¿De qué sirve conducir a 30?

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La limitación de velocidad no solo reduce la mortalidad en los accidentes; también la contaminación atmosférica y acústica

18 may 2021 . Actualizado a las 01:33 h.

Se empezó a aplicar esta semana la nueva normativa de tráfico que limita la velocidad a 30 kilómetros por hora en las calles del centro de las ciudades de un solo sentido (un 80% en los núcleos urbanos nos dicen Ecologistas en Acción) y a 50 en el resto. Entendemos el trauma que le puede suponer si es usted una de esas personas para quienes circular a toda pastilla en su coche por la ciudad es una prolongación de su vida y consideran a peatones y ciclistas un molesto obstáculo a esquivar, cuando lo esquivan, por eso vamos a intentar contarles de donde viene y a donde va esta nueva normativa.

Como suele suceder, esta medida ni es ninguna novedad ni es iniciativa propia, sino todo lo contrario. En realidad llega con retraso y es global.

La campaña «Europa a 30 kilómetros por hora, por unas ciudades habitables», que empezamos a aplicar este mes, se lanzó por parte de la Unión Europea en el año 2013. Por supuesto uno de los fundamentos de tomar esta decisión, que no el único como ya veremos, tiene que ver con la enorme factura energética derivada de nuestra dependencia de los combustibles fósiles que para muchos países empieza a asomar la patita en forma de posible recesión económica.

Lamento darles la mala noticia, pero el chollo del petróleo barato y fácil de extraer se acabó, en realidad terminó físicamente en 2005, y lo sabemos, o al menos lo saben con datos concretos e irrefutables las petroleras y todos los gobiernos, aunque persistan en mantener el espejismo.

 Primer aviso

Cuanto antes lo aceptemos será mejor porque no tardará en llegar el primer aviso, quizás en un plazo de meses como ya están advirtiendo y acreditando con datos científicos de la talla de Antonio Turiel.

Esta medida de limitación de velocidad acompañada de una conducción eficiente supondría solo en el caso de Vigo un ahorro anual de 27 millones de litros de combustible. Esto tiene una incidencia directa en la reducción de nuestras emisiones de CO2 derivadas del tráfico que se traducirían en dejar de enviar a la atmósfera 150.000 toneladas anuales de CO2.

La otra contaminación derivada del tráfico es la acústica, especialmente relevante en zonas ya declaradas acústicamente saturadas en el mapa sonoro de la ciudad, como muchas calles de Vigo. La limitación de velocidad a 30 kilómetros por hora reduce en una media de tres decibelios el ruido, que parece poco pero es casi un 40% menos de contaminación acústica persistente. Reducir la contaminación mejora directamente nuestra salud y la salud de todo lo viviente, pero no olvidemos los beneficios que implica para nuestra propia seguridad.

En una ciudad como Vigo, en la que de media 200 personas son atropelladas cada año, no es poca cosa considerar que la diferencia entre que un GTI 16 válvulas te lleve por delante a 50 kilómetros por hora o a 30 significa que se reducen en cinco veces las probabilidades de que ese atropello resulte mortal.

Tampoco convendría que perdamos de vista el horizonte: esta medida no solucionará el problema del tráfico en Vigo ni su impacto social y ambiental, pero es un buen primer paso para mitigar al menos sus efectos.

La solución real pasa por actuar sobre las causas, y para eso necesitamos una ciudad accesible, inclusiva y sin coches (que es mucho más que cambiar veinte coches por un autobús) y un gran pacto ciudadano participativo por la movilidad sustentable y la recuperación del espacio urbano para las personas.

Nadie dice que sea fácil, pero es inevitable. Como decía Bob Hunter (uno de los fundadores de Greenpeace), «todos los grandes cambios parecen imposibles cuando empiezan e inevitables cuando terminan».

Siendo Vigo la ciudad que ostenta el dudoso privilegio de tener el récord nacional de coches por habitante, no estaría mal que empezásemos a tomarnos en serio la tarea de humanizar de verdad la ciudad, que no tiene mucho que ver con lo que estamos haciendo hasta ahora.