Francisco Santomé: «La política tiene que meterse en la cultura»

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

«La Movida fue muy ruidosa, pero no era lo único que generaba aquel Vigo intenso de los ochenta»

09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue el concejal de la Movida de Vigo, pero no se hizo notar mientras sonaban por media España los acordes con aquel especial tono vigués. Fue el edil que recuperó gran parte del callejero anterior al golpe de Estado de Franco, aunque no lo sepa la mayoría de los vigueses que pasan por esas calles u otras rebautizadas a propuesta suya como la avenida de Castelao, Europa, Martínez Garrido, Rosalía de Castro en su actual extensión, Colmeiro, o las dedicadas pintores, arquitectos y hasta a tipos de pájaros. Fue el responsable de Cultura en la primera corporación democrática viguesa, en la que llegaría a intercalar esa cartera con la de Urbanismo en una carrera política a la que puso fin en 1995.

Francisco Santomé (Bueu, 1948) llegó a la vida político-cultural pintando como integrante del Movimiento de la Princesa y pintando sigue en una pasión recuperada mientras sigue la política desde la distancia, pero con ganas de aportar al PSdeG y a Vigo. «Tengo ideas, infografías, dibujos que pueden tener su encaje en la ciudad si los quieren aprovechar», deja en el aire quien soñó en su día en peatonalizar Montero Ríos, como acabó ocurriendo, o en crear salas de audición de música de cámara en los silos de la Panificadora. Él fue una pieza clave para que desde la Administración local se facilitase el canal por el que se concretaron eventos culturales que pusieron a Vigo dentro del ámbito de acción de la new age, la fotografía internacional de autor de primer nivel, la música celta, jazz, teatro... que trajeron a Vigo a los artistas más reconocidos de cada ámbito.

Santomé lo expresa con vehemencia: «cultura y política no pueden ser mundos dispares». Todo lo contrario. «La política tiene que meterse en la cultura, aportar, ayudar a nacer proyectos, empujar, facilitar la expresión del arte. Otra cosa es mangonear. En eso sí que no estoy de acuerdo», dice para defender la libertad de acción, algo que está convencido solo se logra delegando, escogiendo a los mejores equipos posibles y dándole el mando de cada uno al que más sepa. 

Aval para Miguel Ríos

Tras dudar en contarlo o no, Santomé pone un ejemplo del papel que llegó a hacer como político en favor de la cultura. «Cuando surgió la oportunidad de celebrar en el Vigo de 1982 el concierto de Miguel Ríos Rock & Ríos, tuve claro que ese sería el evento que haría posible que la ciudad entrase en los circuitos de los grandes conciertos. Pero cuando empezamos a hablar con los organizadores nos dijeron que querían un aval por valor de 20 millones de pesetas (120.000 euros). El presupuesto de la concejalía era el equivalente a 6.000 euros, pero sabía que merecía la pena, que aquello favorecería la eclosión musical en la ciudad. Convencí a un alto funcionario y entre los dos avalamos personalmente la actuación y eso que no tenía ni 4.000 euros en el banco. ¡Cobraba 36 euros en el Concello! Aquel día lo pasé en la taquilla de Balaídos sudando hasta las siete de la tarde que vi que se vendía todo y respiré». Reconoce que los tiempos son otros, pero mantiene que en la cultura en mayúsculas hay que hacer apuestas, pues son las que ayudan a cambiar una ciudad.

Estima que ahora la expresión cultural «está dormida» en la mayor ciudad de Galicia. Ahí lo deja para quien quiera reflexionar al respecto. Pero está convencido también de que «aquí el auge cultural siempre ha sido cíclico. Volverá a lucir», dice. Advierte, eso sí, que nunca surge sola, que tiene que haber un cultivo social que la acompañe, como ocurrió en los ochenta con la llegada de la democracia a los ayuntamientos, los movimientos laborales en los astilleros y la efervescencia vecinal que abrieron pasillo entonces a la Movida.

Francisco Santomé rechaza la idea de que ese movimiento fuese lo más destacado que ocurrió culturalmente en Vigo en aquella época. «La Movida fue muy ruidosa», dice para explicar su proyección, aunque reconoce también su pegada ahora que se cumplen 35 años de la llegada de aquel tren de artistas a la estación de Urzaiz tras una larga noche de fiesta sobre raíles. Fue la oficialización de un terremoto de expresión pero que en aquellos días de 1986 llegaba a su fin. Joaquín Leguina y Manuel Soto encabezaron aquella expedición que Santomé recibió en la estación con viajeros como Alaska, Ouka Leele, el Hortelano, Lolo Rico, Alberto García-Alix, Manolo UVI, Carlos Berlanga, Ana Curra o Jesús Ordovás, entre otros. Era el «Madrid se escribe con V de Vigo». «Para la devolución de la visita en Madrid hasta teníamos contratado un barco pesquero para llevarlo al estanque de El Retiro». Pero la Movida ya había muerto.

«Manolo Soto lo sobrevolaba todo, pero dejaba hacer», dice defendiendo de nuevo la política de equipos. Él sigue militando en el PSOE y declarándose abiertamente apoyo de su secretario general en Galicia, Gonzalo Caballero.

Los cuadros y su huerta son ahora su mundo feliz. «Apenas salgo de aquí más que «para comprar víveres», dice satisfecho.

Álbum familiar

en detalle

- Primer trabajo

- En 1968 en La Artística (fábrica de impresión de latas), primero haciendo dibujos y después y hasta 1990 en control de calidad ya como Artiscar.

- Viaje especial

Muchos, pero quizás uno en 1991 o 92 con Enrique Macías (compositor) durante una semana en París, u otro genial a Holanda por el centenario de Van Gogh.