a día. Sobre la visibilidad de las parejas homosexuales, reflexiona: «Pasa más desapercibida la pareja de mujeres, sin embargo se acepta más la de hombres». Rosi tiene una sensación similar. A ella misma le sigue costando expresar afecto a su pareja en público: «Si todas las parejas de chicas mostrasen su relación en público, sería todo más fácil».

«Como profe se puede hacer mucho», afirma García, que en su centro educativo intenta crear un espacio sin riesgo para el alumnado. Lo es, aunque «también hay despuntes de intolerancia absoluta», dice. Según afirman desde Nós Mesmas, Vigo ha perdido en los últimos años ambientes seguros para el colectivo como los locales de ambiente, que podría explicarse por una mayor aceptación en otros espacios. Sin embargo, Elísabet Pérez, representante de la asociación, cree que son necesarios. Manuel García lo comparte: «Echo de menos estar en un sitio en el que pueda estar más tranquilo que por la calle».

M.MORALEJO

«Ser mujer es tu esencia»

Caroliña Graña, de nombre artístico Carolina Smith, comenzó su tratamiento hormonal a los 16 años, cuando apenas había información y conocimiento sobre lo que significaba ser una persona trans. Fue la más joven en hacerlo en Galicia. Pero, antes de producirse un cambio exterior, ella ya era una mujer: «Ser mujer es tu esencia», señala. Por eso considera que las cirugías de reasignación de sexo «no son efectivas», aunque insiste en que es una decisión personal. «La persona que te quiere te va a querer igual sea cual sea tu genital», añade.

También a los 16 sufrió su primera violación, que vino seguida de un segundo episodio aún más crudo un año después. Entonces ya ejercía la prostitución, su única salida para sobrevivir: «Parece que las mujeres trans estamos obligadas a prostituirnos», afirma. Denuncia la doble moral de las autoridades -policías y jueces- de aquel momento, quienes ejercían violencia verbal y física sobre ella y las demás prostitutas: «Teníamos secretos por todos lados. Nos perseguían y nos metían en furgones. Lo más gracioso es que los que me insultaban eran lo que me habían pagado hacía 20 días».

«Dejé las calles para ser artista. Ejercer como prostituta es una losa muy pesada», cuenta Carolina Smith. Ha actuado en España, Portugal, Hungría o Suiza y ha participado como figurante en Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, donde ninguna de las 32 mujeres trans que participaron fueron dadas de alta en la Seguridad Social. Hasta el año pasado, cuando empezó a trabajar como barrendera en Redondela, solo había cotizado por el cortometraje Carne de neón, de Paco Cabezas. «Se nos ha denegado el trabajo. No tendremos el día de mañana una pensión», lamenta.

«Se siguen vulnerando nuestros derechos», afirma Carolina Smith. En marzo de este año recibió una oleada de insultos en Facebook, que denunció «para dar un escarmiento y animar a que las personas hagan lo mismo». Así demuestra su espíritu como activista: «Para taparnos la boca pusieron cuatro cositas», se queja sobre el anteproyecto de ley LGTBI.